La dictadura de Franco y el debate político en la España democrática

El dictador español Francisco Franco Bahamonde.
El dictador español Francisco Franco Bahamonde.
Cuando interesa recurrimos a otras dictaduras en Europa, pero ni en Alemania ni Italia masajean tanto a Hitler y Mussolini, respectivamente, como aquí a Franco.
La dictadura de Franco y el debate político en la España democrática

Jamás antes Franco había estado más vivo que nunca entre nosotros. La izquierda nada más llegar al poder hace un par de años lo desenterró del Valle de los Caídos en el Escorial, al tercer día resucitó y desde entonces convive en las eucaristías diarias. Pero no entre los falangistas como algún sonámbulo podría creer. No, no. Son los de la clorofila de la izquierda, que  50 años después de su fallecimiento clínico han conseguido que  siga prácticamente de cuerpo presente. No me digan cómo, pero es así. 

Franco debe ser el primer y único jefe de Estado difunto discontinuo en la Europa contemporánea. Como si de un orden fractal se tratase, está presente en las tertulias, las políticas “progresistas” y en las campañas de partidos para tapar no pocas incompetencias de nuestros dirigentes contemporáneos. 

Hasta en las andaluzas, que se han encargado de resucitarlo apelando a los “represaliados franquistas” (sic) para que vayan a votar. Se lo dicen a toda esa generación de millennials que no pudo votar por edad la Constitución tras su muerte pero para que lo hagan a los que agitan un espectro de la tardohistoria.

Reclaman para Andalucía, tras gobernar allí  durante más de cuatro lustros, el “retraso” que sufre la comunidad por un gobierno PP-Ciudadanos de hace apenas un par de telediarios.

Controversia política

Que Andalucía haya dejado de ser recientemente con el centro derecha una de las regiones más atrasadas de España tras más de 40 años de gobierno socialista de forma ininterrumpida debe ser una insolencia. La corrupción que se está juzgando en la actualidad, los PER y votos comprados, los innumerables chanchullos y la malversación de millones de subvenciones europeas para los parados así como la imputación de altos cargos de la antigua Junta de Andalucía socialista, son respondidos en campaña vaporizando el pasado franquista de este país.

No pocos andaluces, por eso se defienden diciendo con esa guasa que les caracteriza, haber vivido dos dictaduras en Andalucía: los 40 años de Franco y los siguientes 41 del PSOE. En Cataluña también vivieron otros 40 años de pujolismo que sentó las bases del procés independentista hasta habernos llevado casi a otra contienda civil y una dictadura separatista. 

Después de casi 10 años de la  imputación del “molt honorable”, la familia Pujol aún sigue a espera de juicio por todos los dineros presuntamente sustraidos del 3%. Los catalanes contrarios al adoctrinamiento del procés son también tildados de “fascistas” por rechazar el autoritarismo secesionista. 

Ojear la prensa diaria y las redes sociales hoy en día es raro no encontrar una alusión a Franco. Para atacar al adversario político, se criminaliza  a la derecha y a los extremismos conservadores, al fascio franquista del “lobo que viene” y pasan por alto el radicalismo de la extrema izquierda y de los separatistas que gobiernan con la complicidad de la socialdemocracia cada vez menos sensata de este país. 

Algunas de las meteduras de pata más clamorosas de la acción del Gobierno de la nación, son presunta culpa del pasado franquista, de Franco y su herencia 50 años después de muerto. No sabíamos que medio siglo después, una generación política nacida en la Democracia puede ser heredera obligada de Franco por el mero hecho de no compartir políticas de izquierda.

“La democracia, según Adriana Lastra, consiste en votar al PSOE y si no hay que echarse a la calle”. No parece un dictado muy alejado de otros tiempos antidemocráticos que presumíamos haber superado.

Algunos partidos de izquierda  se otorgan el privilegio de las conquistas sociales que, en parte, ya provenían  de tiempos de Franco (como la Seguridad Social, seguro de desempleo, sanidad, vivienda social, pensiones, paga extra, etc.) y de ser la (ultra)derecha quien los  extinga. Tampoco existían entonces los desahucios que hoy son culpa del pasado. 

Tras reencarnar a Franco del Escorial vino la cruzada contra los bienes de sus herederos, entre ellos el pazo de Meirás que durante tiempo estuvo centrando la atención nacional, encubriendo las crisis y la debilidad parlamentaria. En paralelo, la Ley de Memoria Histórica, que penaliza con arbitrariedad democrática sólo el pasado franquista de este país cuando lo hacen todos menos la izquierda. El bolchevismo tiene salvoconducto propio. 

Sin embargo, es la izquierda moderada, radical, separista y hasta batasuna de este país quien en honor a una parte de la memoria no se harta de rememorar a Franco en sus intervenciones públicas para echar en cara cualquier resistencia ideológica  legítima de la oposición. Y la derecha “blandita” de este país, sin saber defenderse de una supuesta herencia que tampoco le corresponde por historia.

El Parlamento europeo y un buen número de países de la UE han condenado y tienen prohibidos con razón tanto la ideología fascista como comunista. No aquí en España. En nuestro país gobernado por la flor y nata de la izquierda pro caudillista conserva la licencia para fusilar dialécticamente a la derecha (a la que califica de “herederos de la élite franquista”, cuando no de “facha”) por ser de ideología opuesta, mientras honran el legado del comunismo más sangriento en la historia de la humanidad.

Negar a día de hoy los capitulos más negros de la izquierda republicana durante la guerra civil española (como Paracuellos) o las fosas de apilados de represaliados por el Frente Popular en las cunetas españolas, no ayuda a la reconciliación vulnerada sino ceba la división social de las dos Españas.

Festejar el aniversario de Stalin y de otros líderes comunistas de la Internacional por una parte del Gobierno (pese haber exterminado esa ideología más de 100 millones de vidas muy por encima de Hitler), desnuda la estafa intelectual de la izquierda que no se cansa de avivar el guerracivilismo para ocultar sus propias miserias.

Cuando Franco muera de verdad tal vez iniciaremos una segunda transición. Pero mientras viva serán arduos los consensos. La guerra del callejero, retirada de placas y monumentos alusivos a la historia del país son otra táctica para desviar la atención de las  verdaderas prioridades políticas y económicas que nos asolan.

Aprovechar como hacen por sus continuos desatinos para  achacar la crisis diplomática en el Magreb a un muerto de hace casi 50 años es cuando menos ilustrativo del nivel político. Echar balones fuera es  la misma excusa recurrente de dictadores en otros tiempos a sus propios conflictos internos.

Cuando muera Franco, tal vez ganaremos en calidad de vida y volverá la paz que llega nunca. Y nos reconciliaremos con el futuro, presente y pretérito más  “imperfecto” de todos los tiempos si nos dejan. Abominan de Franco y de la dictadura  pero la santiguan en España con sus permanentes referencias, cuando no se cansan de hacerle la ola a otras dictaduras en Venezuela, Cuba o Nicaragua. 

Que un juez inhabilitado como Baltasar Garzón califique a parte de la justicia española de “franquista”, denota el despropósito del que en otros tiempos impartía justicia antes de caer en desgracia por prevaricación probada. 

Pero las alusiones a Franco no acaban aquí, se extienden como la pólvora a otros ámbitos. En los exámenes de Selectividad, fiel al guión de este año, insisten en textos alusivos al estado franquista. A  los adversarios políticos se les tilda de ”enemigo franquista” aunque ni por edad lleguen. A la Casa Real se le acusa por la izquierda radical de ser heredera franquista y por eso se proponen combatirla. Me extraña que con tanta referencia histórica no lo hagan extensivo a la Inquisición. 

En Cataluña, desde que gobiernan los independentistas no se habla de políticas sino de partidos (pro y en contra del separatismo). ¿La intransigencia contra el español es otra práctica franquista? Si no lo es, lo parece.

En la dictadura robaban recién nacidos para donarlos a familias del régimen sin descendencia pero con posibles mientras hoy se persigue el delito. Sabemos de casos recientes de maltratos y abusos a menores cuyos imputados en altos cargos no dimiten porque como militan en la izquierda  “tienen que defender la democracia frente al fascismo”. Da lo mismo cómo quede el feminismo, la igualdad, los derechos infantiles y la decencia.

LA SOMBRA HOLOGRÁFICA SE PASEA POR LOS PLATÓS

Cuando Franco muera de verdad, recuperaremos  la vergüenza de haber abusado de su sombra holográfica que se ha paseado sin justificación real por campañas electorales, sedes parlamentarias, debates, tertulias y hasta en la manipulación de libros de texto. La bandera española  de los Reyes Católicos es franquista por desmemoria histórica y por eso no se ondea sin sanción. Pero la roja comunista represora puede hacerlo a su antojo.

Cuando muera Franco, tal vez dejaremos de asustar, asumiremos nuestro propio destino y seremos responsables de nuestros actos sin señalar a terceros. De momento, la falta de autocrítica sobre todo de los que gobiernan, pero también de los que calientan la oposición, es lo más parecido al régimen de Franco.

No sé qué tendrá Franco, pero nos afectan todas las crisis como si el Caudillo espantara con sus fuegos fatuos desde su nuevo nicho todas las reformas que nunca se llevan a cabo por ser tan impopulares. Aquí el único popular, para vergüenza de nuestros aliados atlánticos, es un sujeto al que le llegó el descanso eterno y no paran de “pasearlo” por los platós.

Para que un catedrático comunista en Economía como Ramón Tamames de 88 años, que tanto ha marcado este país por su famoso tratado “Estructura económica de España”, diga que pese a su ideología “podría haber sido perfectamente ministro de Franco”, descubre lo que ningún político de izquierdas admitiría ni en la sauna en privado.

Hasta el mundo del arte se ha propuesto recuperar a Franco del olvido.  Recientemente se ha publicado “Los guardianes del Prado”, donde el autor Javier Alandes, en alusión a una de las primeras pinacotecas del mundo en España, afirma que “Si Franco hubiera dado Las Meninas a Hitler, el mundo habría sido distinto”. La historia de la humanidad conmovida por la nariz de Cleopatra y la torpeza del inquilino en el Pardo.

Cuando interesa recurrimos a otras dictaduras en Europa, pero ni en Alemania ni  Italia masajean tanto a Hitler y Mussolini respectivamente como aquí a Franco. Otro dictador comunista de la ex-RDA, Erich Honecker, tampoco es evocado en la tolerante opinión pública alemana por haber cimentado el IV Reich en una parte de la Alemania dividida durante otros 40 años de comunismo represor hasta la caída del muro de Berlín. 

Aquí sin embargo, hay  ministros faltos de cartera que sacan pecho de un país que represalió y asesinó a miles de ciudadanos germano-orientales por intentar huir de la tiranía comunista dentro de sus fronteras. Uno se pregunta si los que reviven a propósito con respiración artificial el franquismo en España por parte mayoritariamente de la izquierda más retrógrada intelectualmente son unos charlatanes en la lista de morosos, o unos sectarios disfrazados que cualquier cosa les vale para desacreditar al que disiente del pensamiento vigente para postrarse en el cargo. 

Cuando muera Franco, resolveremos nuestros problemas acuciantes desde hace generaciones si dejamos de ideologizar las cosas y dividir a los españoles. Por el momento, lo que sí sabemos hacer es mirar más al pasado que al futuro descuidando el presente, recurrir a la verborrea guerracivilista, a la inacción incompetente y a resistirnos desde hace medio siglo a pasar página de una vez por todas entonando el RIP (que descanse en paz). @mundiario

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