En tiempos de crisis y de precariedad económica, la política siempre se resiente

José Manuel García-Margallo.
José Manuel García-Margallo.

¿Tienen algún tipo de soluciones globales o parciales los políticos actuales –ya sean del gobierno o de la oposición– para mitigar o responder a los graves desafíos a los que se enfrenta la sociedad española?

En tiempos de crisis y de precariedad económica, la política siempre se resiente

Mientras España se arriesga ante unas terceras elecciones, con un gobierno en funciones de casi 1 año,  con el principal partido de la oposición totalmente destrozado y con los separatistas catalanes aprobando leyes de desconexión, de referéndum y constituyentes, nos encontramos con Margallo gritando en la ONU que antes de lo que nadie se imagina “pondrá la bandera española en Gibraltar”. Luego observamos en el CIS la preocupación de los ciudadanos no ya por estar sin gobierno efectivo (algo mucho más grave de lo que se piensa), sino por la calidad de los políticos en general, los partidos y la política. Es evidente que en tiempos de crisis y de precariedad económica, la política siempre se resiente y es señalada como la culpable de todos los males que aquejan a una sociedad. Pero no podemos negar que con ministros como el de Exteriores es casi imposible que exista alguna esperanza de recuperar la confianza en el sistema político por parte de la ciudadanía. 

Debemos partir de una realidad que nadie se atreve a decir pero ineludible: los políticos se enfrentan a ciertos problemas para los que no tienen inmediatas soluciones. Si esto es algo aceptable desde el punto de vista humano, otra cosa muy distinta son aquellos políticos que necesitan crear y alimentar ciertos problemas que les permiten seguir sobreviviendo en su carrera personal hacia la gloria y en la carrera colectiva hacia la nada. ¿Tienen algún tipo de soluciones globales o parciales los políticos actuales- ya sean del gobierno o de la oposición- para mitigar o responder a los graves desafíos a los que se enfrenta la sociedad española? Porque en el caso de que los tengan da la impresión de que no se preocupan en aplicarlos; y en el caso de que no, parece que tampoco les preocupa trabajar para encontrarlos. 

La consecuencia de este juego de palabras es que la democracia y la política dejan de interesar y proteger a la gente cuando dejan de serles útiles, llevando esta ecuación a la resolución conocida: el vacío que deja un concepto o un instrumento siempre es llenado por otro, apareciendo así los liderazgo fallidos y propios de caudillos demagogos que utilizan los sentimientos más primarios de las personas (el odio y la necesidad) para ahogarlos en ese “estado de naturaleza” advertido por Hobbes y que desemboca en la oclocracia definida por Polibio. La degeneración de la democracia empieza cuando nos cegamos tanto en nuestro derecho a “ser oídos” que olvidamos otro derecho igualmente importante, que es el de escuchar a los demás. Por mucho que reivindiquemos la titularidad de tomar nuestro timón y ser nosotros los capitanes del destino, le es imposible llegar a ningún sitio provechoso a quien no sabe a dónde quiere ir o a quien sucumbe a cantos de sirena irreales y fraudulentos. 

Cuando el listón del debate se establece en su máxima expresión es inútil el diálogo y la reflexión dialéctica dentro de un marco político o partidista

Por esto mismo, cuando el listón del debate se establece en su máxima expresión es inútil el diálogo y la reflexión dialéctica dentro de un marco político o partidista. Cuando se consigue imponer como doctrina infalible que “abstenerse o negociar con el PP es traicionar al socialismo y apoyar a Rajoy”, transformamos la esencia de la democracia en una especie de veto histérico donde la capacidad de bloqueo, que solo debe ser usada como último recurso en el sistema, se convierte en la naturaleza del mismo. 

La democracia consiste en que las minorías no bloqueen a las mayorías de manera irresponsable mientras las mayorías no pueden aplastar a las minorías de manera legal y legítima. Es un principio tan básico para el funcionamiento normal del sistema democrático que no podemos confundirlo con nuestros deseos o exigencias morales sobre el adversario que pueden no ser compartidas por un número mayor de ciudadanos. 

Así, esto de Gibraltar por parte de Margallo me recuerda al debate eterno, y que ahora algunos quieren resucitar de manera ridícula, acerca de la vuelta al “marxismo” por parte del PSOE, cuando no el “abandono del marxismo” como causa de todos los males del socialismo español. Cuestiones absurdas, innecesarias, que no aportan nada al futuro de la sociedad pero que logran anclarnos en este presente donde no caminamos hacia delante si no es de frente hacia atrás. España necesita un gobierno, una oposición y una democracia que funcione. Sé que llegados a este punto lograr esta meta tendrá costes muy amargos para muchos, pero el sacrificio personal es a veces un imperativo del deber político bien entendido.

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