La jugada de Galán

Ignacio Sánchez Galán. / Iberdrola
Ignacio Sánchez Galán. / Iberdrola
Dicen que un tal Sánchez Galán, poco galán y menos galante, urdió clavar un rejón en el pecho del Presidente del Gobierno y del partido que lidera y de paso en la coalición gobernante.

Decía Orwell hace ya más de un siglo, que decir la verdad sería un auténtico acto revolucionario.  Ciertamente  es lo que parece en una sociedad concienzudamente anestesiada para que acepte que la verdad es algo de escaso relieve. Se la sustituye por sucedáneos adulterados, tan expandidos que finalmente se vuelven dogmas de fe en conciencias acorchadas. Algo que bien refiere una reflexión cervantina,  “la falsedad tiene alas y vuela, y la verdad la sigue arrastrándose, de modo que cuando las gentes se dan cuenta del engaño ya es demasiado tarde”.

A través de senderos  escabrosos, la reiteración de la impunidad se muestra roca frente a cualquier intento de limpieza. Se multiplican manejos manipuladores, aderezados para calar como lluvia fina en las conciencias escasamente concienciadas, invitando al fatalismo que aboca a aceptar la indignidad moral  como algo natural con lo que convivir.

Solo cabe añorar el tiempo de las bárbaras naciones en que “de las cruces colgaban los ladrones”,  y resignarse a aceptar que “en el siglo de las luces del pecho del ladrón sigan colgando las cruces”… Y que dos siglos transcurridos nada importan mientras sigan anfitriones prestos a uncirse como mulas para arrastrar el carruaje de un Borbón, da igual Fernando VII o cualquier otro, (sería tarea ingente e ingenua, hallar diferencias mayores a matices), al grito apasionado de “Vivan las caenas”….

Demasiados escándalos sin consecuencias, sin reprobación ya no legal sino moral, degradan las instituciones convirtiendo el reino borbónico en lo que es su tradición, covachuela de botarates, picaros y ladrones. La ausencia de responsabilidad destruye la grandeza moral y erosiona peligrosamente los pilares sobres los que debe sustentarse una sociedad democrática.

Conocer actuaciones como la protagonizada por un profesor universitario al que se le supone una nivel intelectual que era de confiar se acompañase de similar nivel moral, desmoraliza a una sociedad ya muy desasosegada. Un personaje que pasó dos décadas fustigando sin descanso el compadreo de la política con sectores económicos estratégicos en detrimento siempre de las clases populares, alardeando desaforado que no tenía precio,  en escandaloso parto de los montes, vino en dar que hincaba su hocico ante un sustancioso plato de lentejas…Que dicen que entre picos, palas y azadones no bajan de casi 500.000 lentejas anuales las que hallará en su estrenada pocilga de engorde. Demasiadas lentejas para una moral incapaz de resistirse ante tal laxante.

Dicen los de que ello saben que entra en su nuevo establo para limpiar la imagen de la compañía (Iberdrola), que atraviesa unos momentos delicados de reputación debido a la crisis energética, liderando una nueva estrategia comunicativa. Cabe preguntarse con cierta ironía quien será el que consiga limpiar la reputación del “limpiador”. Un tal Carmona que compitió con Carmena y que muestra estar en las antípodas morales de esta.

Dicen también que un tal Sánchez Galán, poco galán y menos galante, urdió con la complicidad del propio, clavar con ello un rejón en el pecho del Presidente del Gobierno y del partido que lidera y de paso en la coalición gobernante, utilizando al afanado “socialisto” tan cerca de Tamayo como lejos  de Pablo Iglesias, y dañar de paso la imagen socialista.

Será utópico, pero es bello soñar, pues nos dice Cervantes  “el sueño es el alivio de las miserias para los que las sufren despiertos”,  que llegará el día en que no será un corrupto rodeado de corruptos internacionales en una Convención ambulante que más pareciere tener aroma de quilombo  en acepción lunfarda, quien de pautas de regeneración moral de la sociedad.

Sería utópico pero es bello soñar, que un día se desenmascarará a los Torquemada de pacotilla que lideran moralinas a caballo de la difamación, la calumnia y la insidia y queden desnudos en la plaza mostrando su infame caricatura.

Sería bueno que un día la verdad, la que Orwell considera acto revolucionario, se abra pasa para ignominia de tanto miserable… Pero en tanto sigan recordando  a Machado, “En España lo mejor es el pueblo. Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva.” @mundiario

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