Sin ayuda, Ucrania no puede superar las secuelas de la agresión de Putin

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Un éxodo imparable.
Esta guerra amenaza con dejar un rescoldo de odio entre el pueblo ucraniano y el ruso que va a ser difícil de superar, pero que debe superarse.
Sin ayuda, Ucrania no puede superar las secuelas de la agresión de Putin

Aparte de la conmoción que causa a cualquiera (bueno, a cualquiera no, a los de Podemos por lo visto como son mensajeros de la paz, no) la tragedia que vive Ucrania, sobre el escenario futuro de una parte esencial de Europa va a quedar fijada para siempre, con la memoria y las consecuencias de esta absurda guerra, la lección de solidaridad del mundo civilizado y especialmente la de Polonia, que tan generosamente abre sus fronteras a los refugiados. Pero va a dejar también, me temo, durante generaciones, un rescoldo de odio entre el pueblo ucraniano y el ruso que a ser difícil de superar. Precisamente, en esta hora, cabe recordar, entre otros, el especial sufrimiento que padeció Polonia como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias hasta la caída del bloque soviético, que por lo visto Putin quiere recomponer.

Hace años, tuve ocasión de conocer a un viejo polaco, superviviente de los padecimientos de su pueblo, víctima de la agresión por un lado de la Alemania nazi y de otro de la Rusia de Stalin, que se repartieron el país en comandita. Y aún peor fue el modo en que los rusos, ya enemigos de Hitler, dejaron de prestar ayuda al levantamiento heroico del pueblo polaco en Varsovia al final de la guerra o el asesinato colectivo de los oficiales de su ejército, por parte rusa en el bosque de Katyn. Pues bien, me decía este señor que a los polacos les costaba mucho digerir el resentimiento y el odio prendido en la sacrificada historia de su país, pero que habían intentado superarlo, entendiendo que una cosa son los pueblos, fuera el ruso o el alemán, y otro los gobiernos.

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El famoso gesto del canciller alemán que abrió el camino a la reconciliacion.

A veces, un simple gesto allana el camino para superar los odios. El 7 de diciembre de 1970, el entonces canciller alemán Willy Brand se arrodilló en el monumento a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial. El gesto abrió el camino para la reconciliación entre Alemania, aunque hay polacos que no padecieron lo que sus mayores y ahora lo critican. Así el mundo. La genuflexión del canciller Willy Brandt solo duró 30 segundos, pero ese medio minuto fue histórico. En diciembre de 1970, fue el primer jefe de gobierno de la República Federal de Alemania (RFA) en pisar suelo polaco. Solo habían pasado 25 años desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la ocupación de Polonia, los asesinatos de los nazis. El canciller para establecer un nuevo marco de relaciones con Polonia. En la mañana del 7 de diciembre depositó una corona de flores en el Memorial del Levantamiento del Gueto de Varsovia en honor a los judíos que, confinados allí, lucharon con desesperado coraje contra sus verdugos alemanes y por su propia dignidad. Brandt arregló el lazo de la cinta negra, roja y amarilla de la corona, retrocedió unos pasos y esperó. Y de repente cayó de rodillas, con la cabeza inclinada, sobre el frío y húmedo granito. "Desde el fondo del abismo de la historia alemana y bajo el peso de millones de muertos, hice lo que los seres humanos hacen cuando las palabras fallan", explicaría más tarde en sus memorias.

Lecciones del pasado

Pero hay otras lecciones que nos brinda el pasado, como el modo en que Occidente abandonó y entregó a Stalin los países del Este, sobre los que caería lo que Churchill llamó “El telón de acero”, pero que empezó con las cesiones de la Conferencia de Postdam. Por cierto, que la destrucción que Putin realiza en Ucrania recuerda la que causaron los nazis en la Europa ocupada en aquellos aciagos años. Los aliados estimaron sus pérdidas en 200 mil millones de dólares. Alemania fue obligada a pagar únicamente 20 mil millones en productos industriales y mano de obra. Sin embargo, la Guerra Fría evitó que se pagara esta deuda. Pero el mundo no tiene voluntad ni medios para hacer que el nuevo zar ruso pague todo lo que destruye.

Europa asiste de nuevo atónica a la germinación de otra tragedia, pero no se debe perder las esperanzas de que no cunda, como en el pasado, en el odio entre los pueblos. Los rusos que se manifiestan contra la guerra abre esa ilusión. Y, por cierto, resulta ignominiosa la forma en que determinados foros del independentismo de por aquí se muestran comprensivos con Putin buscando analogías entre sus propias demandas y las de las minorías pro rusas de Ucrania, que sin duda es un problema, no siempre bien encauzado por Kiew. Pero eso no es culpa de los ucranianos. @mundiario

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