El del general Franco fue siempre un cadáver perfectamente identificado

Tumba de Franco
Tumba de Franco
No así los de miles de ciudadanos españoles que, al parecer, no "cayeron" ni por Dios ni por la Patria, "ajusticiados" que fueron por los protagonistas de la "Cruzada" que, con la anuencia de la Santa Madre Iglesia católica, apostólica y romana, tampoco pudieron procesionar bajo palio
El del general Franco fue siempre un cadáver perfectamente identificado

Paradojas de la vida tras la muerte: a Francisco Franco Vaamonde (Bahamonde, por la G. de Dios) le enterraron en el Valle de los Caídos (según se afirma, contra su voluntad) el 23 de noviembre de 1975. A las 10,30 horas del 24 de noviembre de 2019, su cadáver será exhumado y trasladado al cementerio de Mingorrubio en el que se halla enterrado el de su esposa y los de algunos altos cargos del "franquismo" nacido en el caluroso mes de julio de 1936 por obra y gracia de un levantamiento militar que convirtió en guerra civil lo que no era si no un golpe de Estado.

El del general Franco fue siempre un cadáver perfectamente identificado. No así los de miles de ciudadanos españoles que, al parecer, no "cayeron" ni por Dios ni por la Patria, "ajusticiados" que fueron por los protagonistas de la "Cruzada" que, con la anuencia de la Santa Madre Iglesia católica, apostólica y romana, tampoco pudieron procesionar bajo palio después de que el 1 de abril de 1939, la firma de Francisco Franco se estampara en un folio con el membrete del "Cuartel General del Generalísimo. Estado Mayor" para declarar rematada la más incivil de las guerras registradas en la península Ibérica. Tal declaración fue escueta a más no poder: "En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. El Generalísimo Franco. Burgos, 1 de abril de 1939".

Lacónico el último parte de la guerra  de casi tres años que sumió a España y los españoles en la profunda tristeza de lo irreconciliable, de los "paseos", de las cunetas con los cuerpos muertos de los que habían sido "ajusticiados" por aquellos que, a partir de entonces, asumieron ser los "nacionales" que luchaban contra los "rojos" que "rompían" la nación española, según parece más nación y más española desde el primer día de abril de hace 80 años. Esa condición de "nacional" se mantiene intacta en monumentos funerarios y religiosos en muchos lugares de una España, la de hoy, consecuencia de aquella otra rota por las balas, las granadas, las bombas de unos y otros, los rezos y los llantos, el hambre y el exilio de los que formaban parte del concepto "rojo" de la contienda entre hermanos.

Decía que el cadáver de Francisco Franco siempre ha estado identificado. Como tal se lo llevan en helicóptero al pueblo madrileño de Mingorrubio. A diferencia de Franco, que murió enfermo en su cama, millares de españoles sirvieron para enriquecer con sus cuerpos asesinados a balazos las tierras más o menos yermas de una España que durante años careció de manos jóvenes para que las trabajaran y recuperaran para la agricultura de emergencia. Los caminantes de las carreteras de entonces –las de los años 1936 a 1965– trataban de no fijar la vista en las cunetas, porque era fácil localizar en estas huellas e incluso restos de aquellos que, efectivamente, nunca pudieron decir alto y claro que morían por su patria y contra un ejército que, al parecer, contaba con la ayuda divina y un palio que lo cobijaba dentro y fuera de una santa madre iglesia en el agua de cuyas pilas bautismales buen número de ellos habían hundido sus dedos  para signarse en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Franco irá, pues, al panteón familiar del cementerio de Mingorrubio. Pero en las proximidades de las tapias de cementerios, en fincas que nunca han dejado de ser productivas, muchos españoles siguen perdidos –no para el recuerdo de sus familiares y amigos– que han tenido la desgracia de no formar parte de un grupo revolucionario que se alzó contra un Gobierno en una guerra fratricida a cuyos vencedores se les ungió con el aceite de los vencedores y el agua bendita de una iglesia que tan solo ha glorificado a los que se vieron protegidos por el signo de la Cruz.

Desde el próximo jueves, Franco podrá descansar en paz lejos del Valle de los Caídos que él construyó con la sangre, el sudor y las lágrimas de muchos de los que no han podido, no han querido, gritar "¡Viva Franco!". @mundiario

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