La autocrítica se impone en el Deportivo de La Coruña si quiere ascender

Una panorámica parcial del estadio Abanca Riazor. / Mundiario
Una panorámica parcial del estadio Abanca Riazor. / Mundiario
Como advirtió el expresidente Augusto César Lendoiro, el momento es decisivo, porque tan solo resta el último cuarto de la competición.
La autocrítica se impone en el Deportivo de La Coruña si quiere ascender

El Real Club Deportivo de La Coruña, uno de los selectos nueve campeones de la Liga y, como observó el periodista Arturo Lezcano en El País, el más singular fenómeno del boom del fútbol español del cambio de milenio, sigue ofreciendo dudas a la hora de zanjar su vuelta al fútbol profesional. “Pasar de entrar como cabeza de serie en el bombo de la Champions a estar en Segunda B te cuesta. Pero bueno, al mal tiempo buena cara, y para la lluvia, paraguas”, suele decir Augusto César Lendoiro.

El Deportivo es el noveno club español en conseguir un título de Liga (entre los 61 equipos que en algún momento han alcanzado la máxima categoría), a lo que suma dos Copas del Rey, una Copa de España y tres Supercopas de España. Todo ello en la etapa de la presidencia de Lendoiro. Ahora está en Primera RFEF (Segunda B) y es propiedad de Abanca, que apuesta por su recuperación para devolverlo a Primera División.

El también llamado Dépor no está jugando bien y, aunque ha ganado este domingo (2-0) ante un rival que se quedó con diez, dista mucho de obtener buenos resultados y de darles continuidad. Fuera de casa es uno más, en casa –con entradas que serían destacadas en la mayor parte de los partidos de LaLiga– el equipo se anima un poco, pero rara vez llama la atención.

Menos todavía alguno de sus jugadores. "Rubén Díez: Se entonó algo más tras el descanso, pero demasiado errático. Está atravesando un mal momento y lejos del nivel que mostró hace unos meses." Es la valoración –tal vez generosa– del diario deportivo As sobre el juego de este centrocampista del Deportivo ante el Celta B. Se trata de un futbolista con buen toque de balón, que llegó cedido del Tenerife, de Segunda, pero que no está para jugar. Solo su entrenador, el locuaz Óscar Cano, aún no se ha enterado. Rubén Díez no solo no construye, sino que a menudo pierde balones con severos riesgos para su equipo, un histórico del fútbol español que trata de volver al fútbol profesional, arropado por una afición de Primera con un equipo de Primera RFEF y un entrenador difícil de clasificar.

Tanto Abanca como la afición se juegan mucho

Abanca, el banco propietario del Deportivo, se juega mucho con este equipo y con este entrenador. También la afición del Dépor. La victoria ante el filial del Celta hará que nadie le tosa a Cano ni a jugadores como Ruben Díez, pero uno y otro saben que así no deben seguir. Pueden engañarse a sí mismos, pero no a más de 25.000 personas que se dan cita en el Abanca Riazor cada quince días.

El Dépor necesita pelear por el ascenso mientras existan posibilidades e intentar subir con lo que tiene, porque una temporada más en la división de bronce sería como el hundimiento del Titanic… y Lucas, con un contrato casi vitalicio, sería otro problema añadido e inmenso.  Mucho mayor de lo que puede pensar alguna gente. Tal vez a Óscar Cano le vendrá bien ser menos locuaz y un poco más autocrítico. Las pitadas de un sector importante de la afición no son nada personal, sino una advertencia meramente deportiva. Claro que Óscar Cano no es el único culpable de los males del Dépor. Hay jugadores que no juegan, porque no pueden y/o no quieren.

En el Deportivo hay un portero aceptable, Mackay, y un delantero bueno, Quiles, digno de otra categoría superior. El lateral derecho Antoñito es un hombre trabajador, pero discreto en su juego: el fútbol de calidad no siempre parece ser lo suyo. Martínez, un buen central, no tiene una pareja estable a su nivel, está demasiado solo en la defensa y el hombre a veces no da abasto. Los dos que juegan en el lateral izquierdo van a lo suyo, por momentos es como si jugaran en otro equipo. En el centro del campo hay un jugador agotado, que no puede, que pierde los balones, Rubén Díez. Otro es más contundente, pero no es muy fino, Olabe. Y al chaval de Vilalba, Villares, lo vuelven loco, no sabe ya a qué juega, cuando resulta que si le dejan es un buen futbolista. El torbellino del equipo, Mario, es laborioso, es verdad, pero también se marea solo: en otras ocasiones brilla como una estrella. Quiles –lo dicho– es un gran futbolista. También Lucas Pérez, pero si no está al 100% físicamente luce menos; además acaba de ser padre y hay que comprender que pueda tener altibajos. 

De un equipo juvenil campeón de España no salió ni un solo titular para el Dépor. Del equipo al que derrotó, el Barça juvenil, llegaron a jugar en el Barça –ahora líder de LaLiga– varios chavales. En A Coruña nadie ha dado explicaciones de esta gestión

Este podría ser el análisis –superficial, pero evocador– de los llamados titulares de Cano. De los otros poco que decir, ya que a estas alturas es casi imposible que afloren los chavales del juvenil, donde hay verdaderas joyas. Para que eso fuese posible tendrían que haber tenido oportunidades desde la pretemporada. Y no se las dieron. De un equipo juvenil campeón de España no salió ni un solo titular para el Deportivo. Del equipo al que derrotó el Dépor, el Barça juvenil, llegaron a jugar en el Barça –ahora líder de LaLiga– hasta cuatro o cinco chavales. En A Coruña nadie ha dado explicaciones tras esta gestión del talento futbolístico.

Pero volvamos a la realidad, lejos de los altos vuelos. El Castilla empató en Riazor, donde pudo haber ganado; la Leonesa derrotó al Deportivo y el Celta B perdió en Riazor, donde jugó con diez la mayor parte del encuentro. "Los deportivistas hemos vivido unas semanas para olvidar. Un triste empate ante el Linense se ha visto agravado seriamente no solo por el choque frontal entre Club y Concello, con ocasión de las diferencias surgidas en la interpretación económica de un nuevo convenio, sino también por la igualada en Riazor en el encuentro con el Castilla y con la inesperada derrota en León ante la Cultural", escribió Augusto César Lendoiro, que algo sabe de fútbol, antes de que el Deportivo recibiese al Celta B. Fue un "llamamiento a una afición única", "un grito que a nadie –muy en especial a jugadores y técnicos– le permita dormirse", subrayó el hombre que hizo del Deportivo uno de los grandes en España y en Europa.

Como también señaló Lendoiro, el momento es decisivo, porque tan solo resta el último cuarto de la competición. Contadas jornadas apasionantes, en las que seis clubs se van a jugar el ascenso directo y los cuatro puestos que dan acceso al play-off, por lo que uno de ellos quedará eliminado de la posibilidad de alcanzar la liga profesional. Se comprende el llamamiento de Lendoiro. Ojalá Oscar Cano entienda esta especie de mensaje a García –metafórico, claro, míster– y esté a la altura del equipo que dirige. Si empieza por asentar un patrón de juego solvente y pone a los mejores está a tiempo de terminar más o menos bien. Veremos. @mundiario

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