La Justicia brasileña condena a Lula a nueve años de cárcel por corrupción

Lula da Silva. / RRSS
Lula da Silva. / RRSS

El expresidente ha recibido la condena como parte de las investigaciones del caso Petrobras y podría ser un golpe definitivo a sus aspiraciones por recuperar la presidencia.

La Justicia brasileña condena a Lula a nueve años de cárcel por corrupción

Tras tres años provocando serias hemorragias a todas las instituciones públicas y políticas de Brasil, el caso Petrobras finalmente tiene un trofeo que poner sus vitrinas: la libertad de Luiz Inácio da Silva. Da Silva, nada menos que el expresidente más querido del país, ha sido condenado a nueve años de cárcel por los delitos de corrupción y lavado de dinero por el impacable juez Sergio Moro, quien instruye el caso en la primera instancia. De acuerdo al magistrado, el exmandatario se benefició de hasta 3.7 millones de reales (la moneda local, equivalentes a 1.2 millones de euros) en sobornos recibidos de la constructora OAS. El condenado todavía puede recurrir esta condena ante el Tribunal Supremo brasileño, aunque de cualquier forma Moro tiene otras cuatro sentencias pendientes contra el otrora intocable jefe de Estado.

De acuerdo al togado, los sobornos se realizaron mediante un apartamento de tres plantas ubicado en la costa de São Paulo que, reza la sentencia, da Silva recibió y remodeló a su gusto con el dinero de OAS. La empresa también se hizo cargo de los costos por el almacenaje de los bienes del reconocido político en una empresa llamada Granero na Grande. El costo total ascendió entonces a los 3.7 millones de reales.

Esto podría ser el giro definitivo a la historia de Lula, quien en los últimos tiempos amenazó con regresar a la política a fin de asegurarse un aforo legal, puntualmente corriendo por la presidencia en las próximas elecciones. Ya el año pasado, en los últimos compases de la Administración de su ahijada política, Dilma Rousseff, el patriarca del Partido de los Trabajadores (PT) empezó a promoverse a sí mismo como la salvación al descalabro generalizado de su país. Y lo cierto es que en las calles había suficientes motivos para justificar su ambición, pues las encuestas le colocaban como el favorito para hacerse con la jefatura de Brasilia.

Aquello activó las alarmas en su país y la Fiscalía local empezó a acumular demandas en su contra. En septiembre del año pasado, los fiscales le acusaron directamente de liderar una trama corrupta que investiga el caso Petrobras, que es la acusación más fuerte que pueda hacerse a un político en Brasil. Moro rebotó muchas de aquellas demandas, pero dio el visto bueno a cinco de ellas, que el expresidente siempre negó.

La persecución tan solo alimentó la rabia de sus seguidores, cegados por el carismo y temperamento campechano del experimentado político. Como sea, su primera condena ha sido confirmada y queda ahora a merced del mismo juez quien parece no estar dispuesto a ceder ante las exhibiciones de músculo que tanto gustan a Lula.

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