Er Pendiente

Lola Flores, actriz, bailaora y cantante española. / RR SS.
Lola Flores, actriz, bailaora y cantante española. / RR SS.

"¡Er pendiente, Iñigo!" fue una famosa frase de una bailaora que llamaba Lola Flores, también conocida como La faraona o la Lola de España. Aún hoy en día sigue es como siguiese viva

María Dolores Flores Ruiz nació en Jerez de la Frontera. Era actriz, cantante y bailaora española y fue muy conocida, no solo por su faceta como artista. Era un torbellino de mujer y caía bien por su desparpajo y desenvoltura. Casada muchos años con El pescaílla, tuvo tres hijos, uno de los cuáles- Antonio- compuso algunas joyas musicales como No dudaría. Sus otras dos hijas siguen todavía en el mundo de la música y son bastante conocidas. Rosario y Lolita.

Más allá de su historia personal, Lola Flores protagonizó algún que otro episodio que pertenece a la hemeroteca.

En una actuación en la televisión Española, estaba bailando y casi al final de la actuación se le cayó un pendiente de brillantes y dijo: "no se puede perder…  Ustedes me lo váis a devolver porque mi trabajito me ha costado…. Bueno, muchas gracias de todo corazón, pero er, pendiente, Íñigo, no ze puede perder…".

El segundo episodio todavía fue más rocambolesco y también se conserva en la hemeroteca.

Durante la boda de su hija Lolita, la expectación fue tan grande, la gente se agolpaba para ver casarse a una de las hijas de este terremoto llamado Lola.

Entonces Lola Flores desbordada pronunció su famosa frase: "si me queréis aquí, MARCHARSE. Si me queréis algo, IRSE!".

Si bien es cierto que la propia Lolita en un programa televisivo dijo- se supone que de coña- que todo el mundo estaba invitado a su boda con Guillermo Furiase. Se casaron en la Iglesia de la Encarnación, en Marbella el 20 de agosto de 1983. 

La frase quedó de recuerdo, al igual que las imágenes, que muestran cómo ya por aquel entonces las personas conocidas, las del papel couché comenzaban a ser perseguidas, en este caso no por los paparazzi, sino por gente de la calle y es que Lola era mucha Lola, incluso con esta patada al diccionario de la RAE. Presumía de no tener formación, pues desde los diez o doce años trabajaba en el mundo del espectáculo, pero era una experta en vida.

Lola Flores también vivió algún episodio con Hacienda, y salió toda compungida ante las cámaras. Aunque nuestro recuerdo permanece asociado- al menos en mi caso-a su imagen moviendo la cola de su bata con el donaire que la caracterizó.

Y si Lola representó la España de pandereta por pertenecer a una estirpe de artistas llenos de fuerza y vida, la España de pandereta que vivimos hoy en día es completamente distinta. El desparpajo de Lola se convierte en desfachatez cuando hablamos de la vida de la polis, o del pueblo, que para el caso es lo mismo.

Vivimos tiempos convulsos y no solo por la guerra que se cuela en nuestras casas a través de la televisión, sino por la convulsión que experimentan los diferentes países en mayor o menor grado. Por ejemplo, en nuestro país, Frankenstein está saliendo ahora mismo por las alcantarillas.

-Comida, comida….

La gente sale corriendo a su paso, gritando y esquivando al monstruo.

Un niño pequeño se le acerca y le coge de la mano.

-¿Qué deseas, Frankenstein?

-Quiero comida.

-¿Qué comida quieres?

El niño es pequeño y se imagina que Frankestein quiere lo que querría todo el mundo.

-¿Chocolate?

Frankenstein acaricia la cara del niño y le dice.

-No quiero ese tipo de comida.

Al niño se le ilumina la cara. Sin ir más lejos el otro día fue al cine y comió algo riquísimo.

-¡Palomitas! ¡Seguro que quieres comer palomitas de maíz!

Frankenstein besa al niño y dice.

-La comida que yo deseo comer tú no la entenderías. Quiero devorar los tres poderes: el legislativo, el ejecutivo y el judicial.

Y dejando al niño extrañado, pensando que quizá sí fuese un monstruo, el Implacable Frankenstein siguió calle abajo en dirección al parlamento.

Al llegar a Las Cortes, los leones se inclinaron ante él. Entró como perico por su casa en aquel hemiciclo y se encontró a los dos políticos más famosos de aquel momento.

-¿Qué convenimos?-dijo Pedro.

-No sé si convendremos algo.- respondió Feijoó.

-Convenir, hay que convenir algo. ¿Qué les vamos a decir a los periodistas? -repregunta Sánchez. El CGPJ debe ser renovado YA.

A Frankenstein le estaba entrando dolor de cabeza y decidió abandonar el Congreso.

Siguió deambulando por las calles madrileñas y cuando se cansó se dirigió hacia Moncloa a ver si allí podía comer algo. Las conversaciones que había escuchado en la casa de los leones no tenían  chicha.

Al entrar en Moncloa, los guardas de seguridad cedieron el paso al monstruo, alarmados por si podía contagiarles su hedor.

-Quiero Comida...- decía.

-Vaya a la sala principal- le dijeron.

Frankenstein entró en aquella sala. Era una sala de reuniones bastante grande, pero vacía.

Se sentó en una de las sillas y comenzó a tamborilear con los dedos. Sus dedos se estaban agrietando. Necesitaba devorar algo, pero ¿qué…?

Una punzada de nostalgia le invadió  al recordar a su creador,  y también a su creadora y se atusó sus mechas californianas.

Exclamando un trágico suspiro- era un suspiro bronco, como corresponde a todo monstruo- se acercó a la ventana y se puso a otear por ella. Estaba de esa guisa cuando escuchó ruidos en la puerta. Se giró y lo vio. Era tal y como salía en la fotos. Su porte, su carisma…

-¿Quién eres?- preguntó al monstruo el recién llegado.

-¿No me reconoces?- dijo Frankenstein.

-No.

-Soy el monstruo de Frankestein.

-Ah- dijo el otro individuo. Es que con esos pelos.

-Esto- dijo el monstruo , señalando su cabellera rubia – es por Yolanda.

-¿Por Yolanda?- dijo el otro individuo. ¿Y qué tiene que ver Yolanda contigo?

-Deberías saberlo Es tu socia. La número dos del Gobierno y lleva mechas californianas.

El otro individuo parpadeó y dijo:

-O sea que tú…¿De verdad eres...?

-Soy Frankenstein. Me creó Mary Shelley hace muchos años.

-Yo soy…- dijo el otro sujeto.

-Pedro Sánchez- respondió Frankenstein.

En los ojos de Pedro Sánchez se reflejó algo parecido al orgullo.

-Me conoces. Me alegra saber que un monstruo de la literatura clásica me conoce.

-¿Cómo no voy a conocerte?

-¿Deseas tomar algo?- preguntó Pedro Sánchez.

-Quiero comer.

-Puedo ofrecerte un bocadillo- dijo Pedro Sánchez.

-No quiero bocadillos, sino mugre. ¿Es que no has leído la novela?

-No la he leído como no la ha leído la mayoría de la gente.

-Tú no eres la mayoría de la gente. Eres el presidente de este país. Necesito mugre real. Mis dedos están desintegrándose, ¿ves?

Pedro Sánchez miró con curiosidad las extremidades del monstruo, para preguntarle.

-¿Y de qué os alimentáis los monstruos?

-De monstruosidades. Quiero fagocitar los tres poderes que Montesquieu estableció en su día.

Pedro Sánchez parpadeó.

-¿Has conocido a Montesquieu?

-En papel. No olvides que yo mismo salgo de un libro.

Sánchez se quedo mirando al monstruo. Sus facciones seguían siendo duras, las propias de un monstruo como él, las que salían en las películas, pero la cabellera californiana daba al personaje un matiz ridículo, como de fantoche. Esperaba que nadie lo viese con él sino sería el hazmerreir de todo el mundo.

-¿Te ha visto algún  periodista?- le preguntó alarmado.

-No lo sé. ¿Los periodistas van vestidos de forma distinta a los demás?

-No. Los periodistas son el cuarto poder- dijo Sánchez.

-Eso es nuevo para mí.

Sánchez se sintió muy orgulloso de sí mismo y muy competente. De sobra sabía que las noticias eran la clave de todo. En estos tiempos de fake news, cualquier noticia valía su peso en oro.

-Oye. – dijo Pedro. Quizás pueda traerte un periódico.

-¿Un periódico? ¿Para qué…?- preguntó el monstruo extrañado, echando hacia atrás su cabellera.

-Para que meriendes un poco. Espera aquí.

Al poco volvió con varios diarios, antiguos y nuevos y se los dio al monstruo, indiscriminadamente.

-¿Cuál es la noticia más monstruosa?

Sánchez dudó.

-No lo sé. Hay varias. ¿Qué más da?

El monstruo se rascó la cabeza.

-No es lo mismo. Me alimento de carroña. Aunque no hayas leído la novela de mi creadora, Mary Shelley deberías saber que solo como porquería.

-Y qué más da… -volvió a decir Sánchez.- Una noticia es una noticia.

El monstruo respondió.

-No entiendo estos tiempos.

-No hay nada que entender. Una comida es una comida.

-Si como lo que no me corresponde, dejaré de ser un monstruo, que es lo que soy.

-Oye, Frankenstein. Tengo cosas que hacer… Volveré dentro de un rato. Sírvete tú mismo.

 CONTINUARÁ... @mundiario

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