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El globo es una aldea: los poderosos son los únicos unidos del mundo entero

El Cristo Redentor del Corcovado, en Río de Janeiro.
El Cristo Redentor del Corcovado, en Río de Janeiro.

El autor constata que aunque todo parezca cambiar, todo sigue igual, con permiso de Lampedusa. Por  mucho que se proteste y se grite, los únicos unidos del mundo entero son los poderosos.

El globo es una aldea: los poderosos son los únicos unidos del mundo entero

El autor, “desde algún lugar del globo”, constata que aunque todo parezca cambiar, todo sigue igual, con permiso de Lampedusa. Por  mucho que se proteste y se grite – concluye amargamente  - los únicos unidos del mundo entero son los poderosos.

En esta ocasión paso toneladas de papel de O Globo, el “más prestigioso” diario de Brasil, desde donde tengo la suerte de escribir por segunda vez en los dos últimos años, y no como turista impenitente sino por afortunadas circunstancias familiares.

En países postperonistas y postcomunistas, dedos índices, en rigidez cadavérica, acusan y seguirán acusando, aun recusados por los acusados.

Redactando en estricta puridad periodística –si esto fuese una noticia y no una columna- la preceptiva sucesión de datos se resumiría así: En el barrio “acomodado” de Urca, antaño más militar-cívico que cívico-militar, en la varanda de un prédio de los 30, puesto al día con muy buen gusto; enfrente de o Christo  Redentor sobre o Corcovado; ahora como correspondente de Mundiario; cerca de las postrimerías de un verano que ya no es Inferno; el BRIC bañado por el Rio.

Hablo hoy con otro periodista y nos ponemos de acuerdo en casi todo salvo en el recurrente argumento esgrimido por mi homónimo, de no caer en la tentación eurocéntrica.

Sin necesidad de prueba alguna ni de certificados interpédicos, respondo siempre a la supuesta dicotomía del mundo occidental con la certera apostilla de Vicente Risco: “Los EEUU… ( y todos sus epígonos americanos) son el pueblo mas viejo de Occidente.”

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