Trump califica el juicio político en su contra como una “caza de brujas”

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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, saliendo de la sala de prensa de la Casa Blanca. / RTVE.es
El presidente ha aprovechado las cámaras de televisión para intentar redimir su culpa. Al ser preguntado sobre el asalto al Capitolio la semana pasada, Trump ha insistido: "No queremos violencia".
Trump califica el juicio político en su contra como una “caza de brujas”

El presidente más polémico de la historia de EE UU sigue dando de qué hablar. Luego de permanecer aislado por varios días, no por la Covid-19, sino por la soledad política en la que él mismo se ha adentrado, el presidente saliente de Estados Unidos, Donald Trump, quien estará al frente de la mayor potencia mundial solo 8 días más, volvió a emitir las declaraciones incendiarias en las que ha basado su retórica desde que llegó a Washington.

La mañana de este martes, Trump salió de la Casa Blanca rumbo a Texas para visitar la frontera sur de EE UU con México, donde está el intento de muro que el magnate prometió como su gran bandera de campaña en 2017 para cortar la migración ilegal desde el país latinoamericano, algo que, evidentemente, terminó siendo uno de los grandes fracasos de su Gobierno, y también una decepción para su base radical de seguidores nacionalistas, xenófobos y ultraconservadores. 


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Ante un grupo de periodistas que lo abordó para obtener las primera palabras del mandatario en público luego del histórico y deleznable asalto al Capitolio, que él mismo provocó, el presidente Donald Trump ha declarado que el segundo impeachment (juicio político) en su contra se trata de la "continuación de la mayor caza de brujas en la historia de la política". 

Reiteradamente, el líder proteccionista se ha encargado de expandir la matriz de opinión de él es una especie de “víctima” del establishment de Washington, la élite política que controla el monopolio de las decisiones en el epicentro del poder de EE UU, por ser un outsider que ha ido en contra de la política tradicional que durante décadas ha dominado la Casa Blanca y el Congreso.

Pero ya con pocas o casi ninguna estrategia para relanzar la fuerza de su discurso, el presidente, silenciado y vetado de toda red social por su incitación a la agitación política desde el asalto al Capitolio, irónicamente habiendo alegado durante cuatro años que no es un político, ha aprovechado las cámaras de televisión para redimir una culpa que podría aceptar explícita o implícitamente. Al ser preguntado sobre la toma del Capitolio la semana pasada, Trump ha insistido: "No queremos violencia".

Aun así, Trump sigue jugando a confundir y a minimizar la magnitud social y política de sus palabras, que mientras él siga siendo el presidente de EE UU, tendrán mucha repercusión. El republicano ha denunciado los esfuerzos de los demócratas por responsabilizarlo: "Creo que eso está provocando una gran ira y un gran peligro para el país", afirmó el presidente. 

Sin embargo, Trump omite la ira, el peligro y la división que se expandió en todo EE UU gracias a sus acusaciones infundadas de un fraude electoral que no existe, lo cual creó una especie de narrativa basada en “el pueblo contra el sistema” para “salvar a Estados Unidos”. De hecho, así denominó el presidente la marcha que derivó en el asalto al Congreso: “Save America”.

Unos minutos después, tras llegar en helicóptero a la Base Andrews, Trump afirmó que su discurso del miércoles en el que instó a los simpatizantes a dirigirse al Capitolio había recibido buenas críticas: "La gente pensó que lo que dije era totalmente apropiado", señaló. 

Ese ‘statement’ de un mandatario aislado por la decena de funcionarios de su Gabinete que han renunciado para no verse salpicados por complicidad en el atentado contra la democracia del 6 de enero, es apoyado por el ala radical del Partido Republicano, que aún comulga con Trump y se perfila como el posible cisma de una fuerza política centenaria en lo que el propio hijo del magnate ha definido delirantemente como “el Partido de Trump”. Pero nada más lejos de la realidad. Donald Trump no se asemeja ni en lo más mínimo al expresidente Abraham Lincoln, fundador del Grand Old Party. 

Trump también ha arremetido contra Twitter y las demás redes que lo han silenciado estos días: "Están cometiendo un error catastrófico. Están dividiendo y polarizando y están demostrando lo que he denunciado desde hace mucho tiempo". 

Lo cierto es que la fragmentación de la política y de la sociedad estadounidense vienen dadas por la influencia que todavía tiene Trump en la movilización de un sector que durante años permaneció escondido e implícito en el foco público, pero que ahora está en el ojo del huracán político en sistema democrático liberal que ha sido subvertido por la primitivización de la política y el discurso, precisamente, de la antipolítica promovida por un líder que se ha convertido en una figura de culto, actual presidente saliente de Estados Unidos. @mundiario

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