Soraya Sáenz de la Cosa, la 'barman' de Rajoy que sirve información de garrafón

Soraya Sáenz de Santamaría.
Soraya Sáenz de Santamaría

Los días después de los Consejos de Ministros me levanto con resacas que ni siquiera padecí en mis frenéticos días de vino y rosas. ¿Servirán verdades adulteradas en el chiringuito de Mariano?

Soraya Sáenz de la Cosa, la 'barman' de Rajoy que sirve información de garrafón

Los sábados de resaca, o sea, los días después de la reseñas de los Consejos de Ministros de España, me prometo a mí mismo no volver a caer en la tentación de meterme otro cóctel de impertinente didáctica (convenientemente mezclada con sonrisas) de esa Perico Chicote del Gobierno Español a la que llamamos Soraya Sáenz de Santamaría. Mis colegas de la Corte son muy libres de elevarla a los altares de la opinión publicada, en una de las peores cosechas de políticos de nuestros últimos dos siglos de historia. En el reino de los ciegos, ya se sabe… Y en pleno periodo de “ley seca” informativa, de endogámicas declaraciones enlatadas y de plasma placebo aplicado vía gotero, se comprende que la España mediática zurda y diestra aguarde con ansiedad los boca a boca de la señora Vice, ay, para mitigar su colectivo síndrome de abstinencia.

Es lo que pasa siempre con las leyes secas, hombre, como muy bien saben los americanos contemporáneos del dichoso Eliot Ness y los Intocables. Que te sirven una copa de “garrafón” informativo, manipulado en las destilerías clandestinas de La Moncloa, y lo paladeas como el mejor reserva o el más sofisticado de los güisquis de Malta. Al final, siempre acabas engañando a tu mujer o a tu marido con el barman, a medida que descubres que se pueden alcanzar orgasmos por la boca, por los oídos e incluso por los bolsillos, dicho sea como inofensiva alegoría del inconfesable deseo de alcohol, de primicia informativa o de dinero que circula por inescrutables caminos.

De premio naranja a sucesora de Rajoy

A penas hace unos años, Soraya sería la perfecta candidata a “premio naranja” de los chicos de la prensa que cubren las cosas y los casos de los chicos del gobierno, de la oposición, del Hemiciclo y de la farándula política. El síntoma alarmante de la flagrante devaluación de España es que, ahora, figura en la mayoría de los libros de Bitácora de los periodistas de Corte como firme aspirante a candidata a Primera Ministra. Ya sé, ya sé que todavía resulta más esperpéntico que suene la “casta” Susana andaluza como hipotética okupa de la Moncloa, o el chico ese, Madina, o un varoncillo autonómico popular de cuyo nombre no quiero acordarme, o un socialista periférico con navaja toledana en la faldriquera, u otro homólogo errante que acaba de perder su Norte y el nuestro. Pero ni siquiera tan indescriptible muestrario de alternativas debería auspiciar la teoría del mal menor, cuyo caldo de cultivo idóneo es la proverbial resignación cristiana genuinamente española. Una vez más, la sangre cervantina que corre por nuestra sangre de caballeros de la triste figura, nos hace creer que estamos viendo gigantes donde sólo hay molinos de viento. Pero, claro, si un tal Jean-Claude Juncker, ¿Jean-Claude, qué?, procedente del Liliput de Luxemburgo, puede convertirse en Presidente de Europa, tampoco es cuestión de hacerse los estrechos con una futura/o presidente de España. ¡Nunca el listón se había puesto tan bajo, oye!

De Abogada del Estado a abogada del Gobierno

Pero, bueno, a lo nuestro. Deber ser terrible haber superado la compleja oposición a Abogada del Estado, o sea, abogada de los españoles, para acabar ejerciendo de abogada del Gobierno, que sólo es una circunstancia perecedera, de paso. Debe ser un drama interior que te llamen Vicepresidenta, ¡casi nada al aparato!, y tener que presentarse todos los viernes, ante la opinión pública y la opinión publicada, haciendo el papelón de la barman de confianza del chiringuito de Rajoy sirviendo información de “garrafón”. Debe ser frustrante pasarse cuatro años escondiendo detrás de una sonrisa, de una medida, de un decreto, el archipiélago Gulag en el que viven decenas de millones de españoles, entre niños sin futuro, parados sin presente, pobres sin expectativas, pensionistas congelados en otra Siberia y anónimos ciudadanos fantasmagóricos enterrados en vida en fosas comunes imperceptibles en las páginas del BOE.

Alergia a los millones de “ácaros humanos” españoles

¿No les da vergüenza pertenecer a un gobierno, a una oposición que apenas hace dos años que traspasó el testigo, a un elenco de parlamentarios “aprietabotones”, a patronales, a centrales sindicales, a solemnes instituciones judiciales, a cúpulas financieras, a élites independentistas, a ortodoxos constitucionalistas, a patriotas autistas, a fervientes republicanos, a conservadores, a progresistas, a logias de gurús mediáticos, cuyos radios de acción u omisión se limitan a una población activa de poco más de 16 millones de ciudadanos? Una cosa es que los 47 millones de españoles hayamos digerido que nadie hablara de nosotros, y menos de Rajoy, Rubalcaba, Sorayas, Susanas, Artur Mas, gente así, cuando hayamos muerto. Y, otra, muy distinta, que no se hable de decenas de españoles mientras están vivos. Que las intervenciones de los políticos no empiecen siempre pidiendo perdón a los parados, a los jubilados, a los jóvenes, a los dependientes, por lo que les están y seguirán haciéndoles. Que la población pasiva española se haya convertido en una nueva subespecie de “ácaros humanos” que crecen y se multiplican, que se van haciendo invisibles y que han empezado a producir brotes de alergia a los políticos (todos esos cínicos políticos con soluciones de boquilla) y rinitis agudas sociológicas en los ciudadanos (todos los ciudadanos con nómina, con ingresos a fin de mes, con techo, acojonados ante la posibilidad de que sea contagioso)

Ensayo sobre la ceguera o los parados invisibles

Sobre todo los parados, se han convertido en ácaros que producen alarma política y social. Son demasiados, se han hecho absolutamente invisibles y  provocan episodios de asma crónica entre la impotente clase política, miradla, que busca desesperadamente una vacuna utópica en los laboratorios de macroeconomía. Entre los decadentes pueblos de Occidente, en cambio, con sus barbas a remojo mientras van segando a su lado las barbas laborales de sus vecinos, provocan sarpullidos metafísicos y alocadas estampidas sociales a la voz de un inconfesable grito interior que resuena en sus oídos: ¡sálvese el que pueda! Para los partidos de la oposición, ¡tantas oposiciones!, las tasas de paro son arsenales de munición en sus batidas de caza indiscriminada a los gobiernos. Para los partidos del gobierno, ¡tantos gobiernos!, son como las cifras del colesterol para los humanos: excesivamente altas para asumir el compromiso de rebajarlas en los próximos análisis clínicos.

Pero, chico, al menos esta crisis económica, social y anímica nos ha permitido resolver un enigma que ha tenido en ascuas a la humanidad durante siglos. Ya sabemos que existen los fantasmas. En mi calle occidental se cruzan conmigo caminito de las oficinas de empleo. Yo les miro fijamente a los ojos, uno a uno, y ellos me devuelven la mirada con los ojos del alma, si es que el alma existe, si además no es ciega, y me alejo después caminando hacia no sé dónde, en complicidad con los menguantes vivos murientes empleados, intentado asimilar la remota posibilidad de llegar alguna vez, a alguna parte, arrastrando la pesada carga moral, ética y estética de crecientes muertos vivientes sin trabajo. No me extraña que en un mundo así, en pleno sprint hacia la decadencia de occidente diagnosticada por Spengler, resuenen por mis calles voces de coros distintos y distantes, como chirigotas de Cádiz: ¡Soraya, Susana, Madina, Page, Patxi, Espe, gente así, for President! Lo que nuca perderá este país es su facilidad para tomarse a sí mismo de coña. Sabe que el mundo no está dispuesto a llorar con nosotros, pero siempre está dispuesto a reírse con nosotros o de nosotros, como acaba de demostrarnos Bono el de U2 (no confundir con el otro cantante de La Mancha) La única duda que me queda es con cuál de las dos intenciones practicaba su peculiar sentido del humor británico, ¡turistas pa ese corazón partío de España!, el camaleónico artista irlandés. A lo mejor es que sus eternas gafas oscuras no le han permitido observar que, en lo único que España no padece déficit, je, es precisamente en guiris.

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