El mal uso de WhatsApp: una cosa realizada sin conciencia puede ser perjudicial

Una persona chateando por Whatsapp con un amigo. / komagency.com
Una persona chateando por Whatsapp con un amigo. / komagency.com
Las nuevas tecnologías han avanzado una barbaridad, como diría cualquier persona nacida antes de los 60. Pero la paciencia y educación sobre las mismas no ha ido en consonancia con este avance. 
El mal uso de WhatsApp: una cosa realizada sin conciencia puede ser perjudicial

Por un estudio sacado a la luz en estos días, donde se estudia la felicidad a nivel europeo, donde España es equiparada a Rusia en infelicidad, por detrás de la mayor parte de Europa, me decido a escribir este artículo que puede sonarle. Ya que el mismo estudio echa la culpa al manejo constante de móviles, una costumbre que está provocando una buena parte de los accidentes de tráfico, dependencias, problemas de visión, ansiedad y demás problemas que tampoco vamos a enumerar o me quedo sin lector.

Pues nos lo vamos a tomar de otra forma, un poco más simpática, aunque no deja de ser lo que es: un problema si no se gestiona correctamente, como el resto de la vida.

Las nuevas tecnologías han avanzado una barbaridad, como diría cualquier persona nacida antes de los 60.

Como usuario incluso laboral del servicio de WhatsApp, muy práctico, rápido y muchas más ventajas, lo alabo, pero también lo tomo como ejemplo sobre la crítica que hago en este artículo. No por un caso concreto o una anécdota, sino por ser algo ya común, que les será familiar para aquellos que no sólo lo utilicen de forma habitual en su vida privada, sino como herramienta de trabajo.

Pero la paciencia y educación sobre las mismas no ha ido en consonancia con este avance. En esta ocasión me gustaría llamar la atención sobre otro factor: la inmediatez. ¿Quién no ha recibido algo parecido a esto? (es una reproducción de una conversación real recibida, que no he querido copiar y pegar, por no levantar suspicacias).

Varias consideraciones:

Lo primero es la necesidad de contestación urgente. No podemos estar al teléfono como en este caso concreto, no podemos estar en el baño sin el móvil en la mano, no nos puede haber dado un infarto y no poder contestar en ese momento.

Escribir por renglones. Tal y como hablamos. No decirlo todo junto. No enviar un mensaje con toda la información completa. Quizás para llamar la atención, ya que cada mensaje es un click o llamada de atención que debiera de sonar en el aparato receptor. Quizás porque no es capaz de resumir o no tiene concreción.

Estar en línea constante. No dar pie a que haya personas o servicios con un horario.

Eliminar mensajes. Si fuese una conversación, es decir, hay un transmisor y un receptor, todavía podría caber la posibilidad de arrepentirse de haber dicho algo, pero eliminar uno o como en este caso varios mensajes, ¿qué podemos pensar sobre ello?  ¿ha dicho un inconveniente y lo ha borrado? ¿se ha equivocado dos veces y nos ha enviado algo que no era lo correcto o lo que quería? ¿se ha peleado consigo misma?

Insistencia. Pasado un corto espacio de tiempo sigue solicitando nuestra atención, hayamos visto el mensaje, con una confirmación de todos conocida o como en este caso sin verlo.

Tanta prisa finalmente no era necesaria, no era urgente, sólo una necesidad puntual de comunicarse. Con lo que volvemos a la calma, y la tensión ha pasado.

Esto es un simple ejemplo reproducido. Pero ocurre a diario, no todo junto como en este caso, pero sí en alguno de sus puntos, sobre todo escribir por partes, algo justificado en algunos casos porque se nos olvida algo que lo decimos después de haber enviado el mensaje, pero que genera ansiedad del que emite el mensaje y al que lo recibe.

Enviar mensajes más subidos de tono de lo necesario, enviar fotos, actitudes no acordes con la personalidad del que lo remite, son síntomas de creerse impune o esconderse tras un perfil, como si de un telón se tratase y no nos reconocieran, sin llegar a darse cuenta que tras un nickname, o alias, hay una persona.

Independientemente de no diferenciar las horas de trabajo, las horas de descanso o simplemente lo que nos decían cuando éramos críos, después de las diez de la noche no se molesta a nadie con llamadas, se respeta la hora de comer, etc…

Cualquier cosa realizada sin descanso, sin conciencia, puede ser perjudicial, aunque sea una actividad no molesta o no nociva de por si. @mundiario 

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