Miremos a Tuvalu como un país casi virtual y con un posible futuro efímero

Atardecer en la laguna de Funafuti. / Christian Cabre
Atardecer en la laguna de Funafuti. / Christian Cabre

Es una de las naciones más pequeñas y remotas del mundo enriquecida gracias a internet y amenazada por el incremento del nivel de los océanos debido a su escasa altitud.

Miremos a Tuvalu como un país casi virtual y con un posible futuro efímero

Tuvalu es una monarquía constitucional independiente en el suroeste del Océano Pacífico, a mitad de camino entre Hawaii y Australia, formada por un archipiélago compuesto de 3 islas de arrecife y 6 atolones, anteriormente conocido como Islas Ellice. Tiene una superficie de unos escasos 27 kilómetros cuadrados y una población de poco más de 10.000 habitantes, lo que le convierte en el cuarto país más pequeño del mundo, en términos de superficie, y el segundo menos poblado, después del Vaticano.

El archipiélago fue descubierto por el explorador berciano Álvaro de Mendaña que, navegando por el Pacífico con su nave Capitana, el 16 de enero 1568 avistó su primera isla, que resultó ser Nui, aunque él la llamó la Isla de Jesús. No hubo contacto europeo con Tuvalu hasta 2 siglos más tarde, cuando en 1781 el comerciante español Francisco Maurelle, desviado de su ruta de Manila a México llegó al atolón de Nanumanga. En ambos casos se puede decir que Tuvalu fue descubierto por accidente y provocando un nulo interés en sus descubridores hasta que, en el siglo XIX, entró en la órbita británica de la mano de la industria ballenera hasta su independencia en 1978.

Los habitantes de Tuvalu no han sido muy afortunados a lo largo de la historia que digamos, primero fueron ignorados por sus descubridores y luego visitados por comerciantes de esclavos. La falta de recursos hizo que vivieran siempre con una economía de subsistencia, comerciando con fosfatos o vendiendo licencias de pesca, porque las islas son demasiado remotas para el desarrollo del turismo a gran escala. Sin embargo las nuevas tecnologías vinieron a sacarlos del ostracismo. En 1998 Tuvalu comenzó a “alquilar” su código telefónico para líneas eróticas y similares, pero la mayor alegría se la dio internet al ceder el dominio “.tv”, que le corresponde, a una empresa americana por una millonada que puede que tengan que darse prisa en gastarla ante la posibilidad de que su territorio, con un altura máxima de 5 metros, pueda desaparecer por los efectos del cambio climático. De hecho incluso están valorando la posibilidad de adquirir terrenos en otro lugar para trasladar el estado.

Comentarios