La Ley del Menor no sirve para atajar la extrema volencia juvenil

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Símbolo de una banda
Los delitos cometidos por menores, como robos o hurtos, han evolucionado hacia violencia extrema y agresiones sexuales.
La Ley del Menor no sirve para atajar la extrema volencia juvenil

La manifestación del juez José Antonio Vázquez Taín, advirtiendo que nunca en la historia de este país se dieron los casos que ahora recalan en los Juzgados de Menores, y la advertencia del trabajador social Josema Vallejo, especializado en este terreno, son un llamamiento, que esperamos no resulte tardío, ante un problema al que se enfrente la sociedad española de modo creciente, como refleja la crónica cotidiana de sucesos, donde aparecen cada día noticias desoladoras de actos de violencia extrema cometidos por menores, individualmente o en cuadrilla o “manada” y en las que proliferan actos criminales de colectivos como las llamadas bandas latinas o pandillas de menores de origen magrebí. Pero, aunque estos casos sean especialmente alarmantes, hay otros no menos graves, cometidos por menores que agreden a sus padres y otros cotidianos no menos graves.

José Antonio Durán i Lleida, el ex diputado de CIU, que siempre ponía una nota ponderada en sus intervenciones en el Congreso de los Diputados, solía decir que “hablar de un problema no es xenofobia ni racismo, es hablar de un problema”, especialmente grave en Barcelona y en Madrid.

La violencia grupal en España tiene un tercer aspecto, bien visible, el modo en que han derivado manifestaciones de jóvenes, sobre todo en Cataluña, como protesta por un acontecimiento de orden judicial o político, o ahora los actuales botellones, que han derivado en enfrentamientos con la policía, actos vandálicos, saqueos y destrucción del mobiliario urbano, casos en los que repetidamente se detiene a menores de edad, especialmente violentos. Con relación a estos hechos hay dos evidencias que la Policía y los trabajadores sociales que se enfrentan a este problema coinciden en señalar: que la actual Ley del Menor no responde a la evolución de los conflictos sociales en los que participan menores, y que la propia Ley de Extranjería debería ser revisada en orden a mejorar la expulsión del país de algunas de estas bandas, donde se alistan menores, antes de que se perpetúen y vayan a más.

Las actuales herramientas no sirven

Para los expertos, ni el modelo policial, ni el modelo político que nutre las ineficientes herramientas para combatir esta delincuencia, pero, sobre todo, el que la sociedad no reaccione ante los profundos cambios que la asolan, puede conducir, a corto plazo, al imparable crecimiento de una situación ya de por si preocupante. Y lo dice el juez Tain, para quien a violencia que estamos viendo ahora es sólo un anticipo de lo que puede llegar: “Lo que se ve en los juzgados de menores no se ha visto en la historia”. Según este juez, “antes los delitos relacionados con ellos eran delitos menores, como hurtos o peleas. Pero ahora se trata de una violencia muy compleja: agresiones sexuales de menores de 13 años, violencia extrema. la Ley del Menor no está preparada para ese tipo de delincuencia”.

Esta es la cuestión. Los cambios sociales registrados en España, el sentido de la impunidad de muchos de estos jóvenes, la creciente aparición en determinadas zonas del país de las llamadas “bandas latinas”, desmanteladas y renacidas una y otra vez, y el problema, especialmente grave de menores no acompañados que delinquen, hasta en el centro mismo de la capital de España, como ha ocurrido recientemente en Madrid, no se corresponden con una Ley del Menor, prevista en un contexto anterior, donde estas formas de delincuencias no habían aparecido.

Es bien cierto que la mente del delincuente va por delante de la del legislador, pero en este caso, esa realidad se ha desarrollado de modo exponencial. Aparte de los delitos tradicionales cometidos en España por menores, como hurtos o robos, ha evolucionado hacia las agresiones sexuales en grupo y, sobre todo, el uso de violencia extrema de la que en estos últimos meses hemos conocido terribles ejemplos. Pero, como en tantas cosas, la clase política, enfrascada en sus propias miserias ni muestra la menor sensibilidad ante este problema ni parece tener la menor intención de abordarlo, pese a la advertencia de jueces y trabajadores sociales, quienes no dejan de advertir que lo que puede venir amenaza ser peor de lo que ya conocemos.

Medidas preventivas

Es evidente que hay que atajar estos problemas con medidas preventivas, con el desarrollo de un eficiente sistema de educación social, pero la sociedad en que nos ha tocado vivir, los problemas cotidianos de la educación, la propia deriva de los modelos de convivencia y los útiles de que se dispone no parecen ayudar. Se han realizado estudios sobre la generalización de la violencia como instrumento cotidiano en la vida, desarrollado a partir de los video juegos y las consolas, en las que desde muy pequeños los niños aprenden a manejar los mecanismos de la violencia (disparos, golpes, etc.) como un juego. Claro que no todos se contaminan hasta el extremo de que en la vida real lo lleven a cabo, y en ello influyen no pocos factores, desde la escala social al entorno familiar, sin duda. Tampoco se pueden descartar los elementos de la propia cultura de origen. Y eso lo estamos viendo ya todos los días. @mundiario 

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