París y Berlín disputan la taxonomía verde del gas y la energía nuclear
La transición energética ha abierto un nuevo conflicto europeo entre los partidarios de las renovables y de la energía nuclear. Sin embargo, puede hacer mella en la estabilidad interna de la UE.
De momento es una disputa entre bastidores, pero enfrenta en el seno de las instituciones de la UE la posición antagónica de los gobiernos de Francia y Alemania en el asunto de la transición verde hasta conseguir la neutralidad climática (taxonomía).
Mientras el presidente de Francia, ya de por sí potencia de armamento nuclear, Emmanuel Macron está ganando adeptos entre aliados europeos para declarar que la energía nuclear sea declarada “energía verde”, Berlín -a la espera del recambio de la cancillería al mando de Olaf Scholz-, reafirma su decisión adoptada de acabar con las centrales nucleares y térmicas para apostar en su lugar por las renovables, aunque tampoco quiere renegar del gas ruso, considerado combustible fósil.
En ese litigio sobre la taxonomía del gas y la energía nuclear como fuentes energéticas limpias, Alemania calla y, ni la saliente Merkel ni el entrante Scholz optan por abrir la artillería diplomática contra París por defender la energía nuclear que entretanto ya se han sumado nuevos adeptos a la causa gala como Polonia, Hungría, Chequia, Eslovaquia, Finlandia, Rumania y Bulgaria. Estos países pro-nucleares, bajo la batuta francesa, buscan ganarse la implicación de la Comisión europea y argumentan que la transición energética hasta la descarbonización aspirada no será posible alcanzar sólo con las renovables, y por ello defienden la postura que los reactores nucleares son energías limpias porque no emiten C02 a la atmósfera. Obviamente se hace caso omiso al aspecto de los riesgos de sus residuos y su tratamiento, que casi nadie quiere asumir pero que hasta hace poco se exportaba al tercer mundo.
De admitirse esa transición verde con la nuclear, Berlín vería cómo pierde un importante volumen de negocio exportador. Por un lado, por el cierre declarado hace unos años de todas sus reactores nucleares en favor de las renovables a raíz del accidente en Fukushima en Japón en el 2011. Y por otro lado, por depender energéticamente del exterior y dejar de ser autosuficiente.
Por eso el descontento alemán a la apuesta gigantesca del vecino país galo por las nucleares cuando han cerrado las suyas tras haber confiado que sería secundado por la mayoría de los 27 de la UE, se hace con la boca pequeña. Y es que Berlín ha hecho una apuesta fuerte por el gas ruso de NordStream 2 para calentar sus calefacciones e industrias que en breve llegará a los hogares germanos, a pesar de las crecientes oposiciones de sus aliados en la UE y en la OTAN.
Por otro lado, esta disputa si no se resuelve pronto pone en riesgo los millones de ayudas a la reconstrucción (Europa Next Generation) previstas por un momento total de 750.000 millones de euros que en buena parte (unos 250.000 millones) deberán canalizarse para fomentar la economía verde. De declararse verde la nuclear, París aunque sin reconocerlo abiertamente, confía en captar dinero fresco para el plan de expansión de sus minicentrales atómicas. Desde la Comisión Europea, para contentar ambas posiciones antagónicas, estaría preparado al parecer el compromiso de la taxonomía europea declarando la nuclear y el gas como fuentes sostenibles.
“ES LA TAXONOMIA, ESTUPIDO”
De declararse la energía nuclear y el gas como fuentes verdes (en contra de lo que se había pensado hasta la fecha) según el concepto de la taxonomía, se daría la incongruencia de estar favoreciendo a unos países que mantienen y potencian los reactores frente a los que decretaron el cierre en favor de molinos y paneles solares, dejándose llevar por corrientes eco-pacifistas y adeptos a Friday for Future.
Los Verdes europeos, acérrimos antinucleares, son los más críticos con la postura de París, que anunció hace muy escasas fechas la idea de “Reinventar la energía nuclear” y Macrón calificó su plan energético en favor de las minicentrales atómicas como un modelo histórico para mantener intacta en el futuro la independencia energética en Francia.
En el seno de la Comisión Europa hay voces francesas que aunque admiten que la nuclear no es una fuente energética verde en el sentido estricto por el problema de los residuos, sin embargo es “útil para la transición ecológica hasta la sostenibilidad plena”. A cambio, París haría la vista gorda al gas ruso que llegue a Alemania. La presidenta de la Comisión, la alemana Ursula von der Leyen, ya adelantó al respecto que la UE necesita una fuente energética estable de cara al futuro (incluyendo tanto al gas como a la atómica), adelantando así su propuesta en taxonomía que dará a conocer próximamente.
Mientras llega, lo que no se quiere es poner en riesgo los millones de fondos de inversión verdes de capital privado que están a la espera de hacerlo en actividades sostenibles. Declarar una fuente de energía verde determinada frente a otra puede comprometer seriamente la rentabilidad de dichas inversiones y provocar llegado el caso un derrumbe bursátil y financiero. Algunos traen por ello a la memoria aquel famoso eslogan de Clinton en las elecciones presidenciales de 1992 cuando declaró: “Es la economía, estúpido”.
Con tanta atención a las energías limpias, Europa se olvida pronto de la taxonomía y de dar una respuesta común a la transición verde hasta alcanzar una economía neutral climáticamente hablando.
Berlín es consciente que París no secundará su papel antinuclear, pero pagará muy cara su decisión de cerrar todas sus plantas atómicas y de carbón mientras compra gas ruso, al traer como consecuencia, al igual que en España, el hecho de tener que importar una buena parte de su energía de su vecina Francia procedente de las centrales nucleares. La razón: no siempre hace sol en el cielo alemán ni corre el viento para satisfacer una demanda energética que se disparará cuando todos se conecten al enchufe.
Lo que esta disputa interna deja claro es que la UE vuelve a caer en una nueva disparidad conceptual y estratégica como la falta de consenso en la lucha contra el cambio climático dentro de la Agenda Europa 2030. España, como en muchos frentes, se mantiene al margen sobre la taxonomía, porque de momento apuesta por el gas argelino por un lado y por las renovables mientras renegamos de la nuclear, al menos por ahora, por miedo a hacer peligrar el apoyo de sus socios comunistas de gobierno.
Uno sin embargo se pregunta, si Europa será capaz de nutrirse de tanta energía limpia a base de molinos y paneles solares sin la nuclear para electrificar el campo, la industria pesada, la economía digital, la movilidad eléctrica, el comercio y los hogares de los comunitarios, cuando hay previsiones que apuntan a duplicarse la demanda de energía eléctrica de aquí a unos años. De acuerdo a la Agencia Internacional de la Energía (AIE) la demanda energética mundial se disparará al menos un 30% de aquí a 2040.
Para templar gaitas entre París y Berlín, en Bruselas circula la versión que se está negociando un equilibrio adecuado sobre la taxonomía que determine qué fuente energética es apta o no para la sostenibilidad del planeta una vez superada la transición verde.
UN SISTEMA DE CLASIFICACION SOSTENIBLE
La taxonomía europea podría simplificarse como un sistema de clasificación de actividades económicas ambientalmente sostenibles. En especial pensando en los objetivos marcados en la Agenda Europa 2030. Esta clasificación va a determinar qué actividades podrán ser consideradas sostenibles y cuáles no. Por otro lado, gracias a esta hoja de ruta los inversores tendrán más seguridad a la hora de invertir en actividades sostenibles.
Según aprecia la Comisión Europea, en unos momentos que la economía comunitaria se resiente de los efectos de la pandemia, se hace necesario reforzar urgentemente inversiones en salud pública así como en energías libres de carbono contra el cambio climático. Por ello, en el concepto de taxonomía manejado hasta ahora se pretende incluir al parecer tanto a las renovables (solar, eólica, hidráulica, biomasa, etc), como también a la nuclear y al gas hasta considerar estas últimas como energías verdes y sostenibles.
De ser finalmente así, se zanjaría una disputa entre los partidarios y detractores de la energía nuclear (y el gas como energía fósil) que capitanean París y Berlín respectivamente, con el compromiso de seguir apostando por nuevas fuentes energéticas renovables. Sin embargo Europa parece olvidarse de la dimensión geopolítica de depender de inestables proveedores de gas como Rusia por el norte, en constante conflictos con Occidente a causa de Ucrania, y Argelia por el sur, y que sea utilizado como moneda de cambio para abrir o cerrar el grifo de la llegada a territorio europeo de nuevas olas de migrantes africanos y musulmanes entre otros como hemos sufrido recientemente. Para que luego digan, como antaño con el petróleo, que la energía en la nueva normalidad no domina el mundo. @mundiario