El PP, perdido en su ínsula Barataria, se jacta de tener una mayoría estable

El presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy.
Mientras las élites en el poder perseveran en su ineficaz ortodoxia dogmática, la sociedad sufre desgarros que la alejan de unas instituciones a las que no ve como suyas, sino como instrumentos de intereses alejados.
El PP, perdido en su ínsula Barataria, se jacta de tener una mayoría estable

Mariano Rajoy, presidente del Gobierno

Mariano Rajoy, presidente del Gobierno de España

Comienzan las sociedades europeas a agitarse como consecuencia de la política de dogal a la que están sometidas por el gobierno alemán y su alianza con la alta burocracia europea y los espurios intereses de bancos y multinacionales, no, desde luego, para salvar a Europa, sino a sus germanos intereses y sus europeos traseros. Apretón tras apretón a sus bolsillos, a sus crecientemente exiguas nóminas, si las tienen, a las prestaciones sociales más elementales, que impotentes observan como quedan reducidas a la mínima expresión, cuando no a su extinción, los ciudadanos europeos, clases medias y asalariados, jubilados, jóvenes, desempleados, mujeres y una legión de desamparados, entre los que se encuentra la inmigración interior, parecen sacudirse la parálisis y el miedo pensando que tal vez ‘más valga una roja que ciento amarilla’. El resultado de las elecciones italianas es por si mismo, no un aviso, sino toda una declaración de guerra que ha saltado las fronteras y está animando la agitación social como se ha visto este pasado sábado en Portugal. En Francia se despierta el sentimiento antieuropeo y organizaciones, que no pueden ser ignoradas como el partido de Marine Le Pen, exigen sin pudor ni complejos la convocatoria de un referéndum para preguntar a la nación si quiere continuar en la UE.

Ante este panorama, desde el gobierno de Hollande comienza a granear el fuego contra Draghi y su obediente dogmatismo amparado por la canciller. Urge una devaluación del euro para recuperar las exportaciones al favorecer la competitividad de los productos europeos en el mercado globalizado, al que hay que someter a estrictas reglas porque los resultados no coinciden con los discursos del dogmatismo del recorte, ha venido a declarar el ministro francés Arnaud Montebourg. La presión seguirá escalando en intensidad, por lo que la fractura entre países del norte y del sur se acentuará, arrastrando a las instituciones europeas a conflictos y una paralización, que pueden ser devastadores para los intereses comunes. El ensanchamiento de las fronteras norte-sur en Europa se reproducirán, no obstante, en el norte, porque los intereses sociales y nacionales en su conjunto se están revelando contrarios a los del poder financiero e industrial. El común, aquí y en Renania-Palatinado, no ven claro cómo las promesas se aplazan de año en año, mientras los sueldos encogen para favorecer el engorde de los beneficios. Hay cierto aroma a granja orwelliana en una Europa donde los cerdos imponen dieta al resto de los animales para engrosar sus tocinos, induciendo a más de uno a considerar si no habrá llegado el tiempo de la matanza.

Obviamente, nada más coherente en la ínsula Barataria del PP que la presunción de la marioneta, cuyos pies no tocan el suelo que, alelada, su mirada rehuye. Estos señores tienen a su mayoría parlamentaria como un ‘detente bala’ o chaleco protector sin percatarse de que las mayorías no se derrumban por impacto en el pecho, sino por tener de barro sus pies cuando no teniendo criterio y política propios mienten por encargo para justificarse ante los que machacan con los plúmbeos frutos del paro creciente y socialmente insoportable, con el tizón maloliente de la corrupción, ingenuamente jugando con la adversidad de los demás para escurrirle el bulto a sus propias responsabilidades, sin sospechar que cualquier día la traca de la verbena autocomplaciente en que se gozan, les puede explotar en las manos.

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