Los españolitos que vienen seguirán quedándose helados

Karl Marx y su esposa Jenny Von Westphalen
Karl Marx y su esposa Jenny Von Westphalen

España es un país de miles de millones de muertos. A los nuevos españolitos que vienen al mundo, se les helará el corazón después de haber soñado que al fin llegó el deshielo.

Los españolitos que vienen seguirán quedándose helados

España es un país de miles de millones de muertos. A los nuevos españolitos que vienen al mundo, se les helará el corazón después de haber soñado que al fin llegó el deshielo.  Los españoles todos corean “snobs del mundo entero, uníos”. Es decir, la rebelión de las masas disfrazadas de redes sociales, pues leer en España sería perder un pintoresquismo y, entonces, ¿qué nos quedaría?

No hemos entrecomillado nada, porque nos hemos limitado, con más o menos acierto, a parafrasear a Dámaso Alonso, Antonio Machado, Marx y Ortega. La última constatación corresponde a uno de nuestros escritores olvidados, Eugenio Noel, magistral en su España, nervio a nervio.

Todos los meses de todos los años seguimos asistiendo a la fiesta española; los sanfermines de exótica exaltación literaria extranjera; la cabra precipitada desde el campanario cerca del cielo; últimamente. el inabarcable menú de cocineros antes de chefs; la vulgarización al electrónico uso de la historia real; las esperanzas de las más remotas aldeas de convertirse en patrimonio turístico de la humanidad…

Esta visión duermevela de tropel neoapocalíptico nos asalta al trote , no recuerdo de qué agujero de la piel de toro, cuyos “emprendedores” acaban de importar una apolillada manada de bisontes para montar un encierro sin apenas riesgos delante de estos despistados de las praderas americanas.

Menos mal que a los lugareños de la España eterna no se les ha dado por alquilar trajes de Buffalo Bill, con su correspondiente rifle, para competir en la definitiva extinción de estos táuridos aplastados por los caballos de vapor del ya mitológico Oeste.

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