Comienzan los reajustes en el mapa político español

Isabel Díaz Ayuso. / @IdiazAyuso
Isabel Díaz Ayuso. / @IdiazAyuso
Lo que suceda el próximo 4 de mayo en la cita electoral madrileña puede originar impactos notables en la recomposición de la derecha y consolidar una lógica trumpista que multiplique la polarización.
Comienzan los reajustes en el mapa político español

Todos los indicios apuntan a que, en un futuro relativamente próximo, el partido Ciudadanos desaparecerá del escenario político o quedará reducido a una posición irrelevante. En estos momentos, resulta pertinente recordar algunos aspectos de su nacimiento y posterior crecimiento y, también, suscitar algunas interrogantes sobre las consecuencias derivadas de esa caída previsible.

Como es sabido, Ciudadanos tuvo su origen en Cataluña y fue promovido por algunas figuras de la vida cultural que querían construir un referente político que practicara una fuerte beligerancia contra la prolongada hegemonía del “pujolismo”. En aquellos primeros pasos, Albert Rivera no quiso formar parte del PP o del PSC porque entendía que ambas formaciones eran cómplices de CiU por haber firmado pactos de gobernabilidad -en el ámbito estatal- durante los gobiernos de Felipe González y J. M. Aznar. Esa inicial equidistancia le permitía, además, reivindicar un papel de fuerza supuestamente regeneradora de las prácticas políticas dominantes.

El éxito electoral de Podemos en su estreno electoral en los años 2014 y 2015, facilitó el salto de Ciudadanos al escenario de la política estatal. Las palabras pronunciadas por Josep Oliu, presidente del Banco Sabadell (“necesitamos uno Podemos de derechas”), acreditaba el interés de algunos sectores económicos en favor de la existencia de una formación que fuese capaz de compensar el constatable desgaste del PP de M. Rajoy y evitar un notorio desequilibrio en favor de las formaciones ubicadas en la izquierda del mapa electoral.

Ciudadanos obtuvo buenos resultados en los comicios generales de 2015, 2016 y en los que se celebraron en abril del año 2019. La obsesión de A.Rivera por liderar una alternativa conjunta con el PP -y Vox- arruinó las potencialidades que le ofrecía su posición parlamentaria. El destrozo de noviembre de 2019 y el que sufrió en las recientes elecciones al Parlament de Cataluña certificaron el final de las expectativas generadas, en su día, alrededor de esta fuerza política.

Si, finalmente, el eventual desmoronamiento de Cs provoca el fortalecimiento electoral del PP y de Vox en aquellos territorios donde ahora comparten tareas de gobernabilidad, se abrirán nuevas incógnitas sobre la dinámica de funcionamiento del sistema político. La explícita derechización de un Pablo Casado dispuesto a pactar, sin complejos, con el partido de Abascal dificultaría la construcción de una imagen moderada del PP que pudiera seducir a una parte del electorado socialista. Por otra parte, Pedro Sánchez quedaría sin el margen de maniobra que le ofrecía la existencia de la fuerza pilotada por Rivera y Arrimadas. El dirigente del PSOE solo dispondría de un horizonte de acuerdos con aquellos (UP, ERC, PNV, BNG, Bildu...) que la derecha mediática demoniza con una persistencia digna de mejor causa.

En todo caso, hoy por hoy, no cabe pensar en un retorno del modelo bipartidista que estuvo vigente hasta el año 2015. Hay, por lo menos, tres novedades relevantes respecto de ese pasado: la fortaleza electoral de Unidas Podemos es superior a la que tenía la vieja  IU; la desaparición de la singularidad que representaba la no existencia de una formación de extrema derecha diferenciada  orgánicamente del PP tal y como ocurre en otros Estados de la UE (el  FN de Le Pen, la Liga de  Salvini, la ultraderecha  alemana...) y la reconversión de CiU en una fuerza independentista que no contempla acordar fórmulas de gobernabilidad con el actual PP (a diferencia de lo que había practicado Pujol con Aznar y Mas con Rajoy).

Lo que suceda el próximo 4 de mayo en la cita electoral madrileña puede originar impactos notables en el proceso de recomposición de la derecha y consolidar una lógica trumpista que multiplique la polarización y haga imposible, de facto, la pretensión que siguen teniendo importantes poderes económicos y mediáticos para conformar un acuerdo estratégico de gobernabilidad entre el PSOE y el PP. @mundiario

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