Obdulio cumple 25 en su burbuja

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Este 19 de julio se cumplió un cuarto de siglo de la llegada del Obdu a los Estados Unidos y nuestro amigo lo ha celebrado tranquilito en su casa. Aquí nos cuenta cómo ha sido la cosa. /Texto de Humor de DosBufones.com 

Obdulio cumple 25 en su burbuja

Llegué a Miami una mañana de verano, hace veinticinco años, y al siguiente día volé a Boston, raudo y veloz. No es que tuviera nada en contra de la Capital del Sol, pero me habían dicho que en el norte había más posibilidades y así fue. Un sólo día de calor achicharrante fue más que suficiente. Y del cubaneo, ni me enteré.

Viví en Massachusetts tres años y de allí me fui a China, donde me pasé once meses estudiando el desarrollo del Feng Shui durante las dinastías Tan y Song. Pero el estudio me resultó Tan can-Song que regresé a Boston antes de completarlo.

Permanecí en Massachusetts catorce años más y el cubaneo se me hizo muy lejano, casi inexistente. Entonces conocí a Mayeya y me fui a vivir a Bogotá durante diez meses, al cabo de los cuales me dije que el sol de la Florida no era tan malo después de todo y regresé a Miami, diecinueve julios después de haberme achicharrado por primera vez.

Hace seis veranos que resido en la Capital del Sol. Las cosas nos han ido bastante bien a Mayeya y a mí. Traté de asimilar el cubaneo al principio, pero me percaté con rapidez de que con algunos de mis compatriotas miamenses no hay términos medios. El cubaneo puede ser implacable.

Me explico: durante estos 25 años, demócratas y republicanos se han alternado en la Casa Blanca sin que el país se haya hundido. No obstante, en este Miami nuestro de cada día declarar simpatía por el partido azul es un pecado mortal. De inmediato te enganchan un epíteto de nueve letras y la correspondiente invitación a viajar sin haber comprado pasaje: “¡Comunista, vete pa Cuba!”, te gritan. A mí me ha ocurrido varias veces. Caritativos que son mis compatriotas.

A pesar de eso, y como creo en la libertad de expresión, he decidido quedarme a vivir en esta bella y dura ciudad. Claro, he tomado mis precauciones: cero televisión y radio en español, amistades selectas y bloqueo total a los provocadores de redes sociales. Resuelto el asunto.

Lo bueno de este país es que uno puede crearse su propia burbuja y vivir sin rendir cuentas a sus conciudadanos, por muy caritativos que sean. Yo me he creado la mía y al cubaneo lo miro de lejos, desde este Doral con sabor a arepa venezolana que me ha acogido con brazos abiertos. 

Ya ni siquiera temo achicharrarme en el verano ardiente. Para eso tengo el aire acondicionado que refresca la diáfana burbuja en que vivo. Y, desde ella, anuncio a los que me quieren:

¡Voy por 25 más!

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