La oficina de la ONU que desató una crisis política sin precedentes en Guatemala

Iván Velásquez, Comisionado de la CICIG y Ban Ki-moon, Secretario General de la ONU. / CICIG
Iván Velásquez, Comisionado de la CICIG y Ban Ki-moon, Secretario General de la ONU. / CICIG

En 2006, la Organizaciones de Naciones Unidas formó la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG). Ocho años después, la comisión tiene a los políticos con el corazón en la mano.

La oficina de la ONU que desató una crisis política sin precedentes en Guatemala

Tal como se prometió en la noticia de la renuncia de la diputada guatemalteca Daniela Beltranena, ha llegado la primera entrega del serial de la impresionante e histórica crisis social y política en Guatemala. El tema es el despacho que se ha convertido en el Monte de Sinaí de los guatemaltecos, donde se hace la ley, donde inicia la pureza: la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, CICIG.

La CICIG fue creada por la Organización de las Naciones Unidas en 2006, y aprobada por el Congreso de la República de Guatemala en mayo de 2007. Su misión era, en resumidas cuentas, ayudar al Estado en la lucha contra la corrupción, y asesorar al Estado en este tema. Algo así como una filial del FBI, digamos.

Durante 8 años, la oficina pasó prácticamente desapercibida para el ciudadano guatemalteco promedio. Precisamente entre 2007 y 2015, tuvo tan sólo un caso que captó la atención de medios, políticos y el público en general: el asesinato de Rodrigo Rosenberg, quien en un vídeo grabado previo al crimen acusaba al entonces presidente Álvaro Colom, su entonces esposa Sandra Torres y el secretario privado de Colom Gustavo Alejos (recuerden este nombre en especial). Aquello fue en 2009, cuando la comisión estaba a cargo del jurista español Carlos Castresana. El desenlace del caso fue que Rosenberg había planeado su propio asesinato, luego de que su amante fuera asesinada mientras conducía con su padre en una de las principales avenidas de la Ciudad de Guatemala. La reputación de Castresana y de su equipo se vino al suelo luego de que anunciara los resultados de la investigación. El ibérico renunció tiempo después a su puesto y fue relevado por el costarricense Francisco Dall'Anese, de quien hay poco y nada que resaltar. 

Si bien es cierto se desvelaron algunos casos de corrupción como producto de las investigaciones de Castresana y Dall'Anese, el verdadero desequilibrio político y gubernamental no ocurrió sino hasta que apareció el jurista colombiano Iván Velásquez Gómez. Velásquez asumió como jefe de la CICIG el 1 de octubre de 2013, y a estas alturas puede presumir de ser la figura pública número 1 del país, y que a su alrededor sencillamente no hay puntos medios.

O es el paladín de la justicia o es un vil sirviente de grupos de poder paralelos al Estado; o sus palabras anuncian el tan esperado evangelio de la justicia para Guatemala, o simplemente es parte de un espectáculo mediático para beneficiar intereses de ciertos sectores sociales. Velásquez no deja indiferente a absolutamente nadie. O se le ama, o se le odia. O se le apoya, o se pide al cielo a diario porque su farsa caiga algún día.

Al frente de la CICIG su gran golpe fue el desarme de la estructura de defraudación aduanera a la que él mismo llamó La Línea, la cual presentó en una conferencia de prensa en abril del presente año. Esta estructura era liderada por el secretario privado de la ex-vicepresidenta Roxana Baldetti, el antiguo robacarros (sí, robaba carros antes de ser nombrado secretario privado de la segunda persona al mando del Ejecutivo) Juan Carlos Monzón. Este caso encendió a los guatemaltecos, quienes se unieron en protestas con un sentir prácticamente ecuménico. La epítome de la efervescencia llegó cuando, en agosto de este año, Velásquez, en una nueva conferencia de prensa, reveló que Monzón no era el mando más alto de la banda, sino que por encima de él estaban la propia Baldetti, que renunció a su cargo tras tres semanas de intensas protestas, y Otto Pérez Molina, quien renunciaría dos semanas después del anuncio luego de otra maratón de manifestaciones, que incluyó un paro nacional el 27 de agosto.

Pero el rodillo del colombiano no ha pasado sólo por los corredores del Ejecutivo. También ha hecho rodar la cabeza de diputados, candidatos a la vicepresidencia, alcaldes, ministros y ex-ministros, empresarios, etc. Entre los nombres de personas que han caído están: Édgar Barquín (candidato a la vicepresidencia por el partido LIDER); Pedro Muadi, Delia Back (ambos diputados); Juan de Dios Rodríguez (presidente del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social); Roberto González (candidato a la presidencia por el partido Compromiso Renovación y Orden, CREO), y la lista probablemente continúe en los próximos meses. El caso más reciente envuelve a Gustavo Alejos (¿lo recuerdan?), quien de acuerdo a las investigaciones estafó por millones de quetzales (moneda local de Guatemala) a instituciones de salud pública.

Todo esto ha convertido a Velásquez en una auténtica celebridad, para bien y para mal. La población civil le ama y le ha colocado apodos como Iván El Temible, San Iván, etc. Y los políticos en su mayoría le detestan, y hasta han intentado impulsar leyes que lo obliguen a él y a la CICIG a abandonar el país cuanto antes. No obstante, hay un pequeño grupo que le ve como indispensable para la aprobación de las masas. Jimmy Morales presidente electo de Guatemala, de hecho, anunció en repetidas ocasiones su apoyo al organismo internacional y sometió a su equipo de trabajo a una investigación conducida por el colombiano. La opinión y palabra de Velásquez equivale a un plebiscito en el imaginario guatemalteco.

El trabajo que ha hecho la CICIG este año, ha motivado a hondureños, salvadoreños, mexicanos y personas de otros países latinoamericanos a manifestarse a favor de que una institución similar se instale en sus países. Periodistas de todo el continente siguen de cerca cada movimiento, conscientes de que cada conferencia de prensa del colombiano, quien se apoya en la Fiscal General del Ministerio Público Thelma Aldana, garantiza conmoción, emoción y efervescencia.

Actualmente, Velásquez está en una encrucijada pues dos de sus ex-colaboradores renunciaron a sus puestos para iniciar un bufete que defenderá a políticos y empresarios acusados de corrupción, entre ellos Roxana Baldetti. La decisión de esos abogados tiene contra la pared a la CICIG, aunque no se vislumbra que pierda el apoyo de la gente, quienes lo ven a Velásquez y los que quedan en su equipo con una aureola mesiánica. 

Esa es la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, la meca de la justicia y el campo de batalla contra la corrupción. Es el orgullo de los guatemaltecos románticos que creen en un futuro mejor. Es la oficina que se ha encargado de que Guatemala sea el único país del mundo con sistema de justicia extranjero.

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