El Partido Republicano se divide aun más tras la absolución de Trump

Mitch McConnell, líder del Partido Republicano en el Senado de EE UU. / CNN
Mitch McConnell, líder del Partido Republicano en el Senado de EE UU. / CNN
Diez miembros republicanos de la Cámara de Representantes y siete del Senado (17) votaron para condenar a su expresidente Trump, un apoyo bipartito sin precedentes.
El Partido Republicano se divide aun más tras la absolución de Trump

Días cruciales en el cisma de una gran organización partidista. Una fuerza política centenaria, fiel representante del conservadurismo y del nacionalismo de la mayor potencia mundial, pasa por una crisis histórica. Puede que incluso hasta el sentido de identidad y la cohesión del llamado Grand Old Party estén en riesgo temporal tras el huracán del trumpismo, que en tan solo cuatro años cambió por completo la agenda del Partido Republicano. Tanto así, que en sus filas más radicales lo perciben, erróneamente, como ‘el partido de Trump’.

Lo que hoy se ve en el GOP es una verdadera escisión. A pesar de que anteriormente, antes de la era Trump, existió un ala radical y otra más moderada, la pluralidad de liderazgos era bienvenida y practicada entre los republicanos. Pero esa sana cualidad democrática fue abolida de lleno a partir de 2016 con la llegada del magnate republicano al Partido y luego en 2017 a la Casa Blanca. Allí se consolidó el nacimiento de una nueva ala conservador: el trumpismo.

En la práctica, el Partido Republicano se dividió en dos: los pro-Trump y los anti-Trump. La diferencia es que esa realidad se profundizó con el segundo juicio político (impeachment) realizado contra el ahora expresidente. Aunque es innegable la responsabilidad política y moral de Trump en el asalto al Capitolio ocurrido el pasado 6 de enero, así como también es jurídicamente indefendible, las alianzas, la ideología y la influencia personal, política y, posiblemente, financiera del magnate en el GOP pudo haber condicionado la lealtad de los 10 senadores republicanos que votaron en contra de su condena. 

El partido de Abraham Lincoln atraviesa un dilema: seguir o no seguir actuando políticamente bajo el paraguas y la influencia ideológica de Donald Trump. El problema más evidente es que si la cúpula opta por mantener su alineación con el magnate, entonces corre el riesgo de debilitarse como oposición de cara a la vehemencia con que ha iniciado el Gobierno demócrata de Joe Biden. 


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Diez miembros republicanos de la Cámara de Representantes y siete del Senado (17) votaron para condenar a su expresidente, lo que supone un apoyo bipartito sin precedentes en un proceso como este, pese al veredicto final, que arrojó la absolución de Trump, no por mayoría republicana, sino por insuficiencia de votos demócratas con sus aliados conservadores para lograr el quórum de dos tercios (67 senadores) que habría vetado a Trump de lanzarse a las elecciones presidenciales de 2024. Y como era de esperarse en la emocional política estadounidense, muchos de esos senadores que votaron contra el expresidente recibieron fuertes críticas en sus Estados este domingo. 

Otros republicanos, como el líder de la Cámara alta, Mitch McConnell -el peso más pesado del GOP- lo exoneraron argumentando tecnicismos jurídicos, pero lo culparon sin ambigüedades del sangriento asalto al Capitolio. Aunque jurídicamente existen artificios para camuflar la culpabilidad de Trump, la cúpula del Partido Republicano ha cargado contra su exlíder toda la culpa política de ese atentado a la democracia. 

Este escenario abre ahora una batalla interna que enfrenta a los fieles a Trump con sus detractores. El bando que tenga más capacidad de empuje sobre la necesidad de mantener o de renovar el liderazgo republicano rumbo a 2024, es el que ganará la confianza de los estadounidenses más conservadores ante la preocupante fuga de apoyos que fue impulsada por la deriva antidemocrática de Trump despues de su derrota en las elecciones de noviembre pasado. 

Ahora más que nunca se pone a prueba el poder del magnate neoyorquino sobre las bases. La ultraderecha o el conservadurismo democrático tradicional se enfrentan por el control de un partido que hace todo lo posible para no ver hundido su histórico prestigio. El sábado, Trump dejó entrever un pronto regreso a la arena política. Probablemente lo haga con un activismo de ‘para-oposición’, es decir, ser una especie de facción no institucional de oposición al Gobierno de Biden para así acumular nuevos apoyos de cara a 2024. El juicio para el Grand Old Party acaba de empezar. Está a punto de decidirse su futuro y, posiblemente, su supervivencia en el sistema político de Estados Unidos. @mundiario

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