Cuando los payasos nos gobiernan (y no somos niños)

Matías Escalera Cordero frente a la Trump Power. / ME
Matías Escalera Cordero frente a la Trump Power. / ME

El autor opina sobre la no-sorpresa de la victoria de Donald Trump en EE UU y lo compara con algunos de los políticos que gobiernan en Europa.

Cuando los payasos nos gobiernan (y no somos niños)

Hace algo más de un año, cuando el teatrillo mediático que son las primarias presidenciales norteamericanas estaba comenzando, durante una visita a la ciudad de Nueva York para participar en un encuentro internacional de escritores al que había sido invitado, me hice una fotografía completamente de broma haciendo una peineta ante la Trump Tower; luego, apenas una semana antes de que míster Trump fuese elegido presidente de Estados Unidos, esa misma fotografía encabezó, a modo de chiste político y cultural –algo oportunista, lo reconozco–, la entrevista que David Benedicte me hizo para la revista Tododoliteratura, algunos amigos alabaron entonces el carácter agudamente profético de la misma, no solo al hacérmela, sino también al incluirla en la entrevista, como si en ambas ocasiones hubiese previsto lo que ha sucedido contra todo pronóstico; y no es así, en absoluto. Cuando me la hice ni por asomo me imaginaba que un tipo así, un auténtico payaso del sistema, llegaría a la Casa Blanca; cuando se la di al editor de Tododoliteratura, una semana antes de su victoria, tampoco creía en ella.

Y, sin embargo, sucedió; ese pretendido payasete, millonario depredador y fascista –de verdad, sin pretensión ninguna, muy real–, y hortera donde los haya (y hay muchos millonarios horteras, como bien sabemos por estos lares), del que me burlaba displicente, ante su palacio, tan hortera como él, va a gobernar los Estados Unidos, un imperio ya en decadencia, pero aún uno de los imperios geopolíticos dominantes de nuestro planeta. Y no es ninguna broma, y nadie lo había previsto, si atendemos a las reacciones que su victoria ha suscitado. Y, no obstante, si lo consideramos detenidamente, estaba cantada, era lógico que así sucediese… Estaba en la lógica de los hechos históricos y sociales que así ocurriese. De hecho, ha ocurrido ya antes muchas veces, y siempre como parodia. Acaba de suceder en España, por ejemplo. Quién se iba a imaginar que una truppe imputada como organización criminal en uno o varios macro-juicios, dirigida por seres como Esperanza Aguirre o Mariano Rajoy, por no eternizarme con una lista interminable –cada uno que ponga sus nombres favoritos aquí–; cómo nos íbamos a imaginar, hace también más o menos un año, que nos iban a seguir gobernando. Y lo están haciendo, tan campantes. No hablemos de la truppe socialista, comandada por un fantasma del pasado, González, y una arribista del presente, Díaz.

Desde que la política renunció a su propio discurso frente a las finanzas; desde que los gobiernos, tanto conservadores, como socialdemócratas, renunciaron a la política; pero antes, desde que Richard Nixon modificó las reglas internacionales para dejar a las élites financieras el control de la política, y, luego, en Europa, Margaret Thatcher decretó el fin de la sociedad y de lo humano colectivo, abrazada con pasión fanática y conversa a la Biblia neoliberal de esos profetas del lucro y de la voracidad capitalista que fueron Friedrich Hayek y Milton Friedman; y desde que los mercados tomaron los parlamentos, y los “hombres de estado”, que habían gestionado los regímenes políticos europeos desde la postguerra, para el beneficio de sus élites sociales y políticas, sí, pero admitiendo la necesidad de un cierto equilibrio distributivo de la riqueza (pienso en Olof Palme o Willy Brandt, por ejemplo; pero también, incluso, en Konrad Adenauer); cuando dejaron paso a seres mediocres, meros títeres sin voluntad, sometidos sin resistencia ninguna a los poderes financieros más ansiosos y agresivos… La puerta quedó abierta a payasos como Berlusconi o Aznar, o a títeres como Tony Blair o Angela Merkel o Monsieur Hollande; a humoristas metidos a políticos, como Beppe Grillo; a fascistas como los hermanos Kaczyński, en Polonia, o Viktor Orbán, en Hungría, o los Le Pen, en Francia, etcétera.

No, no ha sido ninguna sorpresa la victoria de Trump, ha sido la lógica interna del sistema neoliberal la que nos ha dado, tras la impostura cínica posmoderna, no solo esta nuestra era de la posverdad, sino también, finalmente, a payasos para gobernarnos. Lo malo es que ya no somos niños (¿o sí?) y esto no es el circo (¿o sí?).

Sea lo que fuere, nuestros amos ya no necesitan mantener las formas, nos han derrotado en todas las líneas y ya no tienen que mantener a correctos sirvientes que mantengan la ilusión de la democracia; la democracia como concepto incluso ha muerto, ha sido desechado como material inservible. Y, si esto que digo, ocurre en el nivel de lo político, en realidad, atraviesa todo el cuerpo social en descomposición, fijémonos, por ejemplo, en el verdadero rostro de un grupo mediático como PRISA y en su magnate Cebrián, garantes de la limpieza de sangre democrática del Régimen del 78, durante décadas, en qué han parado; en monstruosas deformidades de sí mismas. La hora del esperpento no acabó con la llegada de la aparente prosperidad, la auténtica hora del esperpento está por llegar.

Esta mañana, un compañero se quejaba amargamente de todo esto y me confesaba desolado su justa preocupación por el futuro de sus hijas recién nacidas… No quiero parecer innecesariamente cruel, pero somos nosotros, los padres, él también, espectadores y sufridores de este circo, los responsables de no haber echado de la pista al maestro de ceremonia o de, al menos, continuar permitiendo la lamentable representación, una y otra vez, de sus payasos en ella –cuando no, aplaudiendo embobados sus horrorosas actuaciones–, pues, en última instancia, hemos sido nosotros, nadie más que nosotros, quienes con nuestros votos compramos las entradas para el espectáculo y les permitimos hacer caja, y engrosarla, representación tras representación, ¿o no?

 

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