El fantasma de la extrema derecha recorre cada vez más ciudades de Europa

Heinz-Christian Strache y Norbert Hofer, candidato del FPÖ austriaco. / wikipedia.org
Heinz-Christian Strache y Norbert Hofer, candidato del FPÖ austriaco. / wikipedia.org

Cada vez más países europeos comienzan a ser testigos del avance de los Partidos extremistas. ¿Es esta una situación coyuntural o es un presagio de la radicalización del votante ilustrado?

El fantasma de la extrema derecha recorre cada vez más ciudades de Europa

Es difícil contabilizar ya cuántos fantasmas han recorrido Europa, desde que Marx y Engels acuñaran esta famosa expresión para la publicación del Manifiesto Comunista en 1848. Los fantasmas han sido de todos los colores y sabores posibles desde entonces. Hoy los hay del fundamentalismo islámico, o del extremismo político. 

La línea dura de la extrema derecha, ya sea en su versión puramente populista, o bien, la derecha nacionalista, esta avanzando de manera casi incontestable por Europa. La crisis de la Eurozona, aunada a la constante llegada de inmigrantes, ha generado victorias electorales fundadas principalmente en el temor, en países como Francia, Dinamarca, Finlandia, Eslovaquia, y Grecia por nombrar unos cuantos.

Tan sólo semanas atrás, el AFD, el partido “Alternativa para Alemania” obtuvo el 14,2 % de los votos en las elecciones regionales, en Berlín, un porcentaje a simple vista escaso, pero enorme si se recuerda la poca o nula presencia electoral de esta organización un año o dos atrás. El AFD, un movimiento populista de línea dura, con apenas tres años de existencia, confía en que que podrá convertirse en el tercer partido más votado del país en las legislativas programadas para 2017.

En otro caso emblemático, puede verse que el Partido de la Libertad de Austria, el FPÖ, fue el primero de este tipo en formar parte de un gobierno hace 16 años, como una fuerza ínfima,y que aún así causó gran alboroto en Europa. Ahora, el FPÖ está a las puertas de ganar la presidencia en las elecciones que se celebran este año.

El principal problema parece ser la crisis de credibilidad de una Europa unida, y definitivamente el gran volumen de inmigrantes que llega a Europa, en su mayoría de Oriente Próximo. El ciudadano europeo teme perder su empleo, sus bienes o su vida a causa de este flujo de personas. También es una preocupación el hecho de que su cultura pueda verse distorsionada a largo plazo como consecuencia del contacto con otra, ya que el inmigrante suele tener problemas para integrarse a las costumbres del país que le acoge. 

Preocupaciones todas que podrán ser legitimas, con los matices necesarios, pero que no serán solucionadas con votar a dirigentes de pensamiento excluyente y extremo, que podrían como efecto indeseado, incrementar la polarización Occidente-Oriente que desencadena inevitablemente violencia. 

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