¿Es la política una palanca para transformar la sociedad o para arreglar la vida de algunos?

Congreso de los Diputados. / change.org
Congreso de los Diputados, Madrid / change.org

El problema es cuando solo nos conformamos con sentir, sin pasar a la acción. España necesita, más que nunca, emociones y soñadores, pero no en los platós, sino en la vida real.

¿Es la política una palanca para transformar la sociedad o para arreglar la vida de algunos?

El problema es cuando solo nos conformamos con sentir, sin pasar a la acción. España necesita, más que nunca, emociones y soñadores, pero no en los platós, sino en la vida real.

El otro día me hablaron del valor que tiene la épica en el ánimo de las personas. ¿Por qué nos gustan tanto las películas de heroísmo o patriotismo americano? Porque las personas necesitamos soñar, sentirnos vivas y útiles, aunque solo sea en una sala de cine. El problema es cuando solamente nos conformamos con sentir, sin pasar a la acción. España necesita, más que nunca, emociones y soñadores, pero no en los platós, sino en la vida real de las personas. Esta idea contrasta, frontalmente, con aquella explicación que siempre dan los cobardes y los miserables de que “la política es así, no es nada personal”. Cuando, en realidad, no existe nada más personal que la política, y ni mucho menos “es así”. La política es sucia cuando las personas que la ejercen son sucias, no existe otra explicación casuística más verídica. 

Desde que estalló la crisis y todo lo que creíamos posible se vino abajo, la derecha ha instalado en nuestra sociedad un concepto que poco a poco está destruyendo el valor de la democracia y su significado: la banalización de la política. Bien es cierto que la izquierda ha contribuido a este propósito incluso de forma involuntaria, aunque algunos caudillos han entendido que si la derecha se sirve del miedo y la ignorancia de los españoles, por qué no utilizar la rabia y las ansias de desquite de los mismos. La política se ha convertido, así, en una palanca no para transformar la sociedad sino para transformar la vida de algunos. Esos mismos que hacen del poder su modo de vida y una cuestión social donde lo importante es hacerse selfies a la vez que sirven de palmeros para esos auténticos capos del partido que siendo, en su mayoría, auténticas basuras humanas y analfabetos políticos que no articulan más de dos o tres tonterías de manual, convierten todo lo que tocan en negocios de mesa camilla mientras alimentan a los traficantes de mentiras y profesionales de la extracción pública. El problema de muchos no es que no sepan que existe vida después de la política, sino que tampoco la han conocido antes. 

Pero realmente, ¿alguien cree que a estos psicópatas de la política les preocupa, en verdad, las siglas del partido en el que se envuelven? No solamente no les preocupa, sino que están dispuestos a tensionarlo hasta donde haga falta con tal de seguir aferrados al mando de su corralito del poder. Y aquí es donde entra un concepto básico en democracia que, por lo que vemos, se entiende muy poco pero se practica aún menos: la responsabilidad política. ¿Qué significa esto? Que las medidas por decencia, coherencia y vergüenza, se toman antes de que lleguen otras responsabilidades de tipo penal. No se trata de convertirse en justicieros, sino en personas justas, que no es lo mismo. 

A mí me aterra el clima de “ejemplaridad” que algunos quieren desatar en los partidos basándose en situaciones judiciales que, en ocasiones, pueden estar equivocadas o pueden dilatarse en el tiempo haciendo aún más daño a la inacción o a la arbitrariedad. Hay algo importantísimo en nuestro estado de derecho, que es la tutela judicial efectiva. Y, en política, antes de romper esta tutela “para dar ejemplo”, existe otro camino que es el de asumir o aplicar las responsabilidades políticas que se deriven en cada caso.

Tomar decisiones necesarias e inevitables a destiempo solo garantiza algo: añadir más caos a lo que ya era insostenible desde mucho tiempo atrás. Quien no quiere asumir su responsabilidad el tiempo se encargará de señalarlo, pero aquellos que buscamos soñar despiertos y construir nuestra leyenda colectiva, solamente podemos recordar esa frase que repetía Rusell Crowe en “Robin Hood”: alzaos, alzaos una y otra vez, hasta que los corderos se conviertan en leones. @marcial_enacion

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