¿El sanchismo y su relator son una amenaza para el futuro del PSOE?

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La caricatura política ha salido a la calle de este modo.

Sánchez convierte la “Teoría del Estado” en  “Teoría del depende”. Si no tuviera graves consecuencias, sería una frivolidad. Lo grave es que traiciona principios esenciales que el socialismo español ha defendido a lo largo de la historia frente al nacionalismo excluyente.

¿El sanchismo y su relator son una amenaza para el futuro del PSOE?

Uno de los más entusiastas partidarios con que cuenta el doctor Sánchez, ex alcalde de una villa ourensana, escribía recientemente, con destacado entusiasmo que una de las más destacadas cualidades del actual presidente del Gobierno es que “no se considera esclavo ni concernido por sus propias palabras, sino de sus objetivos”. La frase es perfectamente definitoria, a la luz de la experiencia, de quien puede hoy afirmar enfáticamente una cosa y mañana hacer y decir otra, con el mayor cinismo y naturalidad. O sea, que no se puede fiar uno de lo que diga o, peor, hemos de entender que, en este caso, “el fin justifica los medios” (frase atribuida a Maquiavelo). Y, además, en su entorno, nos explican que en este caso funciona la posverdad; es decir, se puede afirmar cuando no se está en el Gobierno que en Cataluña hubo un caso de rebelión, y aclarar, cuando se está en la Moncloa, que en ese tránsito se ha cambiado de opinión, sin explicar por qué. Y así en todo.

El PSOE ha defendido siempre que los ciudadanos han de ser iguales en derechos y deberes políticos dentro de la nación  y aun del mundo entero, por encima de fronteras u otras circunstancias, y, en el caso concreto de España, que el socialismo combate el nacionalismo excluyente a las élites burguesas y otras que se dicen de izquierdas, que lo representan.

La declaración de Granada, ignorada

Pero, es más. Se supone que el primer secretario del PSOE ha de atener su actuación al propio programa, documentos y declaraciones del partido. Ahí tenemos, en este caso, la llamada “Declaración de Granada”, de julio de 2013, en la que el PSOE fija su postura, programa y objetivos en materia de política autonómica y configuración del Estado se señala: “Igualdad de derechos básicos de todos los ciudadanos, cualquiera que sea el lugar en el que residan. Sí a los legítimos hechos diferenciales, no a los privilegios o a las discriminaciones”. Aparte de que conviene aclarar que, fuera del ámbito cultural, para un socialista no parece que tenga o deba tener más consecuencias políticas ese “hecho diferencial”, en base a lo que se supone su propio ideario, los sucesivos gestos del doctor Sánchez hacia Cataluña no parecen concordar ni con los ideales sostenidos por el propio PSOE a lo largo de su existencia ni menos con la famosa declaración a la que aludimos.

¿Está hoy el PSOE de Sánchez, o mejor dicho “el sanchismo” alineado en la defensa de la Constitución como se espera? ¿O esas veleidades hacia Torra y los suyos denota otra cosa? De momento, alguna de las más profundas exigencias del nacionalismo catalán se han ido satisfaciendo: desde el anuncio que adelantó su delegada del Gobierno en Cataluña de que al final del camino procesal de justiciables que van a ser juzgados espera el remanso del indulto (previa rebaja por parte del abogado del Estado de la condición de los hechos imputados);  el incremento de la asignación a Cataluña (del 13 al 18 por ciento) de su participación en el reparto de los fondos en función de su aportación al PIB (difícil de entender desde el principio de la solidaridad interregional que en tiempo fue bandera del PSOE), y ahora lo del “relator”.

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La caricatura política ha encontrado un filón en las cesiones de Sánchez a Torra.

Para vestir al santo, se ha hurgado en todos los casos de los gobiernos anteriores en que se usó de intermediarios, mediadores, mensajeros o contactos de diplomacia subterránea para bajar la tensión en otros conflictos. No vale, por decoro, citar como ejemplo a los propios verificadores alistados por ETA y otros parecidos. Pero sí es cierto que Aznar y Zapatero, entre otros, recurrieron a esa figura, pero en un contexto que en modo alguno suponía, como en este caso, responder a una demanda de la otra parte en cuanto a exigir, a través de esta figura, el reconocimiento de facto de que ambas partes eran iguales, de que se negociaba entre dos figuras semejantes. Una cosa es la mediación, y otra bien distinta lo que ahora se nos presenta.

El reconocimiento de Cataluña como nación

Entre el paquete de medidas que Torra ha exigido a Sánchez destaca precisamente, el reconocimiento de facto, previo al de iure, de que Cataluña es un sujeto político igual que España, y al que hay que reconocer como tal, aunque, de momento, ese reconocimiento, insisto, sólo sea de facto, y no de iure (que es la fase siguiente, o sea, reconocimiento a la secesión previo un referéndum de independencia pactado).  Y eso es lo que se busca y el doctor Sánchez concede. España y Cataluña son pues, dos estados que pugnan y este es el mensaje que se presenta o se quiere presentar ante el mundo, lo que requiere una mediación internacional, de un árbitro. Y en esa dirección, el primer paso es pues, que, en la propia mesa de partidos, antesala de negociaciones de más rango, aparezca ya esa figura, que se llama relator.

¿Qué papel tiene el relator? ¿Qué efectos puede tener el ejercicio que se le otorga? ¿Es un notario que da fe, el conductor de la negociación entre iguales, un vicario-delegado de quién? En todo caso, Torra ha vuelvo a imponer al presidente del Gobierno lo que quería. Y lo más vergonzoso e indigno es que el pago que Sánchez liquida para conseguir el apoyo que precisa para seguir, de momento en la Moncloa. Hasta otra cosa sería si formara parte de una política, acertada o no, con respecto a Cataluña, que no llevara prendida la contraprestación como pago.

La propia reacción que la nueva cesión de Sánchez ha provocado dentro de su partido por parte de quienes defienden que la respete la Constitución y no se juegue con la unidad de España (hasta el propio Alfonso Guerra ha salido al paso de lo que se considera tropelía, y por cierto le ha costado, ¿cómo no?, se motejado de “facha”) denota que una parte considerable de la sociedad española está alarmada ante este nuevo paso que tan caro puede costar en el futuro al propio PSOE.

Lo que ha quedado meridianamente claro es que el “sanchismo” es un fenómeno y el socialismo otro. Lo malo es que Sánchez está al frente de un partido que sus acciones pueden dañar o destruir. Al tiempo. Basta con leer el editorial al respecto del que vuelve a ser, tras su etapa anterior, el periódico de cabecera del PSOE, El País. @mundiario

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