La segunda decadencia de Babel

Representación de la Torre de Babel. / Archivo.
Representación de la Torre de Babel.

Europa es una Torre de Babel en decadencia. Cada conflicto internacional que nos afecta abre el patio de luces de su comunidad de vecinos. El último ejemplo, la pasada cumbre hispano-turca.

 

La segunda decadencia de Babel

La UE se hace la bizca ante los conflictos que nos afectan como entre Argelia y Marruecos, Polonia y Bielorrusia, Turquía y Siria, Reino Unido e Irlanda, las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela. También lo hizo en  el pasado con  la guerra en los Balcanes, con el terrorismo y ahora con el cambio climático, los refugiados, la falta de natalidad, las extradiciones de golpistas nacionalistas en estados miembros, la pandemia y otros muchos dolores de cabeza.

La frontera de los estados miembros de la UE es inviolable, pero cuando adquiere la dimensión de frontera exterior europea, entonces nos asaltan las dudas y las zozobras diplomáticas. Lo hemos visto a menudo. La decadencia de Europa Occidental en parte tiene su origen en este consentido tributo al buenismo socialdemócrata tanto de dirigentes de la izquierda como de la derecha de buena parte del conjunto de la unión.

Un ejemplo que se añade a la cuenta ha sido la reciente visita del presidente del  gobierno Sánchez a Ankara en el marco de la cumbre hispano-turca. Mientras otras cancillerías son tajantes en los anhelos del controvertido presidente turco Recep Erdogan al ingreso en la UE, Sánchez y su gobierno multicolor intenta jugar el papel de mediador sin reclamar principios democráticos básicos por la violación de libertades, derechos humanos y la acaparición de poder presidencial. Pero si en una parte de la Unión la  opinión pública es favorable a bloquear el ingreso de Turquía en la UE, en la nuestra parece que ni está ni se la espera, lo que avala visitas como la de nuestro jefe de gobierno a cambio de algún contrato millonario encubierto.

EL BUENISMO SOCIALDEMOCRATA

Pero el buenismo hipócrita de la socialdemocracia y hasta de conservadores socialistas en la Babel europea, nos lleva incluso a hacer la rosca a regímenes de dudosa legitimidad. Mientras los socios podemitas del gobierno se vuelven exquisitos con algunas teocracias islámicas y dictaduras latinoamericanas, en el caso de la Turquía de Erdogan tragamos a buche lleno con la prisión de miles de opositores políticos, de mandos de las fuerzas armadas, profesores, funcionarios, bomberos y todo tipo de contestatarios por ser sospechosos de un golpe de estado en el 2016 que algunas cancillerías consideran inventada por el propio Erdogan para afianzarse en el poder e imponer sus férreas políticas de control institucional. 

En las alabanzas de Sánchez al gobierno turco durante la cumbre se olvidan también de las represiones  contra la minoría kurda, el rol jugado por Ankara en la guerra de Siria y el chantaje al que sometió a la UE con la llegada masiva de refugiados sirios, kurdos y de otras nacionalidades a cambio de que un cheque de 6.000 millones de euros. Así se las gasta el gran sultán turco, tolerado en la OTAN pero repudiado en la UE, menos por Madrid con el beneplácito podemita, tan críticos con otras dictaduras pasadas en nuestro propio país pero haciendo la vista gorda con las actuales cuando son de su cuerda ideológica o de patrocinio pecuniario.

Desde los tiempos de la Alianza de las Civilaciones inventada por  ZP (supuestamente para combatir el terrorismo internacional islamista) que se encargó de cultivar relaciones de amistad con lo mejorcirto de las dictaduras por doquier, ahora nuestra politica exterior  lustra la imagen del mandatario con más poder de todos los tiempos en la Anatolia central. La actitud de Sánchez, como la de otros mandatarios europeos en otros capítulos,  en el fondo refleja la bipolaridad de la Unión y la falta de una estrategia común en multitud de frentes que no sean la libre circulación de personas, capital y mercancías.

En política exterior, de defensa, pero también en política comercial, fiscal, judicial y energética somos un puro desastre. Tantos años después de la adhesión en el club de los divinos, uno sigue preguntándose quién manda en la UE. Algunos llegamos a la conclusión que no es Bruselas con los presidentes de la Comisión y del Consejo Europeo o del alto comisario para política exterior, sino siempre los mismos: Berlín y París, a los que se suman, según las causas, frugales del norte.

Asistimos impávidos a las dificultades de marcar también una ruta común en la lucha contra el cambio climático. Mientras marcamos por un lado una agenda Europa 2030 hay quienes la dinamitan aspirando a una mayor ambición antes de plazo, otros haciendo valer el lobby nuclear para imponerlo como energía verde, a pesar de que  durante años se apeló al cierre de las centrales nucleares por los graves riesgos que conllevan.

LA DESUNIóN EUROPEA

París ha sabido valer su papel e imponer el criterio respecto a la energía nuclear a la que se han sumado otros socios europeos. La Alemania de Merkel que hereda el socialdemócrata Olaf Scholz y que previamente decretó el cierre de todos sus reactores, igual termina arrepintiéndose porque las renovables no serán suficientes para atender tanta demanda eléctrica en el mundo hiper-electrificado de los próximos años. Y el gas ruso de NordStream II puede estallar en una disputa geopolítica que tensione las relaciones internas de la UE por el papel desestabilizador de Rusia en Europa. No es la primera vez que acusan al régimen de Putín en Moscú de estar detrás de infinidad de ciberataques contra intereses occidentales, intentar provocar pucherazos electorales y hasta financiar presuntamente el procés catalán del golpista Puigdemont y sus adláteres.

De lo que aparentemente no se percata la Unión Europea cada vez más desunida es el desencanto social más allá del pasaporte europeo y viajar sin controles fronterizos. La llegada de la pandemia ha certificado la disparidad de intereses nacionales y la resistencia a renunciar a cierta soberanía por Europa. La Unión, por enésima vez, no está a la altura de las circunstancias. Tampoco lo está a la altura de los conflictos que llaman a sus puertas y al timbre en sus fronteras exteriores. Se ahoga en burocracia, en eternas cumbres urgentes que tienen de “urgentes” lo que tarda en derretirse un iceberg en el polo.

 Tomar una decisión por el principio de unanimidad se ha visto que no funciona y nos arrastra al ridículo internacional. Han tenido tiempo para alterar la toma de decisiones por mayoría cualificada, pero hasta en eso no se ponen de acuerdo. Tenemos un parlamento europeo con   705 eurodiputados que es una Torre de Babel, donde “exigimos” interpelar en nuestra lengua materna para recurrir a pinganillos y a la mayor legión de traductores e intérpretes del mundo en una organización internacional. Se dice que solo en traducir a 23 idiomas la UE desembolsa  una cifra cercana a los mil millones de euros al año. La austeridad europea brilla por su ausencia en unos casos, y en otros arrastra adiposis en burocracia y procedimientos antediluvianos.

Díganme Vds si en la era global de la eco digitalización, la UE que se esfuerza para que  los escolares y estudiantes aprendan idiomas, no es capaz de hablar y discutir literalmente en una sola lengua franca. De la misma manera que cada país cultiva su propia historia, la Unión comparte su tragicomedia con orgullo comunitario.

Ya no quiero referirme a la batalla perdida del español en Europa (que tras el Brexit sigue sin acaparar cuota de influencia en las instituciones), sino más bien al contrario, al crecimiento del idioma de Cervantes en el mundo pero al ostracismo en el seno de la Unión, tanto por falta de sensibilidad entre los inquilinos de la Moncloa como tal vez también por falta de expertos en diplomacia lexicológica. 

A la memoria viene el ridículo internacional en las euro-órdenes (esa joya de figura jurídica adoptada en 2004 como muestra de confianza mutua entre los Estados para asegurar el reconocimiento de decisiones judiciales)  para lograr la  frustrada extradición de los golpistas catalanes en media Europa, que aún se pasean por el viejo continente sin rendir cuentas ante la justicia española. 

En más de una ocasión las solicitudes de la Justicia española fueron rechazadas por reiterados defectos de forma. Habían sido redactadas y enviadas en español en vez de en inglés, porque en la alta magistratura española debieron pensar que en el antiguo Imperio Romano y la actual Babilonia todos hablan latín. 

Como la Torre de Babel, estamos levantando una construcción en la Babilonia europea para alcanzar el cielo, a base de burócratas y antagonismos dispares. Por la senda que vamos, caminamos -como relataban los libros antiguos- a que seamos fuente de soberbia y a ser descrita como entonces “La Gran Ramera”. @mundiario 

Comentarios