Tom Burns Marañón: “La monarquía constitucional ha permitido sociedades sanas”

Portada del libro Historia mínima de Reino Unido, de Tom Burns Marañón.
Portada del libro Historia mínima de Reino Unido, de Tom Burns Marañón.

El periodista y ensayista hispano-británico habla en esta entrevista con MUNDIARIO sobre las conexiones del Reino Unido con el fascismo o con la Guerra Civil española. 

Tom Burns Marañón: “La monarquía constitucional ha permitido sociedades sanas”

No le gustan los clubs de caballeros pese a haber recibido la Orden del Imperio Británico. Tampoco el fútbol, el tenis, ni el cricket. Sí los huevos fritos con patatas. Si es en Inglaterra, échales bacon. Tom Burns Marañón es ese español inglés que encarna una síntesis dinámica e ilusionante de todo lo que España podría ser si aprende de su propio pasado, reflejado en el espejo de otras culturas.

Ha escrito una historia mínima de Inglaterra como una flecha hacia la libertad política y el juego democrático. En Tom pesan el respeto, la paz y la convivencia, la dignidad y las buenas maneras, el consenso social. Nos regala un relato ágil y sabroso, en el que los españoles nos veremos reflejados contra el otro imperio que nos avergonzó. Lúcidamente subtitulado Las claves del excepcionalismo británico, este libro nos permite reflexionar, por comparación, sobre nuestra actual condición y posible excepcionalidad. Todos los países se creen distintos en alguna cosa.

Punteado de graciosos retratos de reyes y políticos trazados con fino humor, guarda deliciosos capítulos sobre las intrigas entre los Tudor y los Estuardo, sobre Walpole y Pitt en la creación del Imperio, o sobre el vibrante siglo victoriano de Disraeli y Gladstone. Recalca la fuerza política del anglicanismo o la importancia de la emergencia de la clase obrera como potencial electorado durante la Revolución Industrial. Aprovechamos para hablar con él de las conexiones del Reino Unido con el fascismo o con la Guerra Civil española.

Tom Burns Marañón es un serio historiador divertidísimo, sin olvidar su perfil de periodista. Además de ser nieto y bisnieto de dos importantísimos hombres, es hijo y nieto de grandes mujeres. Alguien que nos demuestra, con su práctica de la memoria, la seriedad del juego de vivir en un presente democrático.

- ¿Tu juego favorito de pequeño?

- Pues te parecerá bastante raro, porque al fin y al cabo yo y mis hermanos nacimos y vivíamos en Londres, pero lo que hacíamos mucho, jugando con mi hermano, era hacer toreo de salón. Teníamos unos capotes, unas muletas y esas cosas. Una cornamenta subida en un carrito. Y nos divertíamos mucho, organizábamos corridas. Pero luego fuimos becerristas, yo tenía el mote de Terremoto de Toledo y mi hermano era Gitanillo de Castellano.

- ¿Y había algún torero que tuvierais idealizado?

- El héroe en mi familia materna era Juan Belmonte, que había sido testigo en la boda de mis padres. Y luego, a casa de mis abuelos, pues iban bastante Antonio Bienvenida y Julio Aparicio.

- Belmonte para la generación de tu abuelo y otros intelectuales era como una especie de arquetipo de muchas cosas.

- Total. Y mi madre era muy amiga de una hija de Belmonte, mi hermana de una de las nietas. Hay generaciones por medio.

- ¿Qué simboliza todavía?

- ¿Belmonte? Al margen del valor y la dignidad, de la estética del matador, al margen de todo eso, la inteligencia. Una inteligencia absolutamente natural y tremenda.

Lo que uno busca en la historia es tratar de entender por qué ocurrió una cosa en lugar de otra.

- En tu manera de historiar el Reino Unido compaginas lo que fue con lo que pudo haber sido y lo haces de una manera orientada hacia la lectura de la contemporaneidad. Pero, en distintos capítulos, muestras como determinados adversarios políticos, es el caso de Disraeli y Gladstone, aun estando en posiciones opuestas, alimentaron Inglaterra. Tienes la capacidad de reconciliar las aportaciones de ambos lados de la historia o, en otros momentos, las de los Tudor y los Estuardo, las del catolicismo y el protestantismo, por ejemplo, en la construcción de un país.

- En el caso de Disraeli, el conservador, y Gladstone, el liberal, eran los dos grandes políticos en el siglo XIX en Inglaterra y es algo que puede reconocer muy bien un lector español, porque hay paralelismos muy obvios con Sagasta y Cánovas del Castillo. Es un turnismo y son figuras egregias, que se respetan hasta cierto punto. Y desde luego lo que hacen es colaborar.

Si hablamos de los Estuardo y antes de ellos los Tudor, aquello fue un cambio de dinastía importantísimo. Los Tudor, Enrique VIII e Isabel I, entendían a los ingleses. Con toda la brutalidad, con toda la crueldad de la época, los Estuardo, que venían de Escocia, nunca acabaron de entender lo que eran las tendencias y el desarrollo de los ingleses, sus sentimientos e ideas políticas. Los Tudor son el siglo XVI, los Estuardo son el XVII y, a mitad del siglo XVII, es cuando estalla la Guerra Civil en Inglaterra entre el Parlamento y la Corona y eso acaba con la ejecución de Carlos I Estuardo que es efectuada como, doscientos años después, lo sería la del Rey de Francia con la Revolución.

Si hablamos del catolicismo, lo que uno busca, al menos yo lo intento o así me han enseñado, es intentar entender por qué ocurrió una cosa en lugar de otra. ¿Qué ocurre en el siglo XVI en Inglaterra con los Tudor? Porque quería tener un heredero varón, Enrique VIII se divorcia de Catalina de Aragón, su primera mujer, y se casa con Ana Bolena. Este divorcio lo que trae es la ruptura con Roma y la creación de la iglesia anglicana. Al acabar el reinado de Isabel I, ya está absolutamente consolidada esta religión “nacional” inglesa, que es la iglesia anglicana, y a partir de ahí ya es muy diferente Inglaterra, el futuro Reino Unido, de lo que es Europa. Eso es muy importante. En el siglo XVII ya se crean leyes en el Parlamento para excluir a los católicos de puestos públicos, de las ciudades, se agudiza la iglesia nacional, que va desde el puritanismo hasta un anglicanismo que es parecido al catolicismo pero, desde luego, “no con Roma”. Y los Estuardo son siempre sospechosos para el Parlamento porque se cree –y, además, con razón– que estaban muy cercanos a la iglesia de Roma. De hecho, Carlos II, que vuelve triunfante a Inglaterra, instala otra vez la dinastía Estuardo y muere católico. Y su hermano, que es abiertamente católico, es expulsado de Inglaterra. Al final del XVII, se reafirma el protestantismo. Ocurrió todo esto en lugar de tener a Inglaterra dentro de lo que es el mainstream de las  tendencias históricas. Lo que uno busca en la historia es tratar de entender por qué ocurrió una cosa en lugar de otra.

De Historia mínima del Reino Unido (Turner, 2021).
Enrique VIII, el príncipe renacentista que tanta grandeza prometió cuando accedió al trono, murió a los cincuenta y cinco años, inmensamente gordo. Era el vivo retrato de un déspota. Había mandado decapitar a dos de sus seis mujeres, una de ellas, Ana Bolena, acusada de brujería y traición, y otra por infidelidad, y se había divorciado de otras dos, empezando por Catalina. La tercera murió tras dar a luz a su tan deseado varón y la sexta le sobrevivió. El segundo de la dinastía Tudor fue un monstruo autoritario que ejecutó sin contemplaciones a quienes le llevaban la contraria, siendo su canciller Tomas Moro, un humanista y ferviente católico, una de sus víctimas más señaladas. Como déspota dejó una huella innegable en la sociedad inglesa.
Copia de un retrato perdido de Holbein de Enrique VIII como atractivo príncipe humanista. / Walker Art Gallery de Liverpool.

Copia de un retrato perdido de Holbein de Enrique VIII como atractivo príncipe humanista. / Walker Art Gallery de Liverpool.

- ¿Y esa manera de contar la historia en qué difiere de lo que hubiera hecho un historiador inglés?

- Yo creo que no me separa de ellos. Todo lo contrario. Lo que he intentado hacer, y esto me lo tomo muy en serio –además de explicar por qué ocurrió una cosa y no otra, y qué es lo que separa al Reino Unido de Europa, y ahí entra lo del catolicismo…– lo que sí intento, y muy concienzudamente, es explicar la historia que los ingleses creen de ellos mismos.

Esto es la historia que se ha enseñado en los colegios de Inglaterra y es lo que forma lo que se llama una narrativa monumental. Es decir, hay un consenso en Inglaterra de lo que fue su historia desde la época medieval hacia las 'moderneces'. Entonces esto es una especie de avance continuo hacia las libertades políticas, hacia la democracia liberal, y es lo que los ingleses piensan de sí mismos.

Y eso es importantísimo. Porque, en otros países, un sector de la población piensa una cosa de sí mismos y otro piensa otra cosa de sí mismos. Y España es un gran ejemplo de eso.

- Tú a menudo mencionas “esto es lo que ocurrió, pero además tenemos el imaginario”.

Es que el imaginario es importantísimo.

Hay un western muy famoso que se llama El hombre que mató a Liberty Valance. Es un clásico con John Wayne y con todos los buenos, de John Huston. Ahí hay un bandido, un rufián –que le mata, por fin, John Wayne y no el héroe de la película, que es Gary Cooper. Pero la gente cree que lo había matado Gary Cooper.  Cuando Gary Cooper años después –ya es un hombre importante y se ha convertido en senador– intenta explicar al periodista local que no fue él quien mató a Liberty Valance sino que fue el otro, John Wayne, el periodista dice “Pues eso no importa. Cuando la leyenda supera la verdad, nosotros publicamos la leyenda”. La historia siempre tiene sus mitologías, siempre tiene su imaginario, y tiene sus leyendas. No se trata de respetarlas o no, sino que es lo que es.

Si tú no entiendes que los ingleses creen que la Armada Invencible fue una gran victoria naval, en lugar de haber sido que a los propios barcos de Felipe II les suceden unas tormentas tremendas, inesperadas, ¡pues da igual! Los ingleses van a creer que fue un gran triunfo que establece la supremacía británica en los siete mares.

- ¿Piensas traducirla al inglés?

- No, no. Esto es una historia escrita para españoles.

Que yo sepa no hay ninguna historia mínima o larga, extendida, para españoles sobre Inglaterra. ¡De hecho, ni sobre otros países! Así como hay muchos ingleses que han escrito “historias de España” y también las han escrito de otros países, en España la historiografía está más limitada a mirarse el propio ombligo y se escribe historia de España. Es decir, no hay un género de españoles escribiendo historias de otros países. Es lamentable, es una falta, pero es lo que es.

Yo de lo que era muy consciente era de que estaba escribiendo para un público español. Tenía la sensación de que tenía un amigo español o a un familiar mirándome por encima del hombro según estaba escribiendo. Y esto, Ana, es importantísimo. Porque es que, para entender la cultura de otro país, la política de otro país, sus sensibilidades y sus cosas, hay que entender la historia de ese país. Y, al decirlo, es la historia que ellos se creen de ese país.

Entrelazas el imaginario de los españoles sobre los ingleses con tu narrativa. Con guiños.

- Hay que hacer siempre el esfuerzo de entender que en todos sitios cuecen habas. Los problemas son los mismos y cada sociedad trata de enfrentarlos de una manera distinta. Y su manera de afrontar esos problemas va a ser muy en función de lo que ellos mismos se creen.

- ¿Existe el peligro de escribir una Historia solo para historiadores?

- Historiadores he conocido muchísimos. Yo estudié con Raymond Carr, conozco bien a John Elliott. He tenido muy buenos maestros y siempre estaré agradecido a los que me enseñaron, es la deuda que tengo con ellos. Pero la Historia es contar historias y entrelazarlas. Estás escribiendo para un lector, que no necesariamente tiene que saber mucho de este tema, y tienes que engancharle, tienes que contarlo de una manera amena. Y tienes que ser riguroso, por supuesto, todo lo que se quiera. Pero yo no soy gremialista. Yo no soy catedrático de historia. He sido periodista toda mi vida, y no comulgo con un enfoque de la historia solo para historiadores.

- A los españoles nos fascinan los historiadores británicos. Sentimos una idolatría algo esnob hacia los ingleses que escriben de nosotros. ¿Cómo te posicionas ante Paul Preston quien, en sus últimas declaraciones sobre su último libro Arquitectos del Terror, se muestra convencido de que hay que escribir la historia de España con un cierto sesgo?

A Paul le conozco muy bien, desde hace cuarenta años. Paul es un historiador militante. Tiene una idea de adónde tiene que llegar toda esta trayectoria, de dónde tienen que acabar las cosas y además con una idea de que “estos son los buenos, estos son los malos”. Yo le respeto mucho y quiero mucho a Paul, pero yo lo veo de otra manera. Yo prefiero contar las cosas como ocurrieron y no deseo nunca tomar partido. Simplemente explicar por qué ocurrieron de una manera y no de otra.

De Historia mínima del Reino Unido (Turner, 2021).
La Segunda Guerra Mundial fue la victoria de Churchill y, al triunfar el bien sobre el mal, la de la justicia poética. Fue enteramente apropiado que la última gesta del Empire fuera llevada a buen término por el último genuino representante de la raza imperial. A fines del siglo XIX y en Sudán, Churchill, como teniente en un regimiento de lanceros, participó en las galopadas de caballería hacia las líneas defensivas del enemigo. En la agria lucha contra los bóeres en Sudáfrica fue prisionero de guerra. Pero para asombro de propios y extraños, y desde luego para pasmo del mismo Churchill, el Partido Conservador perdió por goleada las elecciones generales que se celebraron en julio de 1945, a los dos meses del suicidio de Hitler en su búnker de Berlín.
Jacobo Fitz-James Stuart, Duque de Alba, con su primo lejano Winston Churchill tras un partido de polo en 1914 en la Casa de Campo. /   Francisco Goñi - Archivo Diario El País, Public Domain

Jacobo Fitz-James Stuart, Duque de Alba, con su primo lejano Winston Churchill tras un partido de polo en 1914 en la Casa de Campo. /   Francisco Goñi - Archivo Diario El País, Public Domain

- Si tú tuvieras que hacer el ejercicio inverso y escribir una historia de España para británicos ¿cuál es el sesgo que tratarías de evitar?

- Una historia mínima de España para ingleses la escribió en su momento, muy sintetizado, Raymond Carr. History of Modern Spain es la comprensión de todo lo que estudió y es todo lo que me enseñó.

Piensa.  

Así como la historia mínima del Reino Unido es una especie de desarrollo, un ascenso hacia la libertad política… la historia de España es casi como el sentido inverso. Es el fracaso del liberalismo. Es el fracaso de conseguir acuerdos y consensos. Es la manera en que se divide el país. Y entonces tienes, luego, que explicarte por qué ha ocurrido esto y no lo otro.

Y eso, si es que se puede contestar o intentar contestar, se puede explicar de una manera bastante clara. Silencio.

- En esta línea, entonces ¿si tú te sientes monárquico en España no puede ser lo mismo que serlo en Inglaterra? ¿Por qué a los españoles nos cuesta tanto querer a nuestra monarquía?

- Yo soy monárquico, como dices, en el sentido de que lo que respeto y valoro muchísimo es la institución de la monarquía constitucional. Es decir, la monarquía constitucional ha permitido sociedades sanas. La tienes en Europa, que son los nórdicos, Reino Unido, Países Bajos, Holanda, Bélgica y demás (Alemania e Italia es otro tema, porque son países recientes). En Francia, tienes la figura del presidente de la República, una figura monárquica (lo que pasa es que cambia y no se hereda, pero es una figura monárquica). En Estados Unidos, el presidente es como un rey, que también dura cuatro años, etc. La institución de la monarquía la valoro muchísimo.

En el caso de los países donde hay monarquía, tenemos todo el proceso por el cual los reyes reinan pero no gobiernan. Y personifican, representan al Estado, son una especie de anclaje, ayudan a entender la historia del país, pero no gobiernan. Y esto se consiguió en el Reino Unido (y ha sido toda la explicación de mi Reino Unido) a partir del siglo XVI. En los países nórdicos, también cuaja esa idea de monarquía constitucional. También lo tienes, claramente yo creo, en Holanda y Bélgica. En todos estos países, que son países prósperos y unas sociedades avanzadas, lo que hay es muchísimo respeto por la institución de la Corona. En España no, como bien dices.

Eso es porque ha sido muy interrumpida la institución de la Corona. Se interrumpe en el 31 del siglo pasado, se interrumpe con la Gloriosa en el XIX, se interrumpe por Franco. No hay la continuidad de la Corona que encuentras en otros países. Yo creo que esto es una lástima. Y ahora no se sabe qué pasará. Puede que se consiga, puede que no, quién sabe.

¿Pero adónde te remontas al último soberano de España, al último rey de España, que naciera en España y que fuera sustituido por su heredero también nacido en España? Don Juan Carlos nació en Roma y no sabemos dónde va a morir, el pobre hombre. Su abuelo Alfonso XII murió en Roma. Su bisabuelo Alfonso XII vino de Inglaterra a ser rey de España. Isabel II muere en París, Fernando VII también es desposeído y se tiene que venir del exilio de Bonaparte al volver al trono. Carlos III nació en Nápoles. ¿Pues no sé dónde te pones? ¿Quizás Carlos II, el último Austria? ¿Pero tampoco su heredero Felipe V nació en España? Es decir, hay mucha discontinuidad.

La historia de España es casi como el sentido inverso. Es el fracaso del liberalismo. Es el fracaso de conseguir acuerdos y consensos. Es la manera en que se divide el país.

- Ser un Marañón ¿trae alguna responsabilidad especial respecto a la memoria?

 - No entiendo esa pregunta. No me siento responsable de eso. La memoria y el lugar de Marañón en el siglo XX español está absolutamente clara. No necesita que yo añada absolutamente nada. Lo que yo heredé, lo que tenía mi abuelo materno era una afición por la cultura y el mundo intelectual. Y yo creo que una buena dosis de liberalismo, de entender que el otro puede tener razón, y entender que son los medios los que justifican el fin y no al revés. Esa herencia liberal de Marañón sí que la asumo.

- Supongo que todo el mundo te pregunta siempre por él, pero yo te quiero preguntar por otro antepasado tuyo, tu bisabuelo Miguel Moya. Por su impresionante labor con la prensa.

Miguel Moya era todo un genio. Sus padres eran tenderos en el Rastro. Miguel Moya lo hizo por puro talento, por instinto. No sé de dónde sale esa genialidad que le convierte en periodista, en agregador de periódicos, en creador de la Asociación de la Prensa. Fue una figura alucinante. Su modelo era la gran prensa anglosajona y entendía perfectamente su papel de cuarto poder. Y eso lo entendió también muy bien Torcuato Luca de Tena cuando fundó ABC.

- Con esa herencia de tu bisabuelo en tu pasado familiar, y la de tu padre editor, ¿alguna vez te planteaste fundar un periódico?

- Que va, que va… a mí lo que me gusta es contar historias. Y lo que es la gestión, no ha sido nunca algo que me interesara.

- Te quería preguntar por las mujeres de tu familia, empezando por tu abuela Lola Moya.

Mi abuela materna era una persona increíble… era la hija favorita de Miguel Moya, adoraba a su padre, una mujer muy muy inteligente. Y yo siempre he pensado que solamente podía se podía casar, enamorarse y casar… de un hombre que fuera también una especie de persona enorme, de inteligencia y de todo, como su propio padre. Y ese sería Marañón ¿entiendes? Es decir, solamente le interesaban hombres fuera de serie. Ella fue un apoyo fun-da-mental para Marañón. Marañón no hubiera sido lo que fue, no hubiera conseguido lo que consiguió de no tener a Lolita. Tengo fotos estupendas de ellos, en las que están los dos en la Biblioteca Nacional de París tomando apuntes juntos. Total. Uña y carne.

- ¿Tu madre y tu abuela qué cocinaban?

- Sonríe. Yo creo que ninguna de las dos supo hervir un huevo, tenían cocineras. Se ríe. Había una cocinera española en casa.

- ¿Y cuál era tu plato favorito, cuando eras niño, en casa?

- Mi plato favorito siempre han sido los huevos fritos con patatas.

- ¿Y de los platos ingleses?

- También. Lo mismo. ¡Le añades bacon, claro!

- ¿La biblioteca de tu abuelo?

- Mucha está en el Cigarral de Toledo, que ahora es de mi primo hermano Gregorio. Los incunables se fueron vendiendo. Y la colección magnífica de libros de viajes, de extranjeros viajando por España, por desgracia, está bastante dispersa. Pero lo fundamental está en el Cigarral de Toledo.

- ¿El ejemplar de él que más valoras en tu biblioteca?

- Él escribió, cuando estaba en París (que estuvo allí bastantes años), Elogio y Nostalgia de Toledo, un libro de recuerdos del Cigarral, un libro que trasluce un amor a España tremendo. Una edición de este libro me la regaló mi abuela cuando cumplí 12 años y él ya había muerto. Con una dedicatoria fantástica, como si fuera él dedicándomelo. Me emociona.

- Del Duque de Alba en los años 20-30 y sus supuestos devaneos con el fascismo… ¿crees que eso está bien explicado?

- Sonríe. Bueno… ¿devaneos con el fascismo? No creo. Era muy anglófilo, pero mucha aristocracia británica en los años 30 pensaba que Herr Hitler estaba haciendo cosas maravillosas en Alemania. Y a Mussolini también se le admiraba porque los trenes llegaban a su hora y se admiraban sus obras públicas. Los años 30 son unos años muy, muy complejos. De muchísimas tensiones, de muchísimos problemas que se van sucediendo, de muchísimas soluciones que son absolutamente erráticas y que lo estropean más, como todos sabemos. Yo lo que te diría, Ana, es que tengamos mucho cuidado en juzgar con severidad conductas o actitudes, de gente, sin tener bien claro las circunstancias y el contexto de la época.  Y ya te digo que la década de los 30, que comienza con el crack financiero y acaba en la II Guerra Mundial, pues tiene sus enormes complejidades.

- Entonces, lo que nos cuentan la famosa película y el libro Los Restos del Día, que puso sobre la mesa el protofascismo británico y lo ha dejado en la imaginación colectiva ¿no es exagerado?

- No, no. Para nada. The Remains of the Day es un gran libro. Esto era un tema importantísimo y que es absolutamente cierto. Hay un ejemplo, si quieres, es la familia Mitford –son varias hijas, y todas muy brillantes– de aristócratas inglesas. Pues una hermana está con Hitler, otra hermana se hace comunista, otra se hace no se qué… La historia de las Mitford es un buen retrato de cómo los años 30 dividen a mucha gente y eso da lugar a muchísimos errores.

El Duque y la Duquesa de Windsor visitan a Hitler en 1937, tras la abdicación de Eduardo. / Historynet.
El Duque y la Duquesa de Windsor visitan a Hitler en 1937, tras la abdicación de Eduardo. / Historynet.
Existe una cierta controversia en la historiografía británica acerca del peso que tuvieron los grupos protofascistas británicos antes de la II Guerra Mundial. Se habla de las hermanas Mitford, de los saludos de Wallis Simpson a Hitler o del Cliveden set, un importante grupo de germanófilos reunidos alrededor de Lady Astor, primera mujer en ser parlamentaria, en una palaciega residencia campestre como la retratada en Los restos del día. 
Es cierto que algunos elementos de la aristocracia británica eran pro-nazis, pero no eran menos representativos que los elementos de la clase alta que abrazaron el comunismo y se convirtieron en espías para la Unión Soviética. Aunque distintos grupos de influyentes contribuyeron a pacificar las relaciones con Hitler antes de la guerra, también se sabe que los Nazis pensaban arrestar al grupo de Cliveden nada más invadir la isla.
Burns atribuye a la Oxford Union, club elitista de los estudiantes de esta universidad, el peso de “la política de apaciguamiento con el nazismo, que frente a las protestas de Churchill, impuso el Partido Conservador”. La famosa frase “…elegistéis el deshonor y tendréis la guerra”, era la respuesta de Churchill a la promesa de su antecesor Chamberlain de haber conseguido “la paz con honor”, completamente engañado por Hitler.

 

- Y de un tema del que se habla ahora tanto, como la inteligencia británica en España durante los años 40 y 50, durante la Guerra Mundial y la posguerra, ¿qué piensas del libro Hora Cero?

Había un plan b del Reino Unido que era establecer y apoyar un gobierno antifranquista español en Canarias. Eso está bastante bien documentado. Los británicos en la II Guerra Mundial lo que querían, por encima de todo, era que no entrase en Guerra con el eje, con Hitler, con Mussolini. Lo único que querían es que Franco no entrase en la Guerra. Era fundamental mantener Gibraltar. De haber llegado a un acuerdo Franco con Hitler, Gibraltar cae seguro y Gibraltar es la llave para entrar en el Mediterráneo. Y los aliados, Reino Unido y Estados Unidos, ya estaban conscientes del desembarco en el norte de África y por eso Canarias y Gibraltar eran sumamente importantes. Lo que se consigue es que España no entre en la II Guerra Mundial. No iba a entrar lógicamente con los aliados, pero se consigue que España sea no beligerante. En eso trabajó con mucho denuedo, entre otros, mi propio padre, quien estuvo en la embajada británica en Madrid durante la II Guerra Mundial. Es una historia que no ofrece ninguna sorpresa. Es lo que cabía hacer en aquel momento.

 - ¿Te gustan los clubs de caballeros?

- ¿Los de Londres? ¿Dónde no dejan entrar a las mujeres y esas cosas? Para nada. Mi padre era muy de clubs, y mis hermanos. Pero yo no.

- ¿El lugar más bello de Inglaterra?

 - Oxford.

- ¿Y de España?

El Museo del Prado.

- ¿A qué político español te llevarías a enseñarle la Torre de Londres?

- Ríe mucho. ¿Para encerrarle?, ríe más.

Pues no se me ha ocurrido ninguno. Sigue riendo.

La verdad es que los políticos como personas interesan, porque tienen poder y el poder siempre es interesante. Pero para llevártelos así de copas a algún lado, la verdad que no. Son aburridísimos. Todos.

- ¿Y no llevarías a nadie al Parlamento británico a una sesión para aprender?

- Pues no sé qué aprenderían. Lo que gusta del Parlamento británico, en los debates y demás, es que hay un vínculo muy fuerte entre el diputado y el escaño que representa. Hay mucho debate, sobre temas muy concretos, en el cual los electores de un determinado sitio han ido a su diputado y le han dicho “oye, esto, esto y esto otro” y el hombre lo asume, el diputado. En las sesiones de control del gobierno, el diputado es el abogado de las causas de sus propios electores y lo intenta, eso gusta mucho. El diputado puede ser conservador, laborista, liberal pero es el representante de todos sus electores. Pero eso se debe a la ley electoral en el Reino Unido, a que está muy concentrada en los escaños y en los distritos electorales. No es las listas bloqueadas y cerradas que tienes aquí, donde la gente en el fondo no conoce quién es su diputado.

En España yo creo que hay que mejorar muchísimo la representatividad de las Cortes, del Senado y el Congreso. Tienen que estar muchísimo más cercanas a los electores. En España hay la soberanía nacional, del pueblo; en Inglaterra no, allí es el Parlamento. Pero aquí la soberanía es del pueblo y los españoles, y me parece muy bien, pero lo que tienes que hacer es ser mucho más eficaz. Y eso se hace con una nueva ley electoral.

- Entonces imagino que para ti es mucho más urgente la reforma de la Ley Electoral que la de la Constitución.

Sin duda. Pero para reformarla necesitas reformar la Constitución. Van unidas.

- D’Ors decía que la historia la hacen tres tipos de hombre: los héroes, las pequeñas minorías inteligentes y la masa. ¿Deben los intelectuales meterse en política?

- Es cierto que la historia la hacen grandes hombres y la hacen grandes pensadores que dan pie a movimientos sociales y políticos. Las élites en la historia, las clases dirigentes cuentan muchísimo. Y la muchedumbre, el pueblo, la masa, entra en acción. Yo respeto mucho a d’Ors, pero para mi el libro fundamental es el de Ortega. Este es un debate que resurge constantemente. En Francia a principios del siglo pasado hubo un libro muy polémico La Traison des clercs sobre por qué los intelectuales habían traicionado al país al renunciar a entrar en política.  Cada vez, más y más, la política es cuestión de gestionar muy bien, de tener buenos equipos. El tiempo del tribuno, ese héroe de d’Ors, ese hombre en la historia… la verdad es que lo que quieres es alguien que sepa ajustar la cuentas, ser honesto, ver los problemas, intentar adelantarse en los tiempos, y gestionar muy bien, y para eso contar con los mejores.

- Un gestor de lo común.

- Y un servidor de lo público. @mundiario

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