Los derechos políticos de Bildu no justifican pactar con ellos

Arnaldo Otegi, de EH Bildu.
Arnaldo Otegi, de EH Bildu. / Mundiario

La ética y los valores siguen siendo importantes en la vida política. Es lo que distingue a unas políticas de otras, a cualquier partido de los demás.

Los derechos políticos de Bildu no justifican pactar con ellos

La decisión de Bildu de incluir en sus listas electorales nada menos que a 44 condenados por pertenencia a ETA, incluidos siete condenados por delitos de sangre, viene a recordarnos dos hechos distintos pero interrelacionados. De un lado, la naturaleza de Bildu como brazo político de quienes nunca renegaron de la violencia ni de la división social que persigue, de otro, su derecho a participar electoralmente como partido legal que es. Si en estas páginas hemos defendido el derecho de Vox a participar en la vida política sin exclusiones, vetos ni eufemismos, ahora debemos recordar que Bildu está en la misma posición legal.

El problema no está en sus listas, que serán juzgadas por los electores, sino en quienes deciden instrumentalizarlos como socio o aliado, ya sea puntual o estable. Es lo que ha ocurrido con Vox en Castilla-León, con Bildu en Navarra y puntualmente en las Cortes para sostener al Gobierno. Incluso ha servido Bildu de portavoz gubernamental, junto con ERC, para presentar en sociedad la futura Ley de Vivienda, a pesar de lo difícil que resulte asumir que lo que es de interés para dichos partidos sea bueno para el conjunto de la sociedad española, mucho más plural.

El elevado número de personas vinculadas con el terrorismo que Bildu desea ver convertidos en concejales o Alcaldes, viene a recordarnos la visión extremadamente sectaria y divisiva que propugnan, tendente a fijar un “ellos” de inmigrantes y no nacionalistas, frente a un “nosotros” que se confunde con el nacionalismo, una estrategia a la cual el nacionalismo moderado se ha sumado habitualmente. Como ocurre con el nacionalismo catalán, las políticas más relevantes son las destinadas a mantener y ahondar en dicha división social, de ahí que la lengua o la enseñanza sean algunos de los instrumentos de división preferidos.

La ética está frecuentemente reñida con la política y, sin embargo, sigue siendo el refugio al que se acude para legitimar la erradicación de determinadas conductas contrarias al interés común, como son la corrupción, la violencia de género, la pederastia, las drogas o la violencia política. Si es deseable que los terroristas hayan guardado las armas, que no renunciado a ellas, para integrarse en la vida social y política, no lo es menos mantener viva la memoria de sus hechos y del enorme dolor producido, un ejemplo más de memoria democrática. Legalizar e integrar a quienes vivían del terror y en la marginalidad, son logros indiscutibles de la democracia, mientras que pactar es un oportunismo político del que se debe dar cuenta en cada caso. Pactar implica validar al interlocutor, situarlo al mismo nivel, blanquearlo. El Presidente del Gobierno ha necesitado varios días de reflexión, pero finalmente, desde la capital norteamericana ha considerado que estamos ante hechos que “no son decentes”. 

Ruido mediático del Gobierno 

No es la única noticia preocupante que nos deja el comienzo de la campaña electoral. La ministra Ione Belarra, de Podemos, ha defendido la creación de supermercados públicos a los que ha atribuido la capacidad de bajar los precios y además crear 50.000 puestos de trabajo. No hay precedentes internacionales salvo en Venezuela y ya conocemos las carencias que allí se registran. Por si fuera poco la ministra está señalando por su nombre a algunos empresarios en una campaña de acoso y daño reputacional sorprendente en una miembro del Gobierno. No es la única. La Vicepresidenta Segunda y Ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, se opone a la política de su propio Gobierno en aspectos tan delicados como las relaciones con Marruecos o con Italia. El ruido mediático del Gobierno alcanza así nuevos y preocupantes niveles.

El socio minoritario del Gobierno ha resultado tan improductivo políticamente como dañino en términos de imagen, veremos si además no ha sido corrosivo en términos electorales. Tan sobrado de polémicas como carente de objetivos, tiene la virtud de enervar al propio electorado socialista, un filón que el PP trata de explotar abiertamente. Ahora ha aplaudido la decisión de Bildu, como lo ha hecho ERC, otro aliado habitual del Gobierno. No han formulado el menor reproche ético. 

En esta extraña campaña electoral local, dominada por los mensajes de la política estatal que pretende plantear una primera vuelta de las elecciones generales, las incertidumbres se han ido reduciendo según los sondeos demoscópicos, más abundantes que nunca. Parece que habrá más continuidad que cambio, lo que habla de una sociedad madura, consciente de los límites reales del Gobierno y menos atenta a las alharacas de la campaña electoral. @mundiario

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