Las pensiones públicas en España y otros sistemas complementarios

Manifestación de pensionistas en Bilbao.
Manifestación de pensionistas en Bilbao.
Habría que pensar en una fórmula que evite agravios entre trabajadores y que se proteja a todos por igual, garantizando que la percepción futura de una pensión pública, complementada con un “fondo”, asegure el Estado del bienestar.
Las pensiones públicas en España y otros sistemas complementarios

El problema de las pensiones en España es un tema siempre de actualidad permanente, y en los últimos meses hay varias declaraciones del ministro Escrivá alertando sobre las distintas reformas que son necesarias para poder hacer frente a la situación que nos vamos a encontrar dentro de un par de años. 

Así pues, en este escenario en el que nos encontramos me gustaría recordar alguno de los problemas que se avecinan y de las posibles soluciones que paliarían la gravedad del impacto que pueden provocar.

No hace falta insistir en lo que supone la evolución demográfica en nuestro país, pero sí que hay que recordar alguna cuestión, para valorar adecuadamente las respuestas que se vienen manejando.

Desde EAL (Economistas Asesores Laborales, del Consejo General de Economistas) lo hemos dicho en reiteradas ocasiones y con alguna antelación, que hay especialmente tres factores desencadenantes de la tormenta perfecta.

 El baby boom de los años setenta provocará un importante aumento en el número de pensionistas en la década de 2035-2045.

La baja tasa de natalidad, termina por agravar el problema de la pirámide poblacional, ya que la misma se ensancha en su parte alta, por el aumento de la esperanza de vida, y se estrecha en la base por la baja natalidad.

Se retrasa la incorporación al mercado de trabajo de los jóvenes, que en muchos casos no empiezan a cotizar a la Seguridad Social hasta los 35 años.

Estas tres cuestiones señaladas, nos permiten identificar los problemas que van a provocar en el sistema, y de manera paralela comentar posibles soluciones que sirvan para resolver las dificultades surgidas.

En primer lugar, se agravaría el desequilibrio del sistema de reparto, ya que el principal argumento del sistema para su correcto funcionamiento, es que haya un perfecto equilibrio entre las cotizaciones y los perceptores de prestaciones; de manera especial pensionistas.

En segundo lugar, el retraso en la incorporación de los jóvenes al mercado de trabajo va a provocar un acortamiento de su carrera de cotización a la Seguridad Social, que inmediatamente les reducirá los derechos en sus futuras pensiones de jubilación.

Así pues, debemos empezar a valorar alguna de las soluciones que se vienen manejando desde hace tiempo, que no resultan en algún caso muy populares, pero no por ello vamos a dejar de comentarlas.

Si ligamos el aumento de la esperanza de vida, con la baja tasa de la natalidad, no debería resultar tan cuestionada la idea de aumentar la edad de jubilación, ya que un pensionista consumiría en casi 10 años las cotizaciones aportadas, y ante una esperanza de vida de 80 años, y una jubilación a los 65 años, a partir de los 75 años se le estaría “regalando” la pensión, ya que habría consumido sus aportaciones durante los 10 años anteriores. Por lo tanto, parece inevitable que se aumente la edad de jubilación, por mucho que la medida resulte impopular.

Pero esta medida no va a ser suficiente, ya que además hemos de pensar en las otras cuestiones señaladas, el número de cotizaciones no va a crecer en la misma medida que el número de pensionistas y además las carreras de cotización de los jóvenes van a ser más cortas. Ello provocará otra consecuencia del mismo desagrado popular, que es el de recortar las prestaciones. Las herramientas que pueden permitir el recorte son varias; a título de ejemplo, utilizar toda la vida laboral para el cálculo de la base reguladora, exigir más años de cotización para el 100% de la pensión…. y que, en cualquier caso, se trataría de recibir pensiones más bajas que en la actualidad.

Y aquí es donde tenemos que empezar a encajar una de las recomendaciones que se nos viene haciendo desde hace tiempo; la posibilidad de complementar la pensión pública con el ahorro privado para poder tener el día de mañana una garantía en el mantenimiento de poder adquisitivo.

La dificultad que puede surgir es que no todo el mundo tiene capacidad de ahorro para generar un sistema complementario de la pensión pública. Por lo tanto, habría que pensar en una fórmula que evite diferencias y agravios entre trabajadores y que de alguna manera se proteja a todos por igual, garantizando que la percepción futura de una pensión pública complementada con un “fondo”, asegure el estado del bienestar.

La mochila austriaca

Con el paso del tiempo cada vez se está haciendo más popular la “mochila austríaca” en nuestro entorno, cuando resulta evidente que su propio nombre indica la procedencia y lugar de aplicación.

Por ello quiero aprovechar para valorar de una manera distinta a la que se hace habitualmente, la ventaja que puede aportar a nuestro sistema de reparto, la incorporación de “la mochila austríaca”.

Dejando a un lado su utilización como herramienta indemnizatoria para el despido, me quiero centrar en señalar sólo las ventajas que puede aportar como sistema complementario de la pensión.

Para no generar suspicacias, vamos a suponer que sea obligatoria la aportación al fondo de la mochila para todos los trabajadores, de manera que todos tengan acumulada en ella las aportaciones que correspondan a su vida laboral.

No olvidemos que, en el escenario actual, no existe este complemento, y sólo el trabajador que haya tenido capacidad de generar ahorro puede complementar la pensión para garantizar su poder adquisitivo. De tal manera que, con lo acumulado en el fondo de la mochila austríaca, todos los trabajadores verían complementada la pensión, e incluso el que tenga una mayor capacidad de ahorro lo podría incrementar.

Como conclusión, me parece importante y urgente que se tomen medidas y se permita la puesta en marcha de la mochila austríaca, pues sería una importante ayuda para resolver una parte del problema que se nos viene encima. Cuanto antes empecemos con la generación del fondo, más capacidad de respuesta tendremos para hacer frente a las dificultades que nos esperan en los próximos años.

Por tanto, sería una buena noticia que en el corto plazo hablemos de una mochila propia, con apellido español. Pues parece que hay voluntades para incorporarla a nuestro sistema, posiblemente con algún matiz que la pueda diferenciar de la austríaca.

En más de una ocasión desde el Consejo General de Economistas, hemos defendido su implantación porque podía suponer una serie de aportaciones que ayudarían a mejorar algunas debilidades de nuestro modelo. Entre otras, podemos citar las siguientes:

> Fomentaría la creación de un modelo único de contrato, eliminando la dualidad actual.

> Generaría confianza en el sistema para la movilidad laboral.

> Fortalecería el sistema de pensiones al poder contar con un sistema complementario de ahorro.

> Se eliminarían los agravios comparativos existentes en nuestro modelo de relaciones laborales, con el cobro de las indemnizaciones por despido.

Es verdad que la dificultad estaría en determinar las aportaciones a realizar por parte del Empresario y los Trabajadores, así como la implementación progresiva de la mochila. Aunque también es cierto que como casi siempre cuanto antes se haga antes se conseguirá vencer estos miedos.

El profesor del IESE Sandalio Gómez, en una comparecencia en el Consejo General, fue quién nos recordó que es en 2002 cuando en Austria, se implanta la mochila, el escenario que había era de preocupación por las pensiones públicas y además una fuerte dualidad en el mercado de trabajo. La experiencia austríaca ha sido muy positiva, porque además con su implantación se fomenta la movilidad laboral, ya que desaparecen los miedos por parte del trabajador en la pérdida de derechos, y además se complementa el sistema público de pensiones, mejorando el poder adquisitivo del pensionista.

Sombras y luces

Es verdad que hay sombras además de luces en la puesta en marcha de la mochila, porque no es baladí el establecer quién ha de asumir el coste de la misma, aunque parece lo más apropiado un reparto de la carga entre las tres partes implicadas: la empresa, el trabajador y el Estado. En este punto también me parece muy interesante la explicación dada por el Profesor Sandalio Gómez cuando nos dice que no se trata de una renuncia de derechos, como muchos representantes sindicales dicen, sino  que se trata de un intercambio en donde la desaparición gradual de la indemnización por despido se sustituye por un complemento al sistema público de pensiones, de tal forma que además elimina agravios comparativos que ahora mismo se producen cuando sólo van a cobrar alguna cantidad los trabajadores que sufran un despido, y los demás se jubilarán sin cobrar nada de nada, solamente la pensión, mientras que con la mochila todos los trabajadores sin excepción siempre cobrarían el importe aportado al fondo de su mochila, en el transcurso de su vida laboral o en el momento de la jubilación.

Para terminar con la exposición del profesor Gómez, me parece conveniente recordar su comentario sobre la posición que ocupa España en Europa, en cuanto a que aquí tenemos el coste del despido más alto, y que para superar y vencer los miedos de la implantación de la mochila no queda otra alternativa que un acuerdo de voluntades entre las diversas partes implicadas.

En cuanto a otras opiniones vertidas en el Consejo General, recuerdo también la intervención de Alvaro Granado, responsable del área Laboral de KPMG, pues me parece que son tremendamente interesantes las cifras que nos mostró con los datos relativos a los diferentes escenarios que se podrían dar con la implantación de la mochila y las aportaciones que se fijaran como obligatorias. Así como también el futuro que nos espera con las pensiones públicas, ya que resulta evidente que la incorporación de la mochila ayudaría muy mucho a paliar el importante quebranto que se producirá en el poder adquisitivo de los pensionistas a futuro. Por lo que se refiere a la eliminación de la indemnización por despido objetivo, en la simulación realizada por Alvaro se determina que a los 18,25 años se alcanzaría el tope de la misma habiendo realizado aportaciones a una tasa del 5,48%. Esto podría tener una lectura negativa, como antes hemos comentado, especialmente desde una óptica sindical, pero sin embargo también la tiene positiva en cuanto a que son derechos ficticios ya que si el trabajador se jubila sin haber realizado ninguna aportación a la mochila no se llevará más que la pensión, y en el otro caso se llevará las aportaciones más los rendimientos financieros generados durante toda su vida laboral.

Así pues, estas aportaciones realizadas por el profesor Sandalio Gómez y Alvaro Granado , nos ayudan a concluir de una forma categórica con una idea que ya venimos repitiendo desde hace tiempo desde el EAL, es necesario ajustar el sistema público de pensiones, y va a resultar inevitable que pensemos en que las tasas de sustitución de las mismas se va a ver recortada, lo cual también provocará pérdida de poder adquisitivo por parte del pensionista, por eso tiene tanta importancia la implantación de la mochila, porque nos asegura un sistema complementario de la pensión pública, sin exclusión de ningún trabajador, facilitando el mantenimiento del poder adquisitivo, además de las otras cuestiones que también puede  ayudar a corregir: la desaparición de la  dualidad del mercado de trabajo y el fomento de la movilidad laboral. @mundiario

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