El Tribunal Supremo apuntilla en Galicia a una Valedora que ya no valía

Feijoo aplaude a la Valedora do Pobo, Milagros Otero, en su toma de posesión. / Mundiario
Feijoo aplaude a la Valedora do Pobo, Milagros Otero, en su toma de posesión. / Mundiario

A las pocas horas de conocer la adversa resolución judicial, Milagros Otero presenta la renuncia, secundada por su adjunto, Pablo Cameselle, propuesto en su día por el PSOE. Ambos seguirán ejerciendo el cargo hasta que el Parlamento les encuentre sustituto.

El Tribunal Supremo apuntilla en Galicia a una Valedora que ya no valía

La Valedora do Pobo estaba sentenciada y condenada. Por triplicado. Primero la sentenció el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia al considerar que había actuado de una forma arbitraria y con desviación de poder en el proceso de selección de una jefa de servicio con la que quería contar para completar el organigrama de la institución. Fue una sentencia muy contundente y que la dejaba a los pies de los caballos. Ahora es el Supremo el que confirma la resolución del tribunal gallego, por la que esperaba Feijoo para bajar su dedo sentenciador. Esa ha sido la puntilla. A las pocas horas de conocer la adversa resolución judicial, Milagros Otero presenta la renuncia, secundada por su adjunto, Pablo Cameselle, propuesto en su día por el PSOE. Ambos seguirán ejerciendo el cargo hasta que el Parlamento les encuentre sustituto. Una sustitución que no será fácil. Para el nombramiento de Valedor o Valedora al PP no le basta su amplia mayoría. Ha de ponerse de acuerdo con al menos otro grupo parlamentario, tarea que no se verá precisamente favorecida por el clima político creado por largo ciclo electoral que arranca este mes con las generales y termina en 2020 con las autonómicas.

De los antecedentes cabe deducir que sus señorías tienen prisa a la hora de cubrir este tipo de vacantes. La del "ombusman" a la gallega es una figura estatutaria, pero el Parlamento tardó casi una década en elegir al primer Valedor. No fue hasta principios de los noventa, con el desembarco de Fraga en Galicia. Después hubo más de un interinaje, como el que ahora se abre. Sucede así -no sólo en Galicia, naturalmente- con todos los cargos institucionales que requieren consenso entre varios partidos. Da igual la relevancia o la trascendencia de la institución, aunque siempre resulta más fácil acordar un nombramiento como éste cuando hay un gobierno sólido en la Xunta, de amplia base parlamentaria. O si hay varios cromos a negociar y repartir, algo que ahora mismo no sucede.

A Feijoo, por una parte, le ha venido bien la renuncia de Milagros Otero. Se apunta el tanto y da ejemplo. Su partido no es como otros. Sus altos cargos, con carné o afines, asumen responsabilidades cuando la Justicia los pone en evidencia (esto es, en el momento procesal oportuno; en cuanto hay sentencia firme, no antes, tampoco después). Sin embargo, Don Alberto es de los que prefieren que cada pieza esté en su sitio. Los vacíos institucionales le producen vértigo. No los crea, ni deja que se los creen, si no tiene ya previsto cómo llenarlos. En los más de diez años que lleva en San Caetano tiene más que aceditada la alergia a los cambios y los acomete si no le queda otro remedio. Llegado el momento, eso sí, mueve las fichas de forma certera, pero siempre predecible. 

El que puede respirar hondo es el portavoz del PP en O Hórreo. Sin comerlo ni beberlo, Pedro Puy se vio directamente salpicado por este asunto de la Valedora porque la persona favorecida por Milagros Otero era su hermana, funcionaria de carrera y al parecer con sobrados méritos para ocupar el puesto en litigio sin necesidad de "enchufe". Su incómoda situación duró más tiempo del razonable. Y se le notaba. Ahora es capítulo cerrado. Que Puy pueda centrarse por completo en su tarea es bueno para él. Pero sobre todo para Feijoo, que tiene en el sobrino de Fraga un más que fiel y eficaz escudero, que hace bien su trabajo. Y que está a lo suyo. Ni conspira, ni "argalla". @mundiario

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