¿Asume la sociedad y la clase política que todos vamos a tener que cambiar de vida?

London, January 26, 2020. People wearing a face masks to protecting themself because of epidemic in China. Selective Focus. Concept of coronavirus quarantine. MERS-Cov, middle East respiratory syndrome coronavirus, Novel coronavirus 2019-nCoV. (London
Nos esperan cambios en la vida cotidiana
Esperemos que la crisis económica que nos espera la afrontemos todos y no los de siempre; pero ¿está preparada la clase política para la parte que le toca?
¿Asume la sociedad y la clase política que todos vamos a tener que cambiar de vida?

Yo mismo me asombro de mis actos. Cada madrugada y cada mañana buscamos los datos de la evolución de la pandemia en España y en el mundo y nos sentimos aliviados si decrece el número de muertos. Estamos presos de la estadística y no nos damos cuenta de que cada muerto cuenta, que es una persona, una vida con familia, con ilusiones, con compromisos. Es una tragedia. Vivíamos seguros en nuestro mundo, con nuestro confort y percibimos que nuestra rutina era prestada, que somos pasajeros permitidos en una nave llamada Tierra. Pero, ¿aprenderemos? Ha bajado la capa de ozono un 30 por ciento y ha desaparecido la contaminación de las ciudades. ¿Se hubiera podido lograr a otro precio?

Vamos a cambiar nuestra vida y a prescindir de muchas cosas. Los que, como yo, que superamos los 70 años, recordamos aquella España de la larga posguerra hasta mediados de los 50, la España de la autarquía, con fresqueras en las casas, felices con lo poco que había y la gran fiesta el día que tu padre compraba una radio. Era el progreso y la modernidad. Nuestras madres y abuelas ahorraban, te regalaban unos lápices por su cumpleaños y un camión de madera por Reyes. Y eras feliz. En casa no se tiraba nada, todo se aprovechaba. En las ciudades frías se hacía vida en la cocina. Y éramos felices. A mí me gustaba ir a alguna boda porque en los entremeses daban salchichón. Merendábamos pan con aceite, mortadela o una once de chocolate. Y éramos felices.

Seamos conscientes de que la crisis económica que se está gestando la vamos a pagar entre todos. Bueno, como siempre, unos más que otros. Pero hemos tenido mala suerte. La covid-19 nos coge desprevenidos y con la clase política de peor nivel de la historia moderna de España, ya veas a un lado o a otro. Nadie duda de que una pandemia como la que nos asola habría cogido igual de desprevenida a al partido o coalición que fuera la que gobernara en ese momento. Porque a nadie se lo tomó en serio pese a las señalas que nos llegaban del exterior. Y el primer aviso fue la suspensión del salón de la electrónica de Barcelona.

El siete de febrero, España recibió un mensaje que no se quiso entender. El fabricante sueco Ericsson, uno de los principales proveedores de todos los operadores de telefonía móvil del mundo, anunciaba que no participaría en el salón mundial de telefonía móvil de Barcelona para garantizar "la salud y seguridad de empleados y participantes" debido al nuevo coronavirus. Pero ya antes se había salido la empresa electrónica surcoreana LG Electronics para preservar "la seguridad de sus empleados, socios y clientes". Y aquí no se hizo caso y se siguió como si nada, calculando que 109.000 personas de todo el mundo vendrían a Barcelona del 24 al 27 de febrero.

¿Por qué ante estos serios avisos, que al final obligó a suspender el salón, no se tomaron las primeras precauciones? Es evidente que el país no estaba preparado y huelga ahora abundar en el modo en que se siguieron enjaretando errores en todos los niveles de las diversas administraciones del Estado. Y sin estar seguros vamos a asumir nuevos riesgos. A ver qué pasa.

Nuestra vida va a cambiar no sólo en la rutina cotidiana y las relaciones sociales. Va a cambiar en nuestros recursos para vivir, lo que va a afectar a las clases media y baja, esencialmente. Y la nación en su conjunto no puede permitir que miles de familias pierdan su derecho a una vida digna, a un estándar de recursos como los que teníamos antes de esta crisis. Y hemos de hacernos a la idea de que eso tendrá que repercutir en la vida del conjunto, pero también la clase política debe renunciar a privilegios y sinecuras y reorientar el modo en que empleamos los recursos del Estado, estableciendo prioridades a las que se deben sacrificar otros intereses.

La contaminación complementaria

Hay una contaminación complementaria que perturba el ambiente, que lo envenena. Es la escasa categoría de la política. La falta de información, los virajes y las contradicciones de unos, la presión sin cesiones de otros, sin alternativas y sin la menor voluntad de entenderse deriva en un panorama desolador. Todos han cometido errores y, sin duda, de cambiar los papeles, con la tropa que enrola, no creo que el PP lo hubiera hecho mejor que el gobierno de coalición.

Y aceptemos el papel de la ciudadana. Vamos a ser, somos “conejillos de indias”. Todo eso de las fases es un proceso de experimentación al que se va a aplicar el conocido principio de: ensayo o experiencia, error, rectificación. Pero, ¿a costa de qué? No hay un plan definitivo, no puede haberlo, sino de fases de ensayo.

Yo pediría dos cosas: A los que critican al Gobierno, un poco de tregua y, en todo caso, moderación y objetividad. Yo creo que quiere vencer a la pandemia y salvar vidas. Que la política de comunicación del Gobierno ha sido deficiente no sólo con la población, sino con la propia oposición es cierto. Pero se debe rebajar la presión en la medida que se ha ido cambiando. Los que apoyan al Gobierno o militar en los partidos coaligados deberían ser un poco más prudentes a la hora de cerrar filas sin el menor sentido crítico o, lo que es peor, convertir en artículos de fe las manipulaciones interesadas cuando no las mentiras para dar una sensación de ejemplaridad y eficacia que no se corresponde con la realidad.

Y vamos a tener esperanza. Y aprender, aprender y aprender para lo que nos puede sobrevenir en el futuro.

Pero, ¿está la clase política preparada para asumir que también ellos tendrán que cambiar de vida?

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