Una estrella fugaz –después de la caída–, tercera parte

Marilyn Monroe / Flickr
Marilyn Monroe. / Flickr
Después de la caída fue una obra de teatro escrita por Arthur Miller, donde habla de sus demonios, entre otros, su matrimonio con Marilyn Monroe, pese a que negó su carácter autobiográfico.
Una estrella fugaz –después de la caída–, tercera parte

– Por favor, ven…

Silencio.

– Por favor…

Silencio de nuevo al otro lado del teléfono.

– ¿No puedes… dejar eso tan jodidamente importante que estés haciendo y venir a por mí…?

Se escuchó un clic, señal de que habían colgado al otro lado. Y ella, con su rostro de breves rizos dorados, desordenadamente apoyados contra la almohada, algunos pegados al rostro a causa del sudor, se sentía ¡tan condenadamente ligera...! Jodidamente ligera y esclava a un tiempo. Nadie iba a salvarla de sí misma. Infinidad de imágenes circulaban por su mente, ebria de alcohol y barbitúricos. Diamantes… sonrisas, vestidos de fucsia satén. Guiños a la cámara, una angustia infantil, difícil de describir; como cuando te roban tu verdadero color, y por fin un vestido blanco cuyo suave tejido acariciaba sus torneadas piernas y se elevaba hacia el cielo… Sus sandalias pisaban con firmeza el enrejado que constituía el techo del metro de Nueva York, y ella estaba sonriendo. Una sonrisa blanca y luminosa, una tentación. Y como La tentación vive arriba, ella sentía que paulatinamente ascendía y ascendía, etérea como el aire.

Este 5 agosto de 2022 se cumple el sesenta aniversario de la muerte de esta estrella fugaz. Falleció en su casa de Brentwood, California, en 1962, en circunstancias no del todo esclarecidas.

“A las tres de la madrugada la señora Murray, su ama de llaves, la encontró en la cama en una postura extraña, con el teléfono fuertemente aferrado en una de sus manos y las luces encendidas. Un frasco vacío de Nembutal encima de la mesilla atestiguaba la ingestión masiva de pastillas por parte de la estrella. El médico forense certificó su muerte y expresó su convencimiento de que se trataba de un suicidio. En años posteriores, una auténtica industria del escándalo, de la que formarían parte la prensa amarilla, la de la extrema derecha y un Norman Mailer arruinado y angustiosamente necesitado de dinero, especularon incansablemente sobre la relación entre su muerte y los hermanos Kennedy.

No era la primera vez que había ingerido una sobredosis de barbitúricos combinada con alcohol: exactamente lo mismo había ocurrido en la primavera del año anterior, poco después de la separación de Miller y del estreno de Vidas rebeldes. La policía, extrañamente, no reveló el nombre de la sustancia que había tomado Marilyn, e incautó y rehusó hacer públicas las cintas magnetofónicas de la compañía de teléfonos en que estaban grabadas las llamadas que efectuó la noche de su muerte. Esto no hizo más que confirmar las sospechas de que Marilyn llamó a alguien en busca de ayuda, alguien cuya alta posición pública no le permitía afrontar el escándalo que hubiera supuesto verse envuelto en semejante asunto.”

En efecto, sobre su muerte planean varias sombras y los rumores a gritos sobre su aventura con el entonces presidente de los Estados Unidos John Fitgerald Kennedy. Aunque mi opinión es que algunas personas comienzan a morir desde la infancia, sobre todo si han vivido sucesos traumáticos. Conviven con un complejo de culpa del que no pueden desprenderse y lo reviven cuando surge una ocasión propicia. Y cuando el sentimiento de culpa es grande como una casa, las ocasiones para experimentarlo son infinitas.

Cuando escribí la segunda parte de Una estrella fugaz, me quedé observando la foto de la actriz que MUNDIARIO había puesto en ese artículo. Frente a la sensualidad relajada de la fotografía en la Marilyn de la primera parte, si uno se fija bien, en la segunda, observa a una mujer asustada de su sensualidad. Unos ojos que reflejan una sensualidad interiorizada demasiado deprisa.  Y me vinieron a la cabeza los abusos infantiles que sufrió: sus pupilas cargan todo el desamparo de su infancia, una mirada terriblemente asustada, y al mismo tiempo, sensual. Un avance implacable, en una fracción de segundo, de lo puro a lo maduro sin posibilidad de procesar nada.  Por debajo de esa proyección carnal y voluptuosa, precipitada hacia afuera, el miedo subyace en sus pupilas. La niña desamparada que es en el fondo. Como una niña a la que se hiciese beber una botella de whisky casi sin respirar a la edad de ocho años. La inestabilidad emocional de su madre, sus frecuentes ingresos en un psiquiátrico. Un caldo de cultivo idóneo para no abandonar la oscuridad.   La falta de afecto y los abusos fueron- respectivamente- el alcohol y los barbitúricos que acabaron con su vida.

Así se conocieron

Marilyn Monroe conoció a Arthur Miller en 1955, en una reunión para la grabación de una película sobre un muelle y unos mafiosos,- The hook- un guión que Miller y Elia Kazan (un gran director de teatro y de cine, ya en aquel momento) pretendían llevar a la gran pantalla; ella era todavía una actriz no demasiado conocida, y su agente acababa de fallecer. Pero cuando Arthur Miller ganó el premio Pulitzer, Marilyn Monroe ya tenía una aventura con Kazan; en la lista de invitados del famoso premio fue mencionada como: Kazan girl. La chica de Kazan. Pero este no quiso asistir y pidió a su amigo Arthur Miller que la acompañase en su lugar. Y al verlos juntos bailar el propio Kazan se quedó impresionado. Arthur Miller, no obstante, estaba casado y se apartó de la "tentación" rubia.

La relación que Marilyn mantenía con ambos amigos era extraña, incluso para Hollywood. Después de tener relaciones sexuales, Marilyn se quedaba mirando la fotografía de Miller (estaba enamorada de él) y Kazan y ella hablaban de Arthur a lo largo de la noche.

Sin embargo, aunque este artículo habla de esta estrella fugaz no se puede entender la fugacidad de su luz sin las sombras de las personas que de un modo otro la acompañaron a lo largo de su vida.

La llamada “caza de brujas” salpicaría a toda la población de los Estados Unidos por acción u omisión y acabaría separando a los dos amigos, por una diferente visión de la actitud que deberían tener ante el Comité de Actividades Antiamericanas, que exigía delatar a compañeros actores o a cualquier persona del mundo del espectáculo, si sospechaban que tenían relaciones con el partido comunista. Kazan se negó a colaborar en un primer llamamiento, pero la segunda vez dio nombres. Antes de su declaración se vio con Miller, quien describe bellísimamente el encuentro con la precisa profundidad del gran dramaturgo que era.” El sol brilló un rato y salimos de su casa para dar un paseo bajo las ramas goteantes de los árboles, envueltos por el aroma de degeneración y regeneración que la lluvia prolongada hace brotar de la tierra en un frío bosque rural. Nunca estaba seguro de lo que significaba yo para él - para Kazan-, pero él había entrado en mis sueños como un hermano y a veces habíamos cambiado una sonrisa de comprensión que escapaba a los demás. Al oírle en aquel brete, comencé a asustarme… ““… me dio la sensación de que allí en el bosque… ante mí, se perfilaba el contorno de una catástrofe muda, porque simpatizaba con él y al mismo tiempo temía por su suerte. Si yo hubiera sido de su generación, también a mí habría tenido que sacrificarme. Y ya no pude pensar más en ello. No podía franquear aquel muro.”

Cuando cuatro años después, Arthur Miller fue llamado a declarar se negó a dar nombres de otras personas por integridad. Y eso distanció a los dos amigos durante diez largos años. Más adelante Marilyn Monroe conseguiría crear una unión simbólica entre ambos. La actriz Madeleine Sherwood lo describe así:” Vi que Marilyn cogía de la mano a Arthur y cruzaba la sala superior del Actor´s Studio y vi cómo cogía la mano de Elia Kazan y juntaba sus manos… En la sala se hizo el silencio, la música dejó de sonar y cesaron las conversaciones.”

Resulta muy revelador de la personalidad la forma en que se trata a los demás, el sentimiento de delicadeza en una simple, pero profunda unión de manos.

 Conocedor de la diva no solo bajo las sábanas, sino de su interior, Elia Kazan dijo de Marilyn: “había en ella una contradicción fatídica. Quería que la reafirmarán en su valía, pero respetaba a los hombres que la despreciaban, porque su opinión sobre ella coincidía con la que ella misma tenía de sí misma.”

Arthur Miller vio, en cambio, su brillo de estrella fugaz Y, ¿quién no se enamora de una estrella fugaz, aunque sepa que su brillo es efímero? Puede que hubiera en Miller un deseo de hacer perdurar el brillo, la voluntad de salvar la luz que veía en ella, algo imposible desde los comienzos de la relación: «(…) Marilyn era para mí por entonces un torbellino de luz, toda ella paradoja y misterio tentador, vulgarota unas veces y otras elevada por una sensibilidad lírica y poética que pocos conservan después de la adolescencia. Había veces en que todos los hombres le parecían niños, criaturas con necesidades primarias que a ella por naturaleza le correspondía satisfacer; mientras tanto, su yo adulto se mantenía al margen y observaba el juego. Los hombres tenían sus necesidades imperiosas y en cierto modo sagradas. Era capaz de contar que en una fiesta dos invitados se le habían echado encima con ánimo de violarla y que había tenido que salir corriendo, pero la verdad de la anécdota era menos importante que la extraña distancia que había entre el suceso y ella. Al final brotaría de esta despersonalización algo próximo a lo divino. Por entonces era incapaz de condenar, ni siquiera de juzgar, a cuantos la habían ofendido, y estar con ella era ser admitido, como salir de un mundo donde la sospecha era de sentido común y adentrarse en un reino de luz purificadora. Carecía de sentido común, pero poseía algo más sagrado, una penetrante clarividencia de la que sólo era consciente a ráfagas: para ella, los seres humanos eran necesidad pura, herida abierta. Lo que más deseaba no era emitir juicios, sino que se la reconociera en una profesión enemiga de los sentimientos y que la aceptaran los hombres que, ciegos ante su humanidad, sólo veían la perfección de su belleza. … “Lo que ignoraba de su vida era de fácil conjetura y creo que sentía más que ella si cabe lo doloroso de sus recuerdos porque me faltaba el pequeño orgullo compensador de haber sobrevivido a una vida como la suya. “

Consciente de su dicotomía destructora, de la que- por su matrimonio con ella- Arthur Miller formaría parte él mismo explicó su fin:

“Sabía que podía caer en una fiesta como una bomba y romper las parejas satisfechas con una sonrisa, y disfrutaba de este poder, aunque no sin reconocer la verdad amarga de que no hay nada eterno. Y se trataba del mismo poder que un día acabaría con ella, pero no todavía, por el momento no.»

¿Quiso Arthur Miller a su esposa, a aquel ser de luz tan contradictorio? Creo que sí, sobre todo a juzgar por estas palabras:

“Eres la mujer más triste que he conocido. Al principio lo tomó como si fuese un defecto; en una ocasión me había dicho que los hombres sólo querían a las chicas alegres. Pero le bailoteó una sonrisa en los labios al darse cuenta de mi intención halagadora. Nadie me lo ha dicho nunca. Nos afianzábamos en el nuevo papel recíproco que jugábamos, como hacen los enamorados, y remozábamos el mundo cada vez que veíamos algo juntos por vez primera, tal y como suelen hacer las personas que nacen de nuevo.”

El ser humano “intenta”, y eso es lo más que puede hacer. No puede decir: yo voy a conseguir que esta relación funcione, porque es de dos. Y Miller también cargaba con sus propios demonios, aunque no tan intensos e incesantes como los de ella.

Además, Arthur Miller poseía el poder catártico que puede proporcionar la escritura y liberó sus propios demonios a través de una obra que vería la luz cuando su ya ex esposa estaba muerta.

Después de la caída fue esa obra; Elia Kazan y Miller se reunieron para plasmarla en el teatro y aunque tuvieron una relación cordial nunca volvieron a ser los amigos que fueron en su día. En el primer acto de esa obra teatral se puede entrever la decepción de Miller por la traición de su amigo encarnando su drama personal en Quentin, el único protagonista de la historia, y en la segunda parte, Quentin discute con su mujer, Maggie, un alter ego de Marilyn Monroe. (pese a que el autor negó tener connotaciones autobiográficas)

Hay una frase dura en la que Quentin dice “Quieres morirte, Maggie, y la verdad es que yo no sé cómo impedirlo. Pero me ha impresionado el pensar que he estado jugando con tu vida basándome en la esperanza idiota de que salieses de ese hechizo. “

Al no poder salvarla, Arthur Miller hizo lo que mejor sabía hacer. Escribir de nuevo un personaje, a la medida de ella, para la gran pantalla: Vidas rebeldes, con tres grandes actores, que estaban muriendo literalmente de rebeldía y aspereza de vida: Montgomery Clift, atormentado por su homosexualidad, Clark Gable y ella, Marilyn.  Miller le dio en un personaje la vida que querría para ella. Paz, y cierto grado de felicidad junto a un hombre maduro, Clarke Gable.  Quizás una especie de padre que Miller sabía que le había faltado a la estrella del celuloide. Raíces, indispensables para poder tener alas.

En sus memorias, Arthur Miller dijo: Ante mis esfuerzos por aliviar su tortura, pensaba ella que se trivializaban sus razones. La verdad es que ninguna película valía para mí el precio de aquella destrucción, mientras que para ella cualquier papel valía literalmente el sacrificio de toda una vida.”

Y era cierto, muy cierto. La luz de los focos era para ella cegadora, abrasadora, un consuelo por su drama, constantemente revivido en su interior. Y aunque la consumía necesitaba esa llama para seguir sintiéndose viva. Ya no quedaba nada de Norma Jean. Toda ella se había convertido en el personaje. Toda ella era la eterna Marilyn. Por suerte nos quedarán sus películas tan eternas como su drama, pero chispeantes como su luz. Por la magia del cine, su sempiterna y sensual sonrisa, aunque fugaz, fotograma a fotograma no muere, sino que revive una y otra y otra vez.  Y cada vez que veamos en el cielo una estrella fugaz, nos acordaremos de las estrellas que- como ella- brillaron con toda la luz de la que fueron capaces.

Fuentes: Fernández Tomás y Tamaro, Elena. Marilyn Moroe. Biografía. En Biografías y vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Los comentarios de Elia Kazan, y Arthur Miller han sido extraídos del artículo Arthur Miller: mucho tiempo después de todo aquello, de Ramón González Correales. Y los de la actriz Madeleine Sherwood del interesante vídeo de youtube, Nadie sin pecado. @mundiario

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