Rousseff vuelve a acusar un golpe de Estado en su audiencia ante el Senado

Rousseff podría ser destituida oficialmente en los próximos días.
Rousseff podría ser destituida oficialmente en los próximos días.

La líder socialista presentó su discurso de defensa en la Cámara Alta previo a la votación del martes, en la que será oficialmente destituida tras la votación de 81 senadores. 

Rousseff vuelve a acusar un golpe de Estado en su audiencia ante el Senado

"No lucho por mi mandato, ni por vanidad, ni por el poder. Lucho por la democracia". Con esas palabras inició Dilma Rousseff su comparecencia ante el Senado brasileño en un nuevo paso en el proceso que casi con total seguridad concluirá con su destitución oficial como presidenta de la república. El escenario fue casi fúnebre, en gran parte por la relevancia del acontecimiento y los personajes y en otra gran parte por la advertencia de Ricardo Lewandowski, mandamás de la Cámara Alta: "esto es un juicio, no un debate: no permitiré aplausos, ni abucheos, ni carteles ni risas".

La líder del Partido de los Trabjadores compareció ante los 81 senadores que el jueves darán su veredicto sobre su destino. Consciente de que está prácticamente arrinconada, la parcialmente destituida mandataria intentó ganarse la gracia del juzgado apelando a su historia, su currículum, sus sentimientos y hasta su carácter. Insistió hasta el cansancio en cómo fue capturada por las fuerzas gubernamentales cuando tenía apenas 20 años de edad y era ya una líder de la revolución contra la dictadura que tenía sumido a Brasil en aquel entonces. Su privilegiada posición en el organigrama de las fuerzas revolucionarias le llevaron a ser enjuiciada. De aquel evento hay una foto en la que se ve a la joven Rousseff viendo a los ojos a sus encapuchados jueces. "Ahora no hay torturas, pero hoy también miro a los ojos de las personas que me juzgan. Y todos nosotros seremos juzgados por la historia", confesó para después agregar "esta es la segunda vez en mi vida en que, junto a mí, se juzga a la democracia". 

Acto seguido aseguró respetar a los senadores que han tomado desde ya la decisión de votar en su contra, agradeció a quienes lo harán a favor e hizo un intento por convencer a quienes no saben qué votar: "Observen el precedente que se está creando. No acepten como verdad eso de que saliendo yo mejorará la crisis, porque será al revés". Esas palabras no son más que un llamado a la compasión pues la presidenta reelecta en 2014 tiene realmente pocas oportunidades de salir de esta. De los 81 senadores que votarán se cree que ya todos han tomado su decisión. Para que Rousseff marche a la guillotina deberán votar en su contra 54 de esos 81 senadores y las profecías de los medios aseguran que serán no menos de 60 quienes le den ese tiro de gracia.

Consciente de que su suerte está más que echada, la líder socialista ha tenido que irse por el discurso de la lástima, el mismo por el que ha apelado prácticamente desde que el escándalo de Petrobras saliera a la luz. Llamó a su país a hacer memoria de su historial de vida, de sus obras, de absolutamente todo lo que le hiciera a la gente olvidar, aunque sea por un momento, que quien estaba hablando era una persona que les había robado y que se había ganado a pulso el odio de toda una nación. De acuerdo a Rousseff el delito que le acusan (haberse aprovechado de dinero mal habido para cuadrar sus cuentas y pagar otras sin el consentimiento del Legislativo) no son más que pretextos para expulsarla. Un golpe de Estado en toda ley. "Y no es legítimo apartar a un presidente por el conjunto de su obra. Eso sólo lo pueden hacer el pueblo y los votos", aseguró. Y a eso agregó, cómo no, que "las élites conservadoras querían el poder a cualquier precio".

Con la voz quebrantada, algunos senadores se atrevieron a batirle sus palmas, pero fueron silenciados inmediatamente por Lewandowski. No obstante, aquel gesto fue un empujón a su casi muerta moral. "Nunca cedí y nunca cambié de bando", condenando con esas palabras a los senadores que en su momento fueron partícipes de sus políticas y que ahora le han dado la espalda sin ningún escrúpulo. 

Subida de tono, Rousseff recordó que nunca se le ha acusado de llevarse a su billetera un sólo centavo público. Eduardo Cunha, exsenador y catalizador de todo el alboroto, se encuentra actualmente detenido y acusado de tener millonarias cuentas en el extranjero y en las que cada billete proviene de los sobornos de la petrolera estatal. "Y curiosamente, soy juzgada por crímenes que no cometí mientras que Cunha aún no tiene juicio pendiente. ¿Ironía de la historia? No, una acción deliberada", se defendió. "Estamos ante la concretización de un golpe de Estado", enfatizó.

Así terminó su comparecencia ante la Cámara Alta. Rousseff será removida de su puesto el día martes 30 de agosto, pero cuando menos dejó un discurso adornado y melancólico. No le servirá de nada para salvarse a sí misma, pero los libros ensalzarán sus capacidades para la oratoria.

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