El día que los verificadores marcianos invadieron Euskadi, lugar de España

Un guardia civil con una pintada del símbolo de ETA al fondo.
Un guardia civil con una pintada del símbolo de ETA al fondo.

Al atardecer, vísperas del 23-F, Bildu, PNV y sus “verificadores” dieron un “golpe de efecto” que nos volvió a dejar por los suelos, como sus señorías en el Congreso 33 años antes.

El día que los verificadores marcianos invadieron Euskadi, lugar de España

Al atardecer, vísperas del 23-F, Bildu, PNV y sus “verificadores” dieron un “golpe de efecto” que nos volvió a dejar por los suelos, como sus señorías en el Congreso 33 años antes. Ni siquiera estaban Adolfo y Gutiérrez Mellado para mantenerse de pie.

Por fin he descubierto lo que quiero ser de mayor, Director. Es como si una voz hubiese exclamado: ¡hágase la luz!, y me encontrase de repente en el suelo, caído a los pies del caballo, talmente como Saulo en su camino hacia Damasco. No quiero ser Botín, ni tesorero de un partido, ni mamporrero de un sindicato, ni yerno del Rey, ni hijo de Pujol, ni juez estrella, ni padre de Neymar, ni sucesor de Rajoy, ni challenger en las primarias del PSOE, ni titular de una cuenta en Suiza, ni un latin lover como Hollande, ni la réplica masculina de la Princesa del Pueblo. Ca. Yo, lo que quiero ser es VERIFICADOR. Sí, sí, un señor de esos que han hecho oposiciones internacionales a notarios morales, a imagen y semejanza de los que acaban de dar fe de la voluntad de desarme de ETA ante una España pasmada y un Euskadi voluntarista e ingenuo.

Ha sido sentirme invadido por tan inesperada vocación tardía,  y me he puesto a hacer un barrido on line para descubrir en dónde se puede licenciar o diplomar uno en esa materia. Si es un prestigioso Master de esos que imparten en selectas universidades, si se accede mediante rigurosa oposición, si es un innovador grado de Formación Profesional, si le eligen a uno a dedo, como a los dichosos Ombudsman, o si forma parte de la oferta de las oficinas de colocación, tras haber hecho un profundo análisis de previsiones de la demanda laboral. Lo que es evidente, es que se abre un nicho de empleo que me río yo del boom de la burbuja del ladrillo.

Buenos tiempos para la lírica de los verificadores

Sobre todo en España, es que se dan todas las circunstancias para que se empiecen a rifar a los verificadores, oye. En pocas sociedades como la nuestra, ¡oh, los españoles!, se acumula tanta desconfianza por metro cuadrado de institución política, sede parlamentaria, sede judicial, oficinas de organizaciones patronales y sindicales, La Moncloa original y sus 17 reproducciones periféricas, el papel periódico, los papeles de la Agencia Tributaria, el papel de los informes policiales o los papelones de la Fiscalía General, el Tribunal Constitucional y demás asuntos de esos sin importancia.

Lejos de mí la funesta manía de herir susceptibilidades. Pero con cuatro pistolas, unas cuantas cajas del nueve Parabellum , una bolsita de petardos disfrazados de goma dos y tres extras enmascarados con apariencia de etarras, curiosamente en vísperas sospechosas de Carnaval, los  verificadores del proceso vasco han creado más expectativas de las esperadas en una opinión pública que cada vez espera menos de Jorge Fernández, el Ministro español de la cosa. Hombre, no es que hayamos creído a esos señores de ahí arriba a pies juntillas, pero tampoco se nos ha quedado la cara de gilipollas que precede a cualquier intervención, ¡mentira cochina!, de ministros, portavoces de partidos, presidentes autonómicos y distintos y distantes verificadores oficiales. A mí, la verdad, me parece que ante tan paradójicos síntomas deberíamos hacérnoslo mirar.

Bildu, con PNV a remolque, aprovecha la crisis de confianza

Porque, no nos engañemos. Este país empieza a fiarse más de los verificadores de fuera que de los verificadores de dentro. Soraya Sáenz de Santamaría, por ejemplo, la verificadora del Gobierno, es incapaz de crear menos recelos que esos verificadores de Euskadi, aunque muestre toneladas de papeles de los Consejos de Ministros. Y Elena Valenciano, la verificadora de Rubalcaba, no ha podido convencernos de que su Ferraz le va a decir definitivamente adiós a las armas antes de las primarias. Que levante la mano el que se crea que Susana Díaz, la verificadora de la virginidad de Griñán, preside una Junta de Andalucía arrepentida de la EREncia recibida. Esperanza Aguirre ni siquiera se atreve a verificar que Ignacio González y Paco granados no hayan sido pillados con las manos en la masa. De verificador de Pujol junior, incluso ha dejado de actuar Pujol senior. Al verificador de los papeles de Bárcenas, o sea, Pedro Jota, se le ha caído El Mundo encima. Y pasa Miguel Roca, en su papel de verificador de la inocencia de la Infanta y, con suerte, le creen su señora y Luís María Ansón, el último mohicano monárquico de España.

Yo de mayor quiero ser verificador, insisto. Hay hueco. Si cuatro tíos de fuera, muy conocidos en sus casas a la hora de comer, han sido capaces de convertir un paripé en el principio del fin del asunto del chollo de la cuestión del desarme de ETA, es que en España puede ejercer de verificador cualquiera que no esté contaminado de política, de economía, de ideología a renta fija, de sindicalismo productivo y cosas así. Cualquiera que tenga un traje gris en el fondo de armario, insuficiencia cardiovascular de empatía, daltonismo circunstancial que le permita ver la sangre derramada de color verde o el delirio cervantino de imaginarse gigantes de la paz donde sólo hay molinos de viento electorales.

Entre el papel de periódico y el papel de water    

Enterrado aquel joven que fui yo, que soñó con ser ingeniero naval 40 años antes de que acudiese PEMEX al rescate; con ser abogado cuando todavía no sabía que algunas leyes iban a convertirse en papel mojado; aquel que empezó ejerciendo el periodismo sobre inmaculado papel de periódico, sin sospechar que acabaría ejerciéndolo sobre apestoso papel de wáter, renace hoy un rejuvenecido viejo con vocación de verificador. No sé si la noticia te va a alegrar o, por la amistad que sé que me profesas, José Luís, vas a colarme por la vía de urgencias en la lista de espera de un psiquiatra de tu confianza. Porque tendrás un psiquiatra de tu confianza, claro. No lo digo porque tenga la menor duda sobre tu cordura personal, de la que llevas dando pruebas incontestables durante décadas, sino por las secuelas de naturaleza vegetativa que va dejando esta profesión de riesgo, sobre todo mental, que llevamos practicando toda una vida en los frentes de papel y los campos de batalla on line, ay, en cualquiera de nuestras dos Españas que lleva siglos intentando matar o intentando que no le mate la otra media.

Para mí que si ahora surgiese un nuevo Suárez y, a su vera, siempre a la verita suya, un nuevo Fernando Ónega, el discurso que volvería a pasar a la posteridad arrancaría con una exclamación actualizada: ¡Puedo verificar y verifico…!

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