Espectáculo y realidad

Cumbre de la OTAN en Madrid. @NATO
Cumbre de la OTAN en Madrid. / Twitter @NATO
El espectáculo ha sido servido y algunos han estado a punto de morir de éxito en Madrid. Ahora tendrán que digerirlo. Se trata de saber cuál es la verdadera naturaleza de la OTAN.

La cumbre de la OTAN en Madrid se ha convertido en el mayor espectáculo conocido en su historia hasta ahora. A ello han contribuido los reyes, el presidente del gobierno y su mujer, junto a los líderes de treintaidós países de Europa. Las cenas, a cargo de los chefs Roncero y José Andrés, han permitido disfrutar de un magnífica astronomía en el marco del Museo del Prado y del Palacio Real.

Todo se ha condimentado bien para que cumpliera en su marco político, económico, cultural, turístico y presentación de la capital de España al mundo. No se ha escatimado ni el más mínimo detalle, ya que “España y yo somos así, señora” (E. Máquina). Menudo empaque propio de realezas históricas, orgullosas de su idiosincrasia. Biden se ha sentido feliz por el trato y Stoltenberg ha empleado para la cumbre los calificativos de perfecta, impecable y excelente.

Se han atrevido incluso a tergiversar la realidad en algún momento, como ocurre con la foto vergonzosa y escandalosa de las damas de los mandatarios de la Alianza. No hay un cuadro más antibelicista que el Guernica de Pablo Picasso. Pues ahí están las otanistas con él de fondo. Se trata de una extravagancia donde las haya. No les basta con llevarlas a comprar alpargatas de esparto de Castañer, de noventa euros, mientras rodeaban a Jill Biden unos cincuenta guardaespaldas.

El espectáculo ha sido servido y algunos han estado a punto de morir de éxito en Madrid. Ahora tendrán que digerirlo, trasladándose, incluso, a La Granja para descansar. De este modo podríamos ver también la realidad. Se trata de saber cuál es la verdadera naturaleza de la OTAN. Esta es la cuestión. Se ha hablado de nuevos rumbos de la organización atlantista o del planteamiento de los retos y desafíos que se presentan. Rusia y sus adláteres constituyen una amenaza, mientras que China y sus aliados es el desafío. No se trata, desgraciadamente, de construir un mundo nuevo, sino, acaso, de volver al pasado, repitiendo los mismos errores anteriores, empezando por la Guerra Fría de una organización puramente militarista y defensiva. Defenderse, ¿de qué? Pues del enemigo de siempre: del comunismo y de las autocracias autoritarias, dispuestas a destruir la democracia y la libertad. Vamos por partes.

Lo que ha defendido desde su constitución la OTAN es la primacía de una economía capitalista para el dominio mundial de los Estados Unidos ante el resto de países que, como mucho, son subsidiarios y sometidos. La estructura militar de Occidente se encargaría de imponerlo. ¿Dónde queda aquí la autonomía de Europa? Ahora se une definitivamente al imperio estadounidense.

EE UU y Europa vs. China y Rusia

Así se instaura un mundo bipolar. Por una parte, Estados Unidos y Europa interconectados. Por otra, China, Rusia y demás apéndices. De tal modo que Europa se encargará de los costes económicos y también políticos, mientras que Estados Unidos es el responsable de la estructura militar. De aquí las mayores exigencias de Biden para que Europa aumente su contribución económica, que permita llevar adelante las intervenciones que sean necesarias. En la relación económica y política no es esta la que dirige, sino la propia economía.

Si hace falta defender un país, la economía debe orientar el poder de las armas para empezar. Más adelante, cuando se concluya la operación, es la política la que deberá reorientar las posibles soluciones a tomar. Esto no se hace nunca de manera neutral y razonable, sino que siempre se imponen los intereses particulares de quien tiene el poder y lo dirige. Los Estados Unidos son los que se han impuesto siempre y lo seguirán haciendo en la actualidad.

Esta forma de proceder ya era conocida, pero es que ahora se ha dado un salto cualitativo más: la aquiescencia ha sido total. Todos han seguido a quien paga y le reconocen su hegemonía. Finlandia y Suecia no han podido resistir más y los que ya eran miembros de la OTAN hacen sus cuentas para cumplir de buen grado sus obligaciones. Por eso Biden se despedía eufórico antes de entrar en el avión, que le llevaría de vuelta a los Estados Unidos. Ya puede estar satisfecho.

Mientras tanto, ¿qué hace Europa? No toma el destino que le pertenece, dejando que sean otros los que decidan. Sintonía estratégica. Levantando antiguas murallas, los inmigrantes tienen un reto mayor. La solución no es esta, sino establecer la política de ayudas al desarrollo y colaboración con los países que lo necesitan. Esto tendrá cada vez menos recorrido, porque la economía no da más y empeoran sus perspectivas. La primacía es la atención al gasto militar, que acabará el mayor autoritarismo.

Todo esto sí que merecería una seria reflexión para decidir una cultura de paz frente al belicismo, al negocio de la guerra y la industria de las armas, que interesa, especialmente, a quienes las pueden producir. Tiene que haber una alternativa plausible y es urgente acabar con la guerra de Ucrania. Esto no se consigue alimentando las actividades como hace la OTAN, sino mediante el funcionamiento de la diplomacia.

Por otra parte, China no puede ser un desafío. Los intereses comerciales con la gran potencia ya funcionan y deberían seguir, aunque haya quien no soporte su triunfo en esto. El mundo es grande y la globalización abre puertas en lugar de cerrarlas. La OTAN está obligada a impulsar un acuerdo de paz para que termine la odiosa guerra en la que estamos metidos. ¿Quién podrá pagar si no el coste de las armas y las muertes de tantos seres humanos?

No hay que chulear a Putin, diciéndole que no ganará. Lo mejor es buscar soluciones en común, porque no hay caminos trazados de antemano, dado que toda situación histórica es siempre distinta. La alternativa no es más poder, sino renunciar un poco al que ya se tiene. Una utopía para poner en práctica. @mundiario

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