La forma de hablar de algunos políticos se parece mucho al copiar y pegar

Congreso de los Diputados.
Congreso de los Diputados.

Muletillas, lugares comunes, frases hechas, trabalenguas, coletillas..., forman parte de su lenguaje habitual.

La forma de hablar de algunos políticos se parece mucho al copiar y pegar

Es muy habitual entre la clase política la utilización de frases hechas, eufemismos, coletillas, muletillas, estereotipos, en resumen, expresiones huecas, hueras, vacías, especialmente cuando más hablan: en las campañas electorales.

Algunas de estas formas de expresión son una especie de camuflaje para enseñar o decir algo, nunca del todo, y poder justificar en cualquier momento tanto lo blanco como lo negro; a esto se le llama en román paladino: ambigüedad. Desafortunadamente esto ha ocurrido y sigue ocurriendo con palabras como nacionalidad, nación, Estado, comunidad autónoma, nacionalidad histórica, castellano o español, por citar sólo algunos ejemplos.

En otras ocasiones les produce miedo llamar a las cosas por su nombre, como si el mero cambio de las palabras modificara los hechos. Expresiones como crecimiento cero, inflación negativa o  desempleo, acción disuasoria, ingeniería financiera, autoestimularse, muerte voluntaria, serían ejemplos adecuados. Sucedió lo mismo con las crónicas sobre el terrorismo, que parecían reflejar una aventura patriótica y no acciones terroristas, mediante el uso de  palabras como comando, precio del rescate, acción, ejecución, grupos radicales, terrorismo de baja intensidad, talde, zulo, muga o artefacto de baja intensidad.

Ahora están muy de moda términos como hoja de ruta, no es no, líneas rojas, poner en valor,  cordón sanitario o España nos roba, que toman del diccionario que ellos mismos han creado para uso propio y con significados a conveniencia, en función de las circunstancias. Una característica fundamental de esta modalidad es su empleo de forma pertinaz, hasta que la opinión pública se acomoda.

Habría que añadir el deplorable lenguaje de algunos políticos, que sonrojaría a cualquiera menos a ellos. Recuerden a Óscar López, cuando exponía tres argumentos de peso para defender una determinada postura: “Primero, porque ...., segundo porque .... y tercero, tercero... pues me he quedado en blanco”. No habrán olvidado la célebre argumentación de María Dolores de Cospedal sobre el “despido en diferido”, ni las explicaciones de Magdalena Álvarez sobre el funcionamiento del aeropuerto de Barajas en un accidente aéreo y su comparecencia tras una nevada en Madrid.

Tras lo anterior, pierden importancia expresiones como  “decir que...” - más próxima al lenguaje de doblaje de las antiguas películas de indios-, “compañeros y compañeras”, “todos y todas” –y cuando llevan un minuto hablando ya se han olvidado de la igualdad de género-, o la zalamera muletilla que con tanta frecuencia utilizan en las entrevistas para atraerse al entrevistador, “déjeme que le diga...”.

En el fondo, esta forma de hablar pretende, en unos casos, ocultar la verdad o disfrazarla; en otros poder defender en cualquier momento lo dicho y lo contrario; y en muchas ocasiones son una manifestación de pobreza lingüística, que les obliga a copiar y pegar o memorizar y largar, como un mal actor. @mundiario

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