¿Se equivocó Fukuyama?

Boxeo. / Amorim, Brasil
Boxeo. / Amorim, Brasil

El fin de la historia, tal como Francis Fukuyama lo planteó hace casi 30 años, no se ha dado.

En 1989 se publicó un breve ensayo que luego dio paso al aparecimiento de una polémica publicación a la que el autor, Francis Fukuyama, tituló ‘El fin de la Historia y el último hombre’ (The End of History and the Last Man). En dicha obra, el autor aborda una interesante y controversial tesis a través de la cual —palabras más, palabras menos— expone que las ideologías han dejado de existir, dando paso a un mundo cuya base será, a partir del final de la Guerra Fría y como consecuencia de la caída del comunismo, la democracia liberal. El paso de los años, sin embargo, ha demostrado con evidencias innegables que dicha aseveración no ha resultado del todo cierta. Es más, las causas que históricamente originaron el aparecimiento de posturas ideológicas opuestas como mecanismo para la búsqueda de mejores o más adecuadas formas de gobernar o de conducir las sociedades, siguen existiendo tal cuales, y de allí debiera partirse justamente para el análisis.

En ese sentido, las posturas —en muchos casos extremas y radicales— que suelen enarbolar banderas ideológicas de izquierda o derecha (según sea el caso, y que evidentemente siguen existiendo), no han podido aún demostrar que son verdaderamente funcionales como finalidad en sí misma en términos de soluciones, por ejemplo, para la disminución de las desigualdades sociales y para una mejor distribución de la riqueza de los Estados. Valga decir que, en ese sentido, durante las últimas décadas, a pesar de que quiera negarse y aunque con determinadas matizaciones modernas ciertamente, el mundo ha seguido dividido en dos polos ideológicos en donde se han ido colando algunas posturas intermedias que poco han aportado en virtud de que no se han abordado con seriedad como opciones reales o como alternativas a las “tradicionales” (la tesis de Fukuyama, por lo tanto, es cuestionable, puesto que se limita a una visión un tanto simplista y erróneamente reduccionista científicamente).

El fin de la historia, tal como lo planteó, no se ha dado, y dudo mucho que llegue a darse en virtud de que, como ya se apuntó, no han desaparecido las causas primigenias del aparecimiento de las posturas ideológicas que él indica que han llegado a su fin, pero, que siguen existiendo y que sin duda seguirán existiendo. Asimismo, evidencias hay de que la democracia liberal, en el sentido como fue planteada por Fukuyama, como la única salida posterior a ese fin de la historia, ha sido reiteradamente cuestionada y evidentemente no ha logrado constituirse en ese fin último que él alude, particularmente en ideas referentes a la razón científica como impulso o motor de la historia y en eso que él llama la ‘voluntad de ser reconocido por otros’. Como corolario, quizá sea menester indicar que la democracia liberal también tuvo su génesis en una suerte de pensamiento ideológico, por lo que la tesis de Fukuyama también resulta contradictoria a la luz de la premisa inicial en la que se basa.

*El presente texto forma parte de un estudio más extenso acerca del tema, el cual se publicará próximamente con otro título. En el texto completo se incluye un capítulo donde se cuestiona si no habrá llegado el momento de considerar formalmente un modelo alternativo híbrido entre las corrientes ideológicas de izquierda y derecha (como ya sucede en la práctica), con lo cual la historia daría un giro, ciertamente, pero no sería su fin. @mundiario

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