España rota

La Moncloa, el palacio del Presidente del Gobierno español. / Mundiario
La Moncloa, el palacio del Presidente del Gobierno español.
"La unidad política y el esfuerzo colectivo llevaron a grandes logros en los últimos 40 años. También ahora el sistema político debe responder unido", según la tesis de este artículo publicado en El Correo.

Siento pena por España. Giro mi vista al pasado y creo que la España democrática, la que inició la aventura de la transición en 1977, ha hecho un recorrido extraordinario y hemos logrado un bienestar desconocido en los últimos siglos, disfrutando de una democracia avanzada y estable. Ahora miro lo que viene y me asusta la gravedad de los retos porque veo una España fracturada, con su sistema político radicalizado y enfrentado. Pienso que sin unidad y sin grandes pactos no seremos capaces de liderar a un país y a una ciudadanía a la que, inevitablemente, tendremos que pedirle sacrificios y esfuerzos colectivos.

La inestabilidad política se ha instalado en España desde 2016. El pluripartidismo viene acompañado de una tensión interna en los dos bloques, lo que ha radicalizado el enfrentamiento izquierda-derecha. El crecimiento electoral de Vox y la formación del Gobierno PSOE-Podemos han cristalizado esta tendencia. La inestabilidad política aumenta con una dependencia tan acusada de los nacionalismos y de fuerzas locales. Especialmente del nacionalismo independentista catalán. El debate de investidura de enero reflejó muy bien este estado de cosas, y las declaraciones de unos y otros estos días están confirmando la profunda división política del país. La imagen que ofrece nuestro sistema político es la de una España rota.

El volumen de las decisiones a tomar no corresponde sólo al Presupuesto de los próximos años. Sin duda, afectará a las próximas generaciones. Probablemente exigirá contribuciones especiales, como hicieron los alemanes para la unificación de las dos Alemanias a la caída del muro. Fortalecer nuestro sistema sanitario y premiar a los sanitarios con mejores sueldos, por ejemplo, será una prioridad, pero aumentar el gasto sanitario un punto del PIB cuesta 10.000 millones de euros todos los años. Nuestras cuentas públicas muestran un déficit continuo e inasequible a la contención de 2,5 puntos. Igual que nuestra Seguridad Social. La lista de sectores económicos que nos van a demandar ayudas será interminable. Las ayudas europeas son importantes y afortunadamente el acuerdo del Eurogrupo nos ayudará, pero conviene recordar que la mayoría son préstamos que hay que devolver. Estamos hablando de decisiones económicas que significarán 20 o 30 puntos de PIB que incrementarán nuestra ya considerable deuda pública acumulada.

Es oportuno recordar que los grandes logros de España a lo largo de estos últimos 40 años han sido consecuencia de la unidad política y del esfuerzo colectivo de los españoles. Desde la Transición a la Constitución, desde el Estado autonómico al Estado del Bienestar, desde la modernización económica a la superación del terrorismo. Solo sobre un esquema político que vertebra sociedad y corresponsabiliza en los esfuerzos será posible salir de esta crisis, como lo hemos hecho en otras ocasiones. Solo si la narrativa del pacto y de los consensos se impone al relato clásico de gobierno-oposición habrá una presión social insoslayable hacia nuestros líderes.

El Gobierno ha tomado la bandera del pacto y eso está bien. Son los primeros en ver la dimensión de lo que viene. Pero es necesario que Podemos muestre su conformidad con ese objetivo y no estoy seguro de esa coincidencia. Por otra parte, obtener el apoyo de la oposición exige al Gobierno más que a nadie, contención y serenidad. Exige una comunicación fluida y leal con los líderes de todas las fuerzas y presentar una propuesta concreta sobre las medidas a tomar para discutirlas y negociarlas. Ya no es tiempo de culpar al PP sobre su gestión de la política sanitaria en la crisis. Ya no es tiempo de acusarles de acomplejados ante Vox. Ya no es tiempo de calificar de irresponsable a la oposición ni de alimentar campañas contra ella.

Tampoco lo es para acusar al Gobierno de todos los males. Para alimentar en las redes sociales los peores instintos y sentimientos de los que ‘lo saben todo’. Para apoyar las medidas de confinamiento y censurar sus actuaciones desde otras instancias de poder. Es tiempo de otra cosa y los sentimientos de la gente, en los balcones y en la intimidad de sus incertidumbres y miedos, no son esos. La gente quiere que su sistema político responda de manera seria y unida. Quiere vernos solventes y pactando soluciones, no lanzándonos insultos.

Salvar nuestro tejido productivo será la gran tarea después del confinamiento. Volver al crecimiento económico, a la recuperación del empleo y de las rentas es condición necesaria de supervivencia. Hacerlo en el contexto de cambios tecnológicos y geopolíticos que estamos viviendo seguirá siendo una exigencia. Hacerlo en una globalización, que seguirá siendo irreversible, nos demandará cambios políticos extraordinarios. ¿No son todos estos retos suficientemente graves como para afrontarlos unidos? Juzguen ustedes mismos. Para más información pulse aquí. @mundiario

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