Corrupción: La solución estaba a la vista pero no me lo agradezcan, lo hago por servir

Billetes de 500 y 200 euros.
Billetes de 500 euros, tan utilizados en España...

Lo teníamos delante y no lo veíamos. De puro obvio se nos escapaba la solución rápida, limpia, definitiva para el problema de corrupción que asola al país: legalización.

Corrupción: La solución estaba a la vista pero no me lo agradezcan, lo hago por servir

Como la prostitución y la droga, cuyas redes ilegales se desmoronarían de inmediato en situación regulada, la legalización de la corrupción nos llevaría al superávit en un solo periodo presupuestario, a lo sumo dos.

La cosa es como sigue.

Pongamos que una infraestructura, completamente innecesaria, nos va a costar 300 millones de euros, de los que el corrupto correspondiente conseguirá arañar entre cemento, ladrillos y aluminio anonadado, un discreto 10%, lo que viene suponiendo unos 30 millones de euros para la faltriquera.

Bien.

Extendamos el cheque por el valor mencionado al corrupto asignado legalmente a esa obra, y ahorremos de inmediato 270 millones de las arcas públicas por el sencillo método de no realizar la obra.

Brillante.

Ahora, en un elemental ejercicio matemático, elevemos la cifra ahorrada a la enésima potencia, al multiplicarla por toda cuanta ocasión se presenta de evitar gastos de utilidad dudosa o, peor aún, de inutilidad demostrada.

Sumemos también el dinero no gastado en inauguraciones y mantenimiento anual de la obra no construida y nos pondremos a la cabeza de Europa antes de que empiecen los anuncios de turrón.

Al cargo de corrupto se accedería tras rigurosa oposición que, lógicamente, podría estar hábilmente manipulada, siempre y cuando revertiera en el erario público un porcentaje razonable del importe del soborno al tribunal examinador.

No es, en principio, un cargo hereditario, pero todo se puede hablar, ustedes ya me entienden.

Una ventaja adicional es que, al tratarse de un cargo legal, los ingresos del corrupto estarían gravados con el IRPF correspondiente, lo que supone una cifra nada desdeñable en los volúmenes en que nos movemos.

El plan no tiene una grieta.

No me lo agradezcan, lo hago por servir.

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