Sánchez habla a los catalanes desde el Liceu silenciando los asuntos conflictivos

Pedro Sánchez. / Borja Puig de la Bellacasa
Pedro Sánchez. / Borja Puig de la Bellacasa

Durante los últimos días los nacionalistas han presentado los indultos como claudicación del Estado, como derrota política y jurídica.

Sánchez habla a los catalanes desde el Liceu silenciando los asuntos conflictivos

El Gran Teatro del Liceu de Barcelona tiene 2.300 localidades distribuidas en seis niveles, con un escenario de 15 metros de ancho y más de 30 de altura. Fue reconstruido recientemente con gran fidelidad tras un incendio, siendo uno de los más hermosos de Europa. La tercera parte de su financiación anual corre a cargo del Estado, lo que no ocurre en ninguna otra comunidad autónoma. Hoy fue el marco, poco apropiado, elegido por el Presidente del Gobierno para un discurso de presentación de los indultos que mañana serán aprobados. Los destinatarios, unas 250 personas, en gran medida altos cargos socialistas y muchos representantes de los medios de comunicación. Escasa representación de la sociedad civil. La elección del Liceu no es casual: mensaje a las élites en su reducto más representativo, con la estrella actuando en el escenario vacío.

Nada de lo que se dijo era nuevo pero el nacionalismo ha acusado el exceso de protagonismo de Sánchez durante las dos últimas semanas, contraatacando en los últimos días desde todas las tribunas con mensajes de rechazo o interpretando los indultos como claudicación del Estado y reconocimiento de su derrota judicial o política en el frente internacional. No importa que no sea exactamente cierto porque así es como se ha publicado.

Sánchez en su discurso se ha envuelto en ropajes de estadista queriendo alumbrar un nuevo período de convivencia en España a través de un pequeño gesto que afecta a nueve dirigentes secesionistas presos. Al margen quedan varios centenares de personas imputadas en diversas causas así como otros procesos que intentan el reintegro de los gastos indebidos de la Administración catalana, cuya resolución favorable podría arruinar a muchos políticos. En el horizonte, una reforma del Código Penal para resolver en parte el caso de Puigdemont y otros dirigentes que han huido de la Justicia y tal vez minorar el conjunto de casos pendientes.

Sánchez, lógicamente, ha escapado de la letra pequeña. La jornada será histórica porque así se ha proclamado desde el escenario. Parece que el resto del espectro político español no lo ve con tanta claridad. No se han explicitado otros objetivos del proceso de diálogo probablemente porque no existe consenso sobre ellos. Pero si se presta atención a lo que se ha dicho y publicado durante las últimas semanas, el escenario dista mucho del diálogo  constructivo. Del lado del Gobierno catalán, se demanda amnistía y un nuevo proceso de ruptura aunque se disfrace de referéndum. Desde la sociedad catalana con voz, que se corresponde casi milimétricamente con el apoyo al nacionalismo, se insiste en el viejo catálogo de presuntos agravios: el carácter centralista del Estado que drena recursos a Cataluña, el insuficiente marco competencial, financiero y de autonomía, etc. Recuérdese que Cataluña es la Comunidad con más competencias y mayor presupuesto. Y hasta fecha reciente la más rica y la primera en los principales parámetros.

No es la queja de los débiles o preteridos sino la de los ricos y fuertes. En cuanto a la sociedad catalana sin voz, la no nacionalista, apenas tiene presencia en el debate público salvo para ser zaherida. Para animar el debate, el PSC propone una vez más revisar la Constitución, elaborar un nuevo Estatuto, convocar también un referéndum…asuntos de los que el Presidente del Gobierno no ha dicho nada.

En cualquier caso los indultos alteran el debate político en Cataluña y también en España, no siendo posible ponderar todavía su influencia en las futuras elecciones generales. Si el Gobierno catalán se aviene a negociar con posibilismo, Sánchez podría mejorar sus expectativas. Ahora bien, para el nacionalismo existen pocos incentivos para pactar. Los partidos más radicales, JxCat y la CUP lo rechazan. ERC los ha elegido como socios de Gobierno cuando podía, teóricamente haber elegido al PSC y a En Comú-Podemos. En consecuencia cualquier avance hacia la distensión deberá de ser lento, muy lento. Si las propuestas van por el camino de crear problemas donde no existen, como la modificación constitucional, el rechazo en el resto de España puede ser muy alto y estridente. De ahí que Sánchez también necesite tiempo para que el bálsamo de los fondos europeos obre efectos dinamizadores de la economía y del empleo antes de convocar elecciones.

Al fondo discurre un cambio histórico muy relevante. La socialdemocracia europea y también la española, están abandonando su principal bandera histórica, la igualdad, en favor de la identidad, de la satisfacción de las demandas particulares de las élites territoriales o de los colectivos fuertemente caracterizados. La visión común de los objetivos se diluye como se diluyen los lazos históricos entre ellos la lengua y la cultura comunes. Es poco probable que la mayoría de los españoles asuman que lo expuesto hoy en el Liceu sea el camino para resolver los intereses comunes y no la vía para aumentar las diferencias.

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