La vida sigue igual

Guerra de Ucrania. / WikiImages en Pixabay
Guerra de Ucrania. / WikiImages en Pixabay

La guerra de Ucrania ha pasado a ser una noticia de tercera, de esas que se comentan durante unos segundos en el bar.

Más de cien días de guerra en Ucrania. Cien días en los que han sucedido muchas cosas en nuestro país, demasiadas, aunque generalmente nos quedamos con aquellas que menos nos comprometen, olvidando los aspectos que amenazan nuestro presente y que condicionarán el futuro inmediato de nuestra vida.

La incertidumbre económica, con el BCE anunciando una importante subida de los tipos de interés, la gasolina superando los 2€ el litro y una inflación por encima del 8% que aventura tiempos difíciles para las familias españolas. Aún así, parece que lo único que nos preocupa es prepararnos para las vacaciones de verano, alimentando, eso sí, el orgullo patrio con la decimocuarta Champions del Real Madrid y la impagable victoria de Nadal en Roland Garros, que durante unas horas, reconozcámoslo sin avergonzarnos, consiguió iluminar la sombría realidad.

Así somos, una sociedad voluble que despeja la congoja y no se deja acompañar de la verdad si eso supone renunciar a las cañas y unas tapitas en cualquier terraza. Y mientras tanto, muy lejos de nuestros problemas, en Ucrania prosigue una guerra que no se dirime con dinero -o quizá al final sí-, sino con la sangre de un pueblo agotado que sigue exigiendo una ayuda que nunca llega.

Quizá aún ni se han enterado que Europa se olvidó de ellos desde el mismo momento que comenzó el conflicto. Están mas solos que los de Tudela. Ya ni siquiera quedan los gestos grandilocuentes de los distintos presidentes de gobierno alardeando de conciencia mientras Zelenski y los suyos se juegan la vida cada día. Continúan clamando por la intervención internacional con el mismo efecto de un predicador en el desierto pero nuestros oídos se han cerrado tan rápido que hasta Putin, que ya se equipara con el zar Pedro el Grande, se frota las manos celebrando el éxito de un plan que solo él conocía y que debilita cada vez más al mundo occidental. Así están las cosas. ¿Otra caña? @mundiario

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