¿Es posible aprender a andar de nuevo?

Patricia Ramírez y Ángel Cruz, padres de Gabriel, en la capilla ardiente del niño. / La Voz de Almería
Patricia Ramírez y Ángel Cruz, padres de Gabriel, en la capilla ardiente del niño. / La Voz de Almería

Los padres de Gabriel están dispuestos a ello para iniciar una nueva etapa de su vida.

¿Es posible aprender a andar de nuevo?

La inocente expresión de un niño -enormes ojos en busca de la vida, sonrisa insinuada- y el dolor de sus padres han servido, una vez más, para comprobar las contradicciones del comportamiento de los seres humanos.

Los padres de Gabriel han concitado el cariño y la simpatía de los españoles, con su ejemplar actitud de entereza, sin merma de su  profundo dolor e incertidumbre.

La pareja ha expresado su recíproca ternura y admiración, con una naturalidad admirable, a través de sus manos enlazadas, miradas suplicantes y de aliento y proximidad física.

También han sido un ejemplo de temple para conciliar su rabia -conocidas  las sospechas de la guardia civil- con un comportamiento público que no fuera obstáculo  para la continuidad de la investigación  y  para  enviar  sus peticiones  de ayuda y  expresar su agradecimiento.

Conocido el triste final,  resulta verdaderamente emotivo, sensato y admirable, su llamamiento a favor de que no se extiendan el odio, el rencor y el deseo de venganza y  nos quedemos  con la adhesión de cariño concitada por el pequeño Gabriel para con él, sus padres y su familia. Habló también Patricia de la necesidad de que la sociedad recupere una serie de valores, que parecen olvidados.

Este llamamiento a la serenidad pone de manifiesto un enorme sentido común, pues muestra su convencimiento  de que el odio nunca es un buen consejero y que a quien hace más daño es al que lo siente, y no a su destinatario; con el don del perdón, sucede lo mismo: probablemente tranquiliza más a quien lo otorga que a quien lo recibe.  Inteligente mochila para continuar el camino de sus vidas jóvenes, tras dedicar un tiempo a volver a aprender a andar juntos, según las palabras que Patricia dirigió a todos los españoles pero, sobre todo, a Ángel, mirándole con un enorme cariño.

Y en esta vorágine de noticias y opiniones  aparecen unas imágenes contradictorias con lo que acabo de escribir, dolorosas, tristes, ajenas a los sentimientos de los  padres de Gabriel: un grupo de exaltados gritan, insultan, amenazan e intentan agredir a la detenida como sospechosa.

No podemos juzgar los sentimientos personales de los increpadores pero, dada la actitud de Patricia y Ángel, son, cuando menos, impropias y poco útiles para acompañarlos en esta nueva etapa de su vida.

Un detalle que me emocionó: las lágrimas y emoción de curtidos miembros de la guardia civil, a los que no siempre se reconoce su trabajo. @mundiario

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