El día que afané un libro

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Cifuentes.

Hace unas jornadas escribí sobre Cristina (Cifuentes). Lo titulé “El Máster” (después fueron legión las emulaciones al título). Y creo que fui profético. Es más, lo afirmo. Escribí que era carne de hoguera por sus propios partidarios. Por sus propios partidistas. El resto de ideologías era de esperar que la pusieran a caer de la burra. Pero ¿los suyos?.

El día que afané un libro

Era joven, cierto. Pero lo recuerdo como si de esta mañana se tratara. Mis ojos hacían chiribitas de tanto mirar a los cuatro puntos cardinales, sumados al techo y suelo. Por si acaso, andaba cerca algún sospechoso individuo que pudiera afearme el gesto, llevarme al cuarto oscuro, formarme un expediente disciplinario -tan al uso en estas épocas- de los de toma pan y moja, o peor, llevarme ante la severa figura del director de sucursal de tales grandes almacenes. Ogro dónde los hubiera.

Antes de tan abyecto lance, al tiempo de las chiribitas oculares y los ‘estira-afloja’ pupilares, empecé a notar un calor insoportable por todo el cuerpo -ingles incluidas-; la sudarrina se me hizo insoportable, a más que podía dar pistas sobre el ignominioso acto que a punto estaba de consumar (si es que el sudor de los dedos no hacían escurrir el objeto a mangar).

Sin consideración alguna y obviando por unos segundos los terribles tormentos emocionales así como omitiendo los atroces castigos a los que podía ser sometido de ser descubierto mi vil pretensión, elevé el brazo a la tercera estantería y agarré un libro.

Menos mal que no pesaba. Menos mal que era baratero. Menos mal que me cabía en el bolsillo superior izquierdo de la camisa hawaiana que tuve a bien enfrascarme esa fatídica mañana murciana corteinglelesca.

Y sobre todo, menos mal que - aun sin mirar título ni autor, puesto que la camisa perifolla no me cabía en el cuerpo - me tocó afanar “El Extranjero”. De Albert Camus. Ni decir tiene que, desde entonces, es libro de mística lectura para mi.

Si. Afané un libro. En unos grandes almacenes murcianos que me niego a detallar. Gran Vía con ‘Ditirambo’. Todavía tengo arrepentimientos y pesadillas insufribles que me despiertan tan empapado en sudarrina cual aquel funesto día de junio murciano.

Me confesé varias veces ante varios curas. Como viene siendo habitual, cada uno tenía un criterio pecaminoso y la penitencia impuesta distaba enorme de ser unánime. Así que, ante tanta discrepancia, decidí pasar de ellas y asumir mi auto-castigo. Que fue ninguno, francamente.

Hace unas jornadas escribí sobre Cristina (Cifuentes). Lo titulé “El Máster” (después fueron legión las emulaciones al título).

Y creo que fui profético. Es más, lo afirmo.

Escribí que era carne de hoguera por sus propios partidarios. Por sus propios partidistas. El resto de ideologías era de esperar que la pusieran a caer de la burra. Pero ¿los suyos?.

Pues yo lo vi normal, mire usted. Más que por otra cosa, porque es cosa habitual: primero ‘a muerte a tu vera’ y después con ‘muerte y allí te pudras’ -políticamente escribiendo, ni decir tiene-.

Posiblemente no convenga contigo, amiga Cifuentes, en muchos criterios y acciones que pregonas y haces. Más que posiblemente. Tampoco es que tenga muchas conveniencias con los otros que te emperejilan, la verdad.

Para mi, y salvo que se me demuestre lo distinto, todos seguís esta secuencia inapelable: « el capricho se hace costumbre; la costumbre se hace norma; la norma se hace ley». Y si alguien se mueve, ni foto ni apego ni misericordia que apacigue.

Que tengas que dimitir de tu presidencia por embustera con tus supuestos logros académicos (léase Máster), considero que es de justicia. Al igual que dimisión y excomunión- de poder ser- de todos y cada uno de los personajes que te lo concedieron y permitieron , en paga de vaya usted a saber qué oscuros favores.

O sea, todas y cada una de las autoridades académicas de la universidad donde dijiste haber realizado tales prodigios y que achantaron la mui hasta que les fue imposible más silencios.

Pero que te haya llevado a abdicar (desconozco si de todos tus cargos) la visión generalizada de un vídeo donde tienes que vaciar tu bolso para descubrir dos cremas rejuvenecedoras de veinte euros la pava, que te endigaste, me parece sencillamente bochornoso.

Al igual que aquel que se ufana de haber puesto en circulación un vídeo harto anacrónico, por viejo y conocido. Bochornoso Inda. Y obscena su fanfarronería bravucona de supuesta primera página fija mañanera. Sencillamente soez.

Hace tiempo que tu digna dimisión era perentoria. Demasiado tiempo. Pero, que haya sido el afane de unas cremas rejuvenecedoras día-noche la gota que derrama el vaso de tu dignidad para decidir tal abdicación, francamente te desdice. A mis ojos y entendimiento. Claro quede.

Si. Yo afané un libro. Existencialista, dicen. De liturgia, digo.

Y por no tener, hasta mi currículo pretenden borrar o ningunear algún que otro chupatintas de repelentes despachos y dedos conseguidores.

¡Hala Cristina...vete y no peques más! @mundiario​​

 

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