Cuando los cambios del callejero ocultan motivos sectariamente burdos

Cambios de calles 2 (640x480)
Cambios de calles 2. / RR SS.
Unos y otros, en lo que coinciden derechas e izquierdas, usan el callejero con frecuencia de modo arbitrario no siempre entendible.
Cuando los cambios del callejero ocultan motivos sectariamente burdos

Aunque la idea se le ha atribuido aquí, que yo recuerde, a Julio Camba, en Italia tuvo la misma ocurrencia el humorista Pitigrilli. Ambos coincidieron en proponer una solución para no tener que andar cambiando el callejero cada poco. Sugerían que, en cada placa, además del nombre se añadiera un adjetivo, de suerte que, llegado el caso, para no desorientar al vecindario, en lugar de modificar el nombre completo se cambiara sólo el adjetivo. A modo de ejemplar, imaginemos que hay una avenida dedicada a Franco, y que se llamara “Avenida del glorioso general Franco”, el cambio podría ser “Avenida del odioso general Franco”. Se cambiaba el adjetivo, y ya está.

En esto de cambios de nombres, todos los que gobiernan, sean de derecha o de izquierdas, adolecen del mismo furor modificativo. Claro que no deja de asombrar que, en el callejero de Madrid, sin ir más lejos, perviven personajes y espadones diversos del siglo XIX, algunos como Bravo Murillo, quien dijo aquello de que “no necesitamos hombres que piensen, sino bueyes que trabajen”. Y ahí sigue. Y si con el nombre de las calles el cambio es permanente, qué decir con el mobiliario urbano. El PSOE ha sembrado España, en todos los municipios donde ha gobernado de las llamadas “farolas fernandinas”, que llevan en su base el infausto nombre de Fernando VII, el llamado “rey felón”, cuya memoria se entroniza de este modo permanente, ya que forman parte de las farolas famosas. No parece que esta expansión coincida mucho con las propias proclamas del partido que ahora dirige Sánchez.

Y si en el asunto de las calles el fenómeno es notorio, las placas en general no le van a la zaga. En Cáceres retiraron por franquista el escudo de los Reyes Católicos y hasta se gastaron el dinero público en pedir un dictamen para confirmar una obviedad. En Salamanca hubo ignorantes que pretendieron que borraran los “Víctor” de las paredes de la Universidad, sin saber que ese emblema se colocaba antaño cada vez que era proclamado un nuevo doctor y cosa parecida ocurrió en Toledo con escudos con las armas imperiales de los Habsburgo.

Los errores cometidos con las placas

En tiempos de Carmena, estuvieron a punto de entronizar en una placa como “víctimas del franquismo” a varios asesinos que cometieron todo tipo de vilezas en las tristes “chekas” que padeció la capital durante la guerra civil, que formaron parte de las “brigadas del amanecer” y que fueron, ciertamente, juzgados y fusilados al final de la guerra, como el famoso García Atadell, que era además de sanguinario asesino ladrón de los bienes de sus víctimas. Este por cierto, gallego para nuestra vergüenza. En tiempos de la citada Carmena la siega de nombre amenazó con dejar sin recuerdo en el callejero de nombre como Álvaro Cunqueiro, que se conjuró gracias a la destacada intervención de intelectuales gallegos de izquierda, precisamente, que escribieron a la primera edil de la capital aclarándole la barbaridad que iba a cometer, con nuestro paisano y otros.

La historia de los cambios de nombres y retiradas de placas es interminable, y la han protagonizado insisto unos y otros. Si en Guitiriz, la alcaldesa del PSOE cambió el nombre de la calle dedicada a un vecino del lugar, de los últimos de Filipinas, “por franquista”, en Madrid actual han destruido el mural en recuerdo de Largo Caballero, que fue jefe de Gobierno republicano. Es como si unos y otros rivalizaran a ver quién cambia, retira o destruye más.

Ahora, en Barcelona dejan sin calle a los Reyes Católicos. Pero este asunto exige una lectura más en profundidad, pues es evidente que contiene un mensaje que va más allá en orden a desmontar toda referencia a la constatación de que se forma parte de un todo, llamado España, cuya historia se comparte. Ya se calcula que a Colón le quedan cuatro días, luego de que ya se dejara hundir y no se recuperara la célebre carabela de toda la vida en aquella parte del puerto de la ciudad condal. Lo triste es que una de las grandes ciudades de Europa tenga por alcaldesa una indocumentada agitadora, sin oficio conocido. Por cierto, el PSOE votó a favor. @mundiario 

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