El ingreso mínimo vital, ¿una medida de derechas?

Dar dinero. / Pixabay
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En los últimos treinta años, aproximadamente, las ayudas sociales no han cesado de aumentar. La desigualdad, la precarización y el desempleo, tampoco
El ingreso mínimo vital, ¿una medida de derechas?

¿Y si el Ingreso Mínimo Vital (IMV) fuera, en realidad, una medida de derechas, o más de derechas que de izquierdas?

Ciertamente, como otras medidas de ese tipo, el IMV tiene varias caras y admite varios enfoques. Aquí nos centraremos en uno: la posibilidad de que no sea realmente una política de izquierdas.

Pero no es nada fácil decir dónde están hoy la izquierda y la derecha. Podría incluso sostenerse que en ciertos aspectos —reparto de la riqueza, igualdad material, propiedad pública de los grandes bancos, etc.— quizá no exista ya una verdadera izquierda española, o sólo unos restos. Es imposible dejar eso sentenciado ahora, pero no parece exagerado sostener que Podemos, buque insignia de la izquierda, más de una vez ha sido funcional para la derecha. En la práctica, recondujo al redil del sistema a los indignados y contribuyó, indirectamente, a que no llegaran formarse unos Chalecos Amarillos españoles. Así que al repartir etiquetas a diestra y siniestra, seamos cautos. 

Pero, con todas las cautelas, yo diría que el IMV es más de derecha, o de lo que ahora pasa por derecha, que de izquierda. La exposición de motivos del RDL 20/2020, que lo establece no tiene desperdicio: el IMV será “como un seguro colectivo frente a los retos que nuestras sociedades enfrentarán en el futuro próximo: carreras laborales más inciertas, […], transformaciones económicas asociadas a la robotización [...], y en general una mayor volatilidad en los ingresos y los empleos…”. Un panorama bien negro.

Ahora reléalo usted como si fuera el reverso de un tapiz, ¿qué ve? Una confesión de impotencia; como si hablara de un tsunami que viene, y no de decisiones humanas libres. El leviatán español, implacable con las brutales multas del confinamiento, policiaco y cuasi-totalitario, nos anuncia, ahora, que ante esos problemas no hará nada. O bien, es como si nos dijera: no habrá reindustrialización; no crearemos empleos en cantidad apreciable; la inteligencia artificial dará otra vuelta de tuerca a lo ya conocido: peajes sin empleados, oficinas que minimizan todo lo presencial, clases a distancia, reclamaciones telefónicas atendidas por máquina, y así. Ni lo intentaremos. El paro fijo todavía aumentará mucho más; y dentro de quienes tengan trabajo, muchos —¿quizá la mayoría?; ¿quizá usted mismo?— tendrá empleos mal pagados o precarios. Como no vamos ni a intentar seguir otro rumbo, garantizaremos una limosna, que impedirá el hambre, pero tendrá el efecto indirecto de congelar a los “sobrantes” en la desigualdad, en un ghetto social del que sus hijos difícilmente saldrán, porque nunca podrán pagar un master en USA. Los beneficiarios del IMV volarán bajo y jugarán en última división. Precedentes, no faltan: ¿acaso, ahora mismo, los que viven del RISGA (o equivalente en cada autonomía), ocupan las presidencias de los bancos?

Huelga decir que el RDL no se olvida de lo que, con el confinamiento, ya va siendo un hábito español: la repugnante obligación de delatar a los propios familiares en caso de detectar alguna irregularidad (ver su art. 33.2.d).

La exposición de motivos del RDL 20/2020, que lo establece no tiene desperdicio: el IMV será “como un seguro colectivo frente a los retos que nuestras sociedades enfrentarán en el futuro próximo: carreras laborales más inciertas, […], transformaciones económicas asociadas a la robotización [...], y en general una mayor volatilidad en los ingresos y los empleos…”. Un panorama bien negro.

“Los que mandan” han descubierto la prescindencia del ser humano —primero, el aborto, ahora, los viejos; transversalmente, la robotización y la marginación masiva—. Generaremos una masa de hombres y mujeres sobrantes, innecesarios para producir lo no mucho que España produce, y les daremos un salvavidas; no más. La aspiración a la igualdad puede dejar toda esperanza en la puerta.

La realidad es que hace bastante tiempo que se venía hablando de esto, aunque no ante el gran público. No es un asunto muy nuevo. La derecha, en general, no se ha opuesto. Si el IMV les ofrece un colchón, ¿por qué habrían de oponerse los destructores de empleo, los deslocalizadores, los vaciadores de España, los grandes banqueros o los especuladores?

La experiencia de las diversas ayudas y salarios sociales es ya de varios decenios. Han impedido el hambre y la miseria extrema y han puesto ese colchón, pero no han traído igualdad ni promoción social. Hay más desigualdad y pobreza (relativas) en España ahora que en 1975 o 1978 (por ejemplo); ambas superan la media europea, como, por cierto, nos recuerda el Decreto. ¿Por qué? Porque los salarios sociales no iban a la raíz: la desindustrialización de los ochenta, las privatizaciones de los noventa, el neoliberalismo de especulación, la globalización. En los últimos treinta años, aproximadamente, las ayudas sociales no han cesado de aumentar. La desigualdad, la precarización y el desempleo, tampoco. @mundiario

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