La Corona española ha dado sentido al sistema político del bipartidismo dinástico

Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy, en el Congreso.
Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy, en el Congreso.

El problema de la monarquía española no es solo el carácter anacrónico de la institución y su origen franquista, sino su evidente falta de utilidad y ejemplaridad, según este autor.

La Corona española ha dado sentido al sistema político del bipartidismo dinástico

El problema de la monarquía española no es solo el carácter anacrónico de la Institución y su origen franquista, sino su evidente falta de utilidad y ejemplaridad.

 

La Corona ha dado sentido al sistema político del bipartidismo dinástico y al sistema económico basado en la potenciación "ad nauseam" de un Madrid que no puede ser único centro de la economía española y al predominio de las empresas financieras y de construcción sobre la industria y demás sectores productivos

En términos estrictamente abstractos, la confrontación entre República y Monarquía es muy desigual, debido a la evidente tara democrática de la provisión hereditaria de la Monarquía. En el caso español, al mismo tiempo, la Monarquìa fue instaurada "ex novo" por Franco en 1969. De ahí derivaba la falta absoluta de legitimidad de origen del rey Juan Carlos a fines de 1975, cuando dio comienzo a su mandato.

Pero Juan Carlos de Borbòn ganó su legitimidad con el ejercicio que hizo de la "auctoritas" real entre  fines de 1975 y  fines de 1978. Un tiempo en el que la aprobación de la Constituciòn reasignó en pro de instituciones democráticas determinados poderes reales que no encajaban en los propios de una monarquia parlamentaria. Pero el voto favorable de una muy amplia mayoría del cuerpo electoral español el 6 de diciembre de 1978 no supuso, en términos sociológicos, un cheque en blanco  para la restauración del régimen monárquico. Porque la ciudadanìa española comprendió que el pacto por la reforma llevaba en sí mismo optar por la Monarquía y la negación del Estado plurinacional como moneda de cambio para ganar  las libertades, el pluralismo político y  una limitada descentralización política.

Pese a los 33 años transcurridos desde el golpe de Estado del 23-F de 1981, aun no quedó aclarado el ambivalente papel del Jefe del Estado en esa crisis. Lo que sí quedó demanifiesto fue el acusado giro hacia la consolidación del bipartidismo monárquico y hacia  la limitación del autogobierno de las nacionalidades, diluido en el "café para todos". Desde entonces, la Corona es el eslabón que define la España contemporánea, dándole sentido a un sistema políticamente bipartidista y económicamente definido por un "capitalismo castizo de BOE", construído sobre la colusión entre política y empresa, la hegemonía de las empresas financieras y constructoras sobre el sistema productivo y la potenciación extrema de Madrid como inviable centro económico.

Hoy por hoy, la Corona, además de su anacronismo histórico y de su evidente falla de utilidad y ejemplaridad, presenta el problema añadido de no poder cumplir la función simbólica de generar una gran renovación  constitucional que le reconozca a la ciudadanía el derecho a decidir para construir una democracia de calidad en una sociedad inclusiva y cohesionada.

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