La esperanza en los partidos emergentes, amenazada por la imprudencia

Ada Colau y Manuela Carmena.
Ada Colau y Manuela Carmena.

¿Consultará Ada Colau a los jueces qué leyes son justas o injustas y se atendrá a sus resoluciones?, o ¿serán ella misma y las asambleas ciudadanas quienes decidan lo que es justo o injusto?

La esperanza en los partidos emergentes, amenazada por la imprudencia

¿Consultará Ada Colau a los jueces qué leyes son justas o injustas y se atendrá a sus resoluciones?, o ¿serán ella misma y las asambleas ciudadanas quienes decidan lo que es justo o injusto?

Podemos y los movimientos de su órbita han sido consecuencia inevitable de una determinada forma de hacer política. Cuando empezaron a surgir las mareas sociales, los partidos tradicionales despreciaron las opiniones de quienes expresaban su hartazgo ante actitudes insolentes, alejadas de la realidad, prepotentes: “perroflautas”, “antisistema” y otras  lindezas fueron los calificativos habituales.

En una segunda fase, los aconsejaron que se constituyeran en movimientos políticos organizados. Y lo hicieron, y obtuvieron en las elecciones europeas  resultados inesperados. En las recientes elecciones municipales y autonómicas estos movimientos sociales han recibido el respaldo de muchos españoles defraudados y desesperados ante la falta de respuesta a sus necesidades por parte de los partidos de siempre.

Ahora bien, esos resultados en absoluto legitiman a sus líderes para plantear determinadas soluciones. Me estoy refiriendo, por ejemplo, a las realizadas por la señora Colau: “Si hay que desobedecer leyes injustas, se desobedecerán”.

Yo pregunto a la señora Colau: ¿consultará a los jueces qué leyes son justas o injustas y se atendrá a sus resoluciones?, o ¿serán ella misma y las asambleas ciudadanas quienes decidan lo que es justo o injusto?

Olvida la señora Colau que esas normas que ella pretende juzgar han sido aprobadas en un Estado de Derecho que ella misma respeta, al menos en cuanto le permite participar en unas elecciones democráticas que, la han llevado a la alcaldía de Barcelona.

Ese olvido le hace expresarse de forma incongruente, porque aplica la clásica ley del embudo. O, tal vez, se considere como un soberbio Gulliver en el país de los enanos, que cree que todo lo puede; o, incluso, quizá esté valorando muy por encima de la realidad el poder que le han otorgado los votos.

No han sido las únicas manifestaciones impropias de los recién llegados a tarea tan noble como la política.

En un Estado de Derecho, lo justo o injusto, es decir el dar a cada uno lo que le corresponde, lo decide el poder judicial; en Estados de otra naturaleza, sí suele decidirlo el líder, pero esto es cosa de otros tiempos y lugares, que todavía los hay; ¿no es así, señora Colau?

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