La química del amor

Michael Fenton en Unsplash.  Unsplash
Michael Fenton en Unsplash. / Unsplash
En términos neuromoduladores, se trata de un atracón de glutamato y dopamina que se va balanceando, ajeno al vértigo, de una sinapsis a otra para ir posponiendo la correspondiente acción inhibidora para más adelante.

Cuando hablamos de amor, y dependiendo de la edad de dicho amor y de las personas que lo sienten, a menudo lo relacionamos con el afecto, el cariño y el querer. Todo ello de forma muy elástica, pero si lo hacemos de forma gimnástica, entonces es cuando dicho amor se torna en verdadera pasión.

En realidad, el amor nace, crece, se transforma pero nunca desaparece.

El amor nace cuando cupido lanza una de esas flechas encantadas que provocan una saturación neurotransmisora. En términos neuromoduladores, se trata de un atracón de glutamato y dopamina que se va balanceando, ajeno al vértigo, de una sinapsis a otra para ir posponiendo la correspondiente acción inhibidora para más adelante.

El amor fija su actividad excitatoria sobre receptores potenciadores de la misma, generando una cadena que se multiplica en bucle hasta alcanzar un desorden tal que solo se calma por agotamiento.

La clave del amor está en la propia expresión génica de la persona y en su percepción a través de los sentidos.

Nuestros 5 sentidos despiezan los estímulos recibidos en “Tracks” (pistas o redes). Unos sentidos abren muchos canales y otros menos, pero todos ellos poseen lo que llamamos un modelo ascendente/descendente de codificación/decodificación que va implicando a diferentes redes neuronales especializadas en “cortar, copiar y pegar” hasta formar un mapa virtual en nuestro cerebro.

La superficie y el volumen de dicho mapa sensorial no corresponden a la superficie o volumen de las áreas sensitivas. Por ejemplo, la piel se relaciona con el tacto, pero su mapa es mucho más reducido que el asociado al oído o al olfato.

El sentido que más redes utiliza es la vista, pero realmente todos los sentidos poseen un modelo común en lo que respecta a la discriminación de las características de lo percibido, para una vez divididas, volverlas a unir de forma ordenada. Luego,  las asocia a una unidad racional después de pasar por diferentes filtros. Como sospecha, algo así como el mecanismo de una cafetera italiana.

Recientemente, en base a los estudios de Eric Bernstein y de Eric Kandel (entre otros investigadores) se han dado a conocer los 7 registros que conforman el comportamiento. Dichos registros no son estancos y además, poseen bases moleculares y neurotransmisoras comunes.

Lo que verdaderamente diferencia dichos registros entre sí es la mezcla de moléculas y su particular fluidez para combinarlas.

Dichos registros hacen alusión al Orden, a la Protección, al Análisis, a la Imaginación, a la Capacidad de Aprendizaje, a la Reactividad/Rebeldía y al Pensamiento Estratégico/Astucia.

Cada uno de ellos activa canalizaciones combinables comportándose como una unidad compleja donde usted es el GPS.

Pero volvamos al amor. Esa percepción múltiple pero sorprendentemente unificada, es envuelta por los neuromoduladores dominantes hasta darle espacio y forma en nuestra mente.

En el caso que nos ocupa (el Amor), podemos asegurar que los individuos que poseen transparencia, imaginación y vulnerabilidad como características dominantes son serios candidatos a ser enamoradizos, lo cual no significa que enamoren a los demás, sino que se enamoran de los demás.

Dichas características se agrupan vectorialmente en el registro relacionado, en dependencia de la intensidad ofrecida, con la amabilidad, la cordialidad, la espontaneidad, etc…

Si seguimos subiendo la intensidad, se asociará a la creatividad, y en casos extremos como el que nos ocupa, a la imprudencia y a la  irresponsabilidad.

Estos dos últimos conceptos corresponden a niveles saturados los cuales no permiten la acción inhibidora prevista. Por ello, se alcanza un feliz caos con mucha rapidez.

Como decía anteriormente, el agotamiento neuronal y consecuentemente muscular que conlleva dicha saturación repartida por todo el cuerpo del enamorado, permite la tímida aparición de una pequeña actividad en los registros asociados a la Protección y a la Reactividad/Rebeldía.

En el primer caso, una activación de la Protección a través de sinapsis de oxitocina combinada con la resaca de glutamato y acetilcolina con pequeñas dosis intermitentes de Dopamina, nos lleva a un comportamiento basado en la disponibilidad, la hiperactividad motriz por prestar servicio y también, en intensidades elevadas, nos conduce a una vigilancia fiscalizadora por anticipación.

Una vez alcanzado este punto, nos referimos a una situación donde la acción del registro relacionado con la Reactividad/Rebeldía  empieza a coger fuerza afectando a dicha tendencia protectora hasta convertirla en un comportamiento subjetivo dominado por los celos.

En este caso, como puede apreciar, de amor ya queda poco o más bien nada.

Por eso, el amor hacia otra persona es efímero y a todo el mundo se le pasa. Su enfoque positivo nos llevaría al cariño y posteriormente, al recuerdo de esa fase tan volátil como maravillosa.

Debe saber y por eso se lo cuento, que no existe posibilidad de medir la intensidad neurotransmisores que se da en un cerebro con millones de sinapsis; y de momento a nadie le ha parecido oportuno abrir en canal una cabeza para poder apreciar dicho movimiento.

Las técnicas de neuro-imagen nos han ayudado a avanzar pero de momento no nos llevan más allá de percibir actividad zonal y flujos sanguíneos en este área tan delicada y tan individualizada, ya que dicha actividad normalmente detectada a nivel cromático no tiene por qué ser uniforme en todos los humanos.

Tenga en cuenta que la barrera hematoencefálica es un amasijo de tejidos fibrilares y de diminutos capilares que nada tienen que ver con el cabello a pesar de compartir área anatómica durante unos años.

Esta barrera únicamente es franqueada por micromoléculas a las que se les permite el paso con un visado auténtico, aunque hay falsificaciones extraordinarias como la que utiliza la nicotina.

Ésta aprovecha su parecido con la neuro-hormona acetilcolina para saltarse el control fronterizo con un pasaporte falso. Una vez dentro, no desencadena procesos más allá de molestar y amagar, haciendo que se activen inútilmente cantidades de sinapsis que se creen alteradas por un exceso de acetilcolina.
Como le decía, esta barrera es un seguro de vida ante infecciones, ya que si no existiese, se nos infectaría el cerebro tal y como se infecta una herida en el dedo gordo (pulgar) de una mano.

Por ello, debemos tomar consciencia de que todo lo que ocurre “allá arriba” es algo especial. Entre otras muchas cosas… el amor. @mundiario

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