Hoy y mañana somos quienes mandamos

Voto. / RR SS.
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Hoy y mañana son días clave para que nuestra decisión fomente una convivencia social más justa y equilibrada, con igualdad, o para dejar que la gestión de lo público fomente desigualdad, enriquecimiento de unos y empobrecimiento de la mayoría.
Hoy y mañana somos quienes mandamos

Día de reflexión. Han pasado unas semanas en la que la puesta en escena de los partidos políticos ha convertido nuestras calles, y las páginas y pantallas de los medios de comunicación, en la feria de las promesas, en la que se han cruzado los peines con los crecepelos, lo posible con lo irrealizable, y en muchos casos los bulos, los insultos y las ocurrencias peregrinas, más dirigidas a nuestras vísceras que a nuestras mentes.

Hoy, por fin, nos hemos quedado solos para bucear -si queremos- en los programas de los partidos (los que realmente los tengan), donde podremos encontrar los compromisos que nos proponen, e incluso compararlos con los que ya asumieron en el pasado, para ver si cumplieron algo, o se han limitado a realizar un “corta y pega”, con la esperanza de que nos flaquee la memoria y compremos dos veces la misma mercancía.

Es nuestra hora, en la que podemos ser -en el mejor sentido- quienes mandamos. La de ejercer el derecho soberano que nos adjudica el artículo 23 de nuestra Constitución, a participar en los asuntos públicos, en este caso a través de los representantes que elijamos. Un derecho por el que, a través de unas papeletas introducidas responsablemente en una urna, podemos decidir -en este caso- la Ciudad que queremos y la Comunidad Autónoma que necesitamos, o las que más se aproximen a lo que nos conviene.

Pasada la vorágine de ofertas, eslóganes, reclamos, nos toca decidir si queremos que el dinero de nuestros impuestos se destine adecuadamente a la Sanidad Pública Universal y gratuita, o que haya quien lo administre desviando parte de él a quienes plantean una oferta de sanidad privada (perfectamente legítima), pero que no es realmente privada porque se lleva parte de los fondos que han de destinarse a la Sanidad Pública. Y en esa línea, si queremos que las listas de espera para que nos atienda el médico de atención primaria, o para que nos operen, si se da el caso, se acorten o se alarguen, con las ventajas y los riesgos para nuestra salud.

Y reflexionar sobre la papeleta que realmente nos acerque al derecho a una vivienda digna, y libre de especulación, que nos reconoce el artículo 47 de nuestra Constitución, o nos meta de lleno en las redes de los especuladores o de quienes nos hacen que gastemos la mitad o más de nuestro sueldo en pagar un alquiler o una hipoteca.

Y elegir la papeleta que permita que las casas de nuestro barrio encuentren apoyo y facilidades para ser rehabilitadas de modo que nos faciliten una forma digna de vivir con menos frío y humedades, y con menos calor, o la que las convierta en objeto de deseo de la gentrificación, o en un intrincado laberinto de covachuelas, eso sí, con un geranio en la ventana.

Y elegir que nuestras ciudades no sean sepulcros blanqueados, con calles hermosamente “humanizadas” y viviendas expuestas a la putrefacción, a las ratas o a la especulación. Y decidir si queremos que esos presupuestos públicos que pagamos con nuestros impuestos -que es lo mismo que decir con nuestro sudor- se gastan con equidad, y de modo eficiente y transparente, o son pasto de la corrupción para que una buena parte se la lleven hermanos, amigos, familia y otros animales de quienes asuman la tarea de gobernar.

Y decidir que nuestros impuestos pagan también esa Educación Pública Universal Gratuita y Obligatoria, y que nadie los derive -por la vía de los conciertos mal gestionados- a favorecer a quienes -con todo derecho, eso sí- optan por ofrecer una Enseñanza privada, pero mal disfrazada con esa máscara denominada “Concertada”, llevándose las ayudas y los solares públicos que no les corresponden.

Y valorar qué proyectos o programas (y cuán creíbles son) van a facilitar el apoyo de nuestros impuestos a las personas dependientes, o a quienes tienen que vivir en una residencia de tercera edad. Pero que ese apoyo vaya cargado de toda dignidad, y los ciudadanos afectados por esas situaciones sean tratados sin discriminación, sin ser postergados en la vida social.

Y es la hora de distinguir entre quienes cuidan y mejoran los servicios públicos -que son un mecanismo adecuado de repartir de manera justa y equilibrada nuestros impuestos- o quienes los entregan a la explotación por parte de especuladores que van a hacer negocio, siendo nosotros los inversores sin beneficios de los impuestos que pagamos, no sin sacrificios.

Hoy y mañana son, en definitiva, los días clave para que nuestra decisión fomente una convivencia social más justa y equilibrada, que genere más igualdad, o para que dejemos irresponsablemente que la gestión de lo público termine fomentando desigualdad, desequilibrios, enriquecimiento indebido de unos y un mayor empobrecimiento de la mayoría. Y todo ello, insisto, financiado con el dinero de todos.

Es importante que seamos conscientes de que, entre hoy y mañana, podemos mejorar para los próximos cuatro años -que pueden ser decisivos- nuestra sociedad, nuestra convivencia y nuestra calidad de vida, o que podemos deteriorarlas fatalmente, por no haber pensado de manera adecuada y responsable sobre el valor de nuestro voto, y sobre quién lo va a administrar mejor, a favor de la mayoría, y no de los intereses de unos pocos. @mundiario

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