¿Es posible una Cenicienta de carne y hueso, alguien que de verdad haga soñar?

Cenicienta, la nueva película de Kenneth Branagh
Cenicienta, la nueva película de Kenneth Branagh.

Si algún director valiente realizara versiones de los cuentos de princesas con sencillez e inteligencia, tal vez sería más fácil explicar a nuestras hijas que se puede ser feliz sin conocer a príncipes azules.

¿Es posible una Cenicienta de carne y hueso, alguien que de verdad haga soñar?

Si algún director valiente realizara versiones de los cuentos de princesas con sencillez e inteligencia, tal vez sería más fácil explicar a nuestras hijas que se puede ser feliz sin conocer a príncipes azules.

Me hubiera gustado, al menos por una vez, que Disney hubiese realizado una versión de La Cenicienta más humana, más de andar por casa. Ago más cercano a mí, o a ti que me estás leyendo. Seguro que tú tambien te has sentido traicionada al ver esas historias empalagosas e indigestas, que convierten a nuestras hijas en dianas de una política comercial cruel, desmesurada y abusiva.

De la misma manera que mi primera visita a Disney fue para mí la destrucción de un mito, y no la fábrica de sueños que ellos preconizan, la última versión de La Cenicienta me ha dejado más que decepcionada, triste.

La admiración que siento por Kenneth Branagh y por la actriz Helena Bonham Carter, fueron la excusa. Me di, a mí misma, la oportunidad de reconciliarme con los cuentos de hadas tradicionales. ¡Vaya decepción!

La fanfarra que ha rodeado el lanzamiento de la película en Francia, no hacía presagiar nada bueno. La publicidad afloraba por todas partes y las redes sociales echaban humo. Durante las últimas semanas, las prestigiosas marcas francesas Repetto y Louboutin se  dejaban la piel, y los euros, en una promoción exagerada, acaparadora y machacona.

Repetto, inicialmente fabricante de zapatillas de ballet de la Opera Garnier de Paris, y que hoy comercializa calzado y vestuario deportivo de lujo para la danza, organizó concursos para atraer a las niñas a sus tiendas. Se trataba de hacerle a tu hija una fotografía con las bailarinas y el tutú azul, creados especialmente para la película. A ver quién era el guapo que le decía después a la niña que había que devolverlos…

Por su parte, Charles Louboutin, el rey del zapato francés (las inconfundibles suelas rojas) por cuya boutique de Paris, a pesar de los desorbitados precios, desfilan mujeres de presidentes, reinas y princesas de todo el planeta, abrió su desfile de la semana de la moda, presentando su creación fetiche de este año: una versión de los míticos zapatos de cristal, en "vair". Sí, sí, he dicho "vair" (vero, o piel de ardilla) y no "verre" (cristal). Louboutin buscaba llamar la atención, y lo logró, reavivando la polémica del error fonético, y no de traducción, de Balzac al versionear el cuento de Charles Perrault. El escritor nunca se pronunció sobre este cambio del zapato de cristal por el de piel, y ocasionó uno de los debates más curiosos de la literatura infantil. Se ve que encontró los zapatos de crital un poco incómodos y decidió que Cenicienta iría al baile mucho más confortable en pantuflas de piel. ¡Me gusta Balzac!

La película

Intentaré ser objetiva con la película. El vestuario, tanto el de los hombres como el de las mujeres, es espectacular, original y de buen gusto, con unos acabados y una puesta en escena a la altura de cualquier superproducción hollywoodiense, muy en la línea Shakespeariana de las producciones de Kenneth Branagh. Pero..., siempre hay un pero con los cuentos de princesas Disney, estética y Helena Bonham Carter a parte, un poco más de lo mismo.

A excepción del tono megalómano de Branagh, ninguna sorpresa. ¡No iba a ser Sir Kenneth tan osado, como para cambiar los cimientos del cuento de Perrault! o, ¡para cambiar los métodos comerciales de Disney!

Solamente destacar el hilarante final: un saludo de los recién casados desde el balcón, a lo "Buckingham Palace" que me hizo preguntarme si las familias reales europeas no habrían puesto, ellas tambien, su granito de arena en la producción.

Una vez más salí del cine pensando: ¡para cuándo una película de princesas realista! Cualquier película de Pedro Almodovar está mucho más cerca de ser un cuento de hadas que este pastel. Sexo aparte, estamos de acuerdo que el público de Almodovar es un público adulto, sus películas tienen éxito internacional porque hablan de personajes reales. Las personas van a verlas, porque se sienten identificadas con las situaciones que recrea. Permite soñar, porque a pesar de las dificultades y de los dramas, los personajes, imperfectos, consiguen superarse gracias a su fantasía y, con honestidad, salen adelante…, ¿no es ésta la "moraleja" de todos los cuentos clásicos?

Si algún director valiente realizara versiones de los cuentos de princesas con sencillez e inteligencia, tal vez sería más fácil explicar a nuestras hijas que se puede ser feliz sin necesidad de conocer a príncipes azules. Es más, tal vez podríamos explicarles que no existen. Podríamos hacerles comprender, a tiempo, que sus mayores tesoros en la vida no van a ser sus poses, ni la marca de sus vestidos, ni los movimientos cursis de su pelo. Pero que sí lo serán sus amigos, sus sueños, sus ilusiones y sus deseos. Y que éstos no se pueden guardar en un ropero ni en ningún palacio, por grande y bonito que éste sea.

Una Cenicienta de carne y hueso

Tal vez Pedro podría inventar una Cenicienta moderna. Cualquier mujer de nuestros días, como tú, o como yo. Podría tomar el mismo ejemplo del cuento de Perrault, con una madre que tambien se muera joven, pero a la que la enfermedad, o el desempleo, o la falta de medios, la han vuelto distante, triste y malhumorada.

Pongamos, tambien por ejemplo, un padre ausente pero no tan simpático, que abandona a Cenicienta porque ésta es un obstáculo en los planes con su nueva familia. Esto, creedme, suele ocurrir.

Imaginemos una chica normal, ni tan guapa ni tan buena, cuyo único deseo es estudiar para tener un trabajo como el de los príncipes azules. Una a la que no le importe ver sus sueños desvanecerse, porque su única prioridad es la de salir adelante y que va a hacer de ese empeño su forma de vida. Alguien feliz con pequeñas cosas, que se va a ver obligada a dejar su ciudad, y sus amigos, para poder tener un trabajo digno haciendo lo que le gusta. Esto si que haría soñar a todas esas jóvenes (y no tan jóvenes) españolas, emigrantes y recién licenciadas, que sirven copas por toda Europa…

Sí, estas princesas también existen y disfrutan de la vida, aunque no lleven zapatos Louboutin, ni vestidos de Repetto. Es más, a estas princesas, todo eso suele darles igual..., son felices con otras cosas, con muy poco, tal vez con mucho, como por ejemplo ver la sonrisa de sus hijas un día cualquiera, a una hora cualquiera, en una ciudad cualquiera… Fin.

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